domingo, 21 de agosto de 2022

Por un arte reforestado

Sin árboles, el sol no tiene piedad con el bosque de Cherán. Antes de la devastación, miles de pinos y encinos tupían la ladera; un prado opaco, que se rostiza de a poco cada mediodía, es lo que ha quedado. El bosque entero parece destinado a morir a manos de los talamontes del cártel, pero los habitantes de este pueblo de la meseta purépecha no lo van a tolerar. Además de ser sustento económico, proveedor de agua y refugio de flora, el bosque es para ellos hogar de lo místico y lo sagrado, de lo más poderoso.

Un día de abril de 2011, exactamente a mitad del mes, las señoras cheraníes encabezan la defensa contra los delincuentes. Apenas amanece y ellas ya traen encima piedras, palos y un valor a prueba de cualquier Familia Michoacana. Las barricadas funcionan y pronto todo el pueblo se une para expulsar al cártel y a las autoridades coludidas.

Ésta es la historia del día en que Cherán inició el camino al autogobierno, y es también la historia que cuenta Giovanni Fabián Guerrero en Levantar la sombra, la exposición del artista en la galería Llano de la Ciudad de México, que puede visitarse hasta el 3 de septiembre.

Giovanni Fabián Guerrero

Vista de la exposición Levantar la sombra, de Giovanni Fabián Guerrero. Cortesía de Llano, CDMX

El título lo dice pronto: “levantar el bosque arrasado y la sombra ausente que ya no se encuentra, que fueron arrebatados del territorio”, explica Guerrero. “Pero también intenta ir más allá, principalmente en el conocimiento de la magia. Me interesa crear un imaginario de lo que no se ve, pero siempre está presente, además de ver a nuestro movimiento como algo complejo y difícil de comprender, que termina afectando de manera interna a nuestra salud-enfermedad. Principalmente nos enfermamos ‘de susto’ y los malhechores se enfermaron también ‘de susto’. Para curarse del susto hay que ‘levantar la sombra’ como dicen las sikuames (brujas o médicas tradicionales) ante un hecho de alto impacto que ocasionó su pérdida”.

Memoria viva

Después de llevar la lucha a todas las instancias, Cherán ganó también el reconocimiento legal de su autonomía. Cada barrio elige a sus representantes por tres años, sin mediación partidista, para luego someter las decisiones de gobierno al Consejo Mayor. La seguridad está en manos de la comunidad y las leyes comulgan con las prácticas tradicionales purépechas, y con la magia. Cada una de las nueve piezas que componen Levantar la sombra da cuenta de esta madeja finamente anudada.

“Me interesa crear un imaginario de lo que no se ve, pero siempre está presente, además de ver a nuestro movimiento como algo complejo y difícil de comprender, que termina afectando de manera interna a nuestra salud-enfermedad.”  

La instalación 140 comuneros y comuneras, formada por leños de pino quemados, se complementa con el performance en video La fogata en el bosque; ambas adentran al visitante en un territorio que exige nuevas conexiones entre el mundo real y el universo encantado de los cheraníes. Los elementos mágicos van irrumpiendo poco a poco dentro de los seis ensamblajes siguientes, hasta explotar en un óleo de gran formato, al fondo de la sala, plagado del imaginario del bosque cheraní: hechiceros, ancestros, plantas medicinales.

“Las ceremonias ocuparon un lugar público a raíz del movimiento, se retomó el conocimiento ancestral para reorganizarnos y reivindicarnos como pueblo originario perteneciente a la cultura purépecha. Todos estos elementos que me encuentro en las festividades, los rituales y el recorrido cotidiano por el territorio ahora tienen un sentido diferente a como veía las cosas antes del movimiento. Esto me da respuesta a lo que no nos podíamos explicar, la armonía y la profunda conexión con el bosque, las formas de organizarnos y hacer comunidad. Mi práctica es mi propia curación al susto, y toda esta narrativa se vuelve una memoria viva”.

Gestionar el arte cheraní

Los dibujos en blanco y negro con toques de color (enmarcados con madera carbonizada y unidos a piezas de las camionetas que pertenecieron a los talamontes, y hasta a un pequeño artículo de taxidermia) funcionan como una suerte de relato del acontecimiento del 15 de abril o una “crónica visual narrativa”, como dice Rosa Huaroco Sánchez, curadora de la muestra y fundadora de Chérpiri (que en lengua puépecha significa “lo que asusta”), espacio autónomo de prácticas simbólicas que tiene como objetivo producir, promover y hacer circular conocimientos alrededor del arte contemporáneo producido desde la comunidad.

“Lo pensé como un sitio ritual donde entras y te reciben los leños, que interpretamos como los comuneros cuando se unen: los cuatro lados que tiene la torre encierran esa fuerza colectiva”, comenta Huaroco sobre Levantar la sombra. “La fogata que sale del bosque, en el video, es la fuerza que de una u otra forma levanta esa torre. La parte del mural grande es la protección: cómo hacer una protección colectiva, cómo la magia reorganiza la colectividad de una forma casi secreta. Y el poder de la palabra, la palabra para nosotros es muy importante, el poder de la palabra es el que define, y los ancianos transmiten esa palabra, esa memoria colectiva”.

Giovanni Fabián Guerrero

La pieza 140 comuneros y comuneras recibe a los visitantes de Levantar la sombra. Cortesía de Llano, CDMX

Conservar y honrar esta memoria es el motor del trabajo de Rosa Huaroco, incansable promotora del arte cheraní. Al frente de Chérpiri (por ahora un espacio virtual, que pronto será físico) se ha involucrado también en la organización del archivo. Desde muy joven ha estado en contacto con acciones culturales, tomando fotos y documentando los murales, los festivales y a la gente que llega a visitar el pueblo.

Desde muy joven Rosa Huaroco ha estado en contacto con acciones culturales, tomando fotos y documentando los murales, los festivales y a la gente que llega a visitar el pueblo.  

Hace algunos años Huaroco curó la primera exposición colectiva de mujeres en Cherán, donde invitó a artistas de la comunidad y otras de fuera. El único requisito era que les interesara  el cuerpo como territorio. Las piezas fueron instaladas en diferentes puntos del pueblo, el mercado, una troje vieja, la calle. “A partir de ahí comprendimos la importancia de gestionar. Entendemos que se necesitan más agentes para que los artistas puedan ser vistos. Y queremos abrir camino para que más mujeres se vayan involucrando en el proyecto, que haya más curadoras, gestoras, museógrafas”.

Culminación (y comienzo) de ciclo

Mucho cambió estos once años en Cherán. El bosque se reforestó de a poco, la sombra regresó. El paisaje es distinto, sobre todo para la generación de jóvenes cheraníes que consolidaron su vocación de artistas en los años posteriores al levantamiento. La primera muestra individual de Giovanni Fabián Guerrero en la Ciudad de México se antoja la culminación de ese ciclo renovador, y el comienzo de otra etapa.

Este año el artista ha participado en dos exhibiciones colectivas, una en el MUAC (Colectivo Cherani: Uinapikua) y otra en el Museo del Palacio de Bellas Artes (Arte de los pueblos de México. Disrupciones indígenas). La variedad de trabajos presentados por artistas cheraníes ha dejado claro que acompañan la lucha en contra de la violencia, la deforestación y el saqueo territorial con una plástica de ánimo contestatario, que ha irrumpido con fuerza en la escena del arte contemporáneo nacional. “Su propuesta pone en cuestión los estereotipos que la cultura oficial suele atribuir a la producción de la diversidad étnica de nuestra región del globo y nos invita a los otros a entrenarnos en un cosmopolitismo verdadero”, ha escrito Cuauhtémoc Medina, curador de Uinapikua. Rosa Huaroco lo dice así: “Cherán está creando un arte que acompaña un movimiento social sin folclorizarse, sin ser panfletario, sin ser como ese arte que estamos acostumbrados a entender como arte de resistencia”.

Giovanni Fabián Guerrero

Uno de los ensamblajes de Levantar la sombra, de Giovanni Fabián Guerrero. Cortesía de Llano, CDMX

Las palabras de Giovanni Fabián Guerrero (Cherán, 1993) aportan un rumbo final a esta reflexión: “Pertenecer a una comunidad no nos hace ajenos al mundo global, tampoco aísla o contrapone lo rural a lo moderno. Produzco desde mi comunidad de origen, lo que le da más sentido a mi vida profesional, abona a descentralizar la idea del arte y da nuevas vertientes para pensar un arte más universal e incluyente”.

La entrada Por un arte reforestado se publicó primero en La Tempestad.



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