Ellas no bailan solas documenta las fiestas de quince años de las hijas de mexicanos que residen en San Diego, California. Son hijas de migrantes que cruzaron por el Cañón Zapata y “El Bordo” en los años ochenta y noventa, en la frontera de Tijuana. Sus mensajes transmiten valores, sentimientos, deseos y fantasías relacionados con el cuerpo, el género o el prestigio. El ritual de la fiesta fuera de México resiste las tragedias cotidianas, las deportaciones, las familias disfuncionales.
Los mexicanos en Estados Unidos no son solamente cifras. Este proyecto pone en escena la diversidad, la exclusión o la desigualdad, pero también la lealtad, los lazos, la solidaridad y el amor. La convocatoria para festejar los quince años puede reunir a una comunidad entera –alrededor de 300 personas– en una casa o un salón, e implica gastar en preparativos más de 15 mil dólares, que se pagan con la cooperación de parientes, amigos y padrinos. Este documento fue realizado entre 2006 y 2019, y las historias se relacionan principalmente con las deportaciones masivas del gobierno de Barack Obama.
Cuando quieren ahorrarse el pago del salón las familias hacen la fiesta en su casa, pero el precio es terminar temprano, porque en el norte de San Diego los vecinos no tienen tolerancia con el ruido. A las 8:30 de la noche llega la policía al domicilio y da un aviso; si no le bajan a la música, habrá una multa. “Te dije”, comenta un pariente al papá de la quinceañera, “hubieras sacado un permiso para que no te molestara la policía hasta las diez de la noche y sin música, pues no hay fiesta y bajita que agüite, nadie quiere bailar”.
El baile es el performance mayor cuando se filma a una quinceañera, es el momento donde la pulsión escópica se vuelve el clímax de la fiesta. En el baile el deseo de mirar y ser mirado hace olvidar la realidad. Todos tenemos a un familiar viviendo en Estados Unidos, todos sabemos que las dinámicas se relajan cuando el baile empieza.
La exposición de Angélica Escoto Ellas no bailan solas, curada por Irving Domínguez, puede visitarse en la Sala Marta Palau del Centro Cultural Tijuana
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