martes, 15 de marzo de 2022

Una vitrina en la colonia Roma

Hay una vitrina en la calle Orizaba 161 de la colonia Roma Sur, en la Ciudad de México, que aparece como una invitación a mirar con curiosidad un pequeño espacio de paredes blancas y piso brillante. ¿Un aparador? ¿Un espacio expositivo que asemeja un cubo blanco? ¿Una ventana a la que puedes entrar? La respuesta a todas estas posibilidades es: Sí.

Curaduría de Guerrilla, un proyecto de Oficina Particular, es una propuesta de exhibición comunitaria, callejera y pública que surgió en reacción a la crisis (una de tantas) detonada por la pandemia. La idea de trabajar con una vitrina se gestó en una caminata por la colonia San Miguel Chapultepec, zona en la que originalmente se encontraba este proyecto. Tania Ragasol, curadora, partió del recuerdo de un grupo de amigos, allá en los ochenta, organizando exhibiciones en tiendas comerciales, y descubrió en este modelo un interés compartido entre artistas y curadores contemporáneos: hacer de lo colectivo una plataforma de visibilidad. Junto con Roberto Velázquez, encargado de producción y montaje, y Gabriela Correa, gestora, desarrollaron siete exposiciones a lo largo de 2020,  cada una de ellas pensadas y articuladas con la voz de un artista y un curador invitado distinto.

Esta primera vitrina les permitió dimensionar el ejercicio de la curaduría a manera de performance: al ser un espacio de pocos centímetros de profundidad se vieron obligados a moverse con cuidado para colocar las obras. Justo un año después, en noviembre de 2021, la idea de la ventana-vitrina-escaparate se trasladó a la colonia Roma para expandirse. Aunque el acto curatorial sigue implicando el desenvolvimiento del cuerpo en el espacio para idear exposiciones, ahora en un local un poco más amplio, permanece el espíritu colaborativo de complicidad y compañerismo. 

Curaduría de Guerrilla

Vista exterior de Beber es intentar… (2022), de Luis Carlos Hurtado. Cortesía de Oficina Particular

El nombre de la propuesta surge precisamente del interés por hacer equipo para el levantamiento de exposiciones. Esta visión de los organizadores y de cada uno de los involucrados llama la atención porque contrasta con el perfil curatorial clásico, donde el curador se involucra solo desde la teoría y la proyección de ideas, pero no desde la práctica del montaje pintando muros, colocando clavos y construyendo bases para las piezas.

Actualmente Curaduría de Guerrilla presenta Beber es intentar…, una exposición del artista chiapaneco Luis Carlos Hurtado curada por Violeta Celis. Dicho proyecto está conformado por una serie de tablillas de chocolate talladas a mano en las que el artista continúa con una larga investigación en torno al dibujo y la escritura. Es la primera vez que Hurtado trabaja con chocolate y ha descubierto en el camino un ejercicio que cuestiona la naturaleza de contemplación del objeto artístico: no pretende que las piezas (“chocolatadas”, las ha llamado) permanezcan en un estante: por una parte, porque al ser un material orgánico inevitablemente se verá afectado con el paso del tiempo, y también porque desea recuperar el trasfondo ritual de compartir una bebida y ser partícipe en este proceso de la disolución de las piezas en un brebaje.

Las tablillas de chocolate de la exposición reproducen una variación de la frase de Marguerite Duras que ha rondado en el imaginario del artista durante muchos años y que refiere el acto de escribir como el acercamiento a lo desconocido. Lo dice Celis en su texto curatorial: “Hurtado subvierte el sentido de la frase para referirla al arte: ‘Hacer arte es intentar saber qué obra haríamos si fuéramos artistas’. El ‘intento’ es lo que nos mantiene en la espera de estas apariciones, de eso que determinamos como obra de arte y escritura”.

Curaduría de Guerrilla

Vista de Beber es intentar… (2022), de Luis Carlos Hurtado. Cortesía de Oficina Particular

El proyecto Curaduría de Guerrilla funciona entonces como un recordatorio de que el trabajo colectivo es un ejercicio de aprendizaje e intercambio constante; hay ciertos afectos que en el mundo del arte escapan a la vista, y con este tipo de proyectos, pensados a escala uno a uno, reaparecen. El transeúnte tiene la posibilidad de decidir dónde quiere posicionarse frente a la vitrina: mirar desde afuera, quizás entrar a explorar o incluso asomarse de reojo. Todas estas opciones son bien recibidas. La ventana habitable es una invitación a imaginar, a partir del diálogo colectivo, distintas maneras de relacionarnos con el arte desde pequeñas grietas que escapan de lo institucional. 

Hay otro elemento que llama la atención de esta muestra y es que se encuentra en el interior de una cervecería, así que el carácter del “no tocar, no ensuciar, no pisar” se difumina. Los horarios de atención son también un gesto revolucionario: Beber es intentar… se puede visitar de cuatro de la tarde a doce la noche de domingo a miércoles, y de cuatro a dos de jueves a sábado. La muestra permanecerá hasta el 27 de marzo.

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