viernes, 7 de octubre de 2022

El agua, la piedra, el tiempo: Lucrecia Dalt

Imaginemos un cuarto húmedo, avejentado y en penumbras, aunque confortable. Un hogar agrietado… pero hogar, al fin y al cabo. El sonido de la madera hinchada, sincopado con una gotera; en el suelo, un balde metálico recibe esos sonidos. A lo lejos se escucha una voz dulce, casi una canción de cuna. ¿Es un bolero? ¿Un mambo? ¿La reminiscencia de un jazz de bar o un coqueteo suave con Tom Waits? De pronto, el golpe del mar en las rocas nos hace asomarnos por la ventana. El tiempo cósmico de un mundo al revés… 

Lucrecia Dalt (Pereira, Colombia, 1980) está por lanzar ¡Ay!, su octava producción si contamos en los registros rigurosamente oficiales. Rico en imágenes, atmósferas y sugerencias, el disco tiene un compromiso perenne con la indeterminación. La sorpresa, esta vez, son los referentes cercanos. ¿Merengue, mambos enrarecidos? Las canciones son menos abstractas, recurren en menor grado a la electrónica de lo que Dalt nos tenía acostumbrados. Pero sigue su impronta… Algo cruje. 

No es que este aparente fuego pop sea una novedad en la carrera de la música y productora colombiana afincada en Berlín. Si uno rastrea sus primeros registros, de hace cerca de 15 años, Lucrecia (así, a secas) solía encaramar un synth pop afectado que salpicaba referentes profusamente narrativos y musicales, los cuales fueron mutando y adquiriendo un código propio.

Hacer espacio al tiempo

Los años pandémicos han sido para Lucrecia Dalt oportunos para la revisión, la pausa y el descubrimiento creativos. Si uno escucha producciones anteriores como Anticlines (2018), las rocas, el movimiento, el agua y tiempo son las imágenes recurrentes de una paleta generosa y abierta. Hay un juego descarnado y analógico en Field Recordings in the Forest of Colombia (2020) y en Lucy & Aaron (2021), ambos con Aaron Dilloway. O bien una puesta tétrico-ambiental traducida en la banda sonora de una serie de HBO, The Seed (2022). Todo esto está también en ¡Ay!

Para Dalt ¡Ay! (RVNG Intl.) se trata, entre otras cosas, de una reflexión sobre el tiempo, que ha pasado de forma extraña y nos tiene alienados y enrarecidos. Pero representa además un desafío: “Este disco condensa muchos temas a los que les vengo dando vueltas desde hace tiempo. A nivel conceptual es el desarrollo y la continuación de muchos tópicos que vengo explorando, pero también a nivel musical creo que está muy relacionado con hacer ese parón de la pandemia y tomar un tiempo de reflexión para entender, o quizás para explorar desde otro lugar. Yo tenía en la cabeza un disco así desde hace muchos años, pero no había encontrado el lugar, el motivo ni el espacio real para enfrentarme a ello”. 

Lucrecia Dalt

Lucrecia Dalt retratada por Aina Climent

“No sólo estaba el asunto de que sabía y era consciente de que tenía que ser un trabajo lento, meticuloso, de darle mucho espacio al tiempo para que me diera la oportunidad de ir desarrollando los temas, sino que también sentía mucha responsabilidad por traer todos esos recuerdos del pasado, digamos, a habitar este presente”, precisa la música para La Tempestad, desde su estudio en Berlín.

Un jazz tropical reverberado

En ¡Ay! la ciencia ficción se engarza con el jazz y las sonoridades latinas, con la calidez a la vez lúdica y sutil propia a Lucrecia Dalt. Esta vez se muestra más abierta a exponer las cartas de su juego. “Yo creo que todo está ahí. Hubo una decisión consciente de plantearme la manera de condensar todo lo que me gusta –desde Alice Coltrane hasta Bill Evans, Tom Waits– e iba tomando elementos de cada cosa. Por ejemplo, Alice está en la idea de ‘No tiempo’, como de ambiente sostenido que te mantiene y te domina; te lleva a percibir el tiempo de otra manera. Por ahí empecé a explorar esas ideas”. 

“Hay un disco de Waits, Real Gone, que tiene esta canción ‘Hoist That Rag’”, menciona la productora. “Estuvo muy presente en la mezcla, porque hay sobre todo un tratamiento de las reverbs y la saturación, de la distorsión, que a mí me fascina. Y curiosamente también es un disco que suena como tropical, suena a muchas cosas que escuchas creciendo en un lugar como Colombia. Incluso en cosas como Japan, con David Sylvian, por el uso de sintetizadores con sonidos sincopados pero que tienen groove”. 

Del space age pop a Esquivel y de regreso, la decena de temas que dan forma a ¡Ay! sorprende por condensar, de forma natural, “cosas que siempre me interesaron y me han tenido fascinada: estudiar las estructuras melódicas de canciones de toda la vida, de salsa, merengue y bolero; revisar la forma en la que se resuelven estas progresiones, intentando traer algo así a mi música; hacer el ejercicio de seguir las reglas de cada género, pero de una manera intuitiva”. Aunque diáfanos, esos referentes terminan por formar un mapa que, lejos de la convención, dan pie a interpretaciones, apropiaciones y lecturas libres en quien los percibe. 

Lo que no se entiende

Con la voz de Dalt en primer plano, los músicos que dan vida a ¡Ay! logran un cabaret oscuro y fantástico: Edith Steyer en la flauta y el clarinete, Lina Allemano en la trompeta, Alex Lázaro en las percusiones, Nick Dunston e Isabel Rößler en el contrabajo.

“Una de las primeras críticas de un amigo fue ‘No se entiende’. Las canciones son raras porque no estoy hablando de lo usual y menos de lo que se encuentra dentro de las canciones románticas al uso.” 

“Además de la presencia de la percusión, en este disco estaba haciendo una especie de ‘dibujos’ de lo que yo pensaba que era el patrón clásico del bolero, transfiriendo esos dibujos a las envolventes de las reverbs. Entonces, claro, las reverbs hacen unas formas que no tienen ningún sentido, pero que de alguna manera dan esta textura. Fue muy experimental en el sentido de buscar nuevas formas de percusión. Siempre he sido enemiga del sonido natural de los instrumentos, no porque no me guste sino porque me encanta ver de qué maneras puedo expandir esa tonalidad o esa paleta”, explica Dalt.

“Una de las primeras críticas de un amigo fue ‘No se entiende’. Las canciones son raras porque no estoy hablando de lo usual y menos de lo que se encuentra dentro de las canciones románticas al uso. Quería generar la sensación de que las palabras no están poniendo un límite, que no estés todo el rato tratando de codificar el significado sino que te quedes en eso, en la plasticidad de lo que estás escuchando”, añade la colombiana. 

Salir al espacio

A la pregunta sobre cómo presentará este trabajo en vivo, pues tiene evidentes demandas tanto para el montaje escénico como para el sonido, muy distinto a lo que había presentando hasta ahora, Lucrecia Dalt habla de un formato más flexible, dinámico y económico, pero que mantenga la esencia del disco y pueda dialogar con otras piezas de su repertorio. 

Lucrecia Dalt

Lucrecia Dalt retratada por Aina Climent

“Ahora que estamos ensayando y transformando este disco al directo tocamos sólo percusión, siento la necesidad de mantenerlo de una forma minimalista: hago las flautas con un vocoder, estoy tirando las trompetas o el timbal con un transductor e intentando ver cómo vuelvo a este objeto un bicho raro en el escenario. No se contempla el formato full band, la necesidad nos lleva por pasos; estamos en un momento complejo para girar, por lo que todo debe ser muy mínimo. Y también me parece lindo reducir los textos, tratar de ser más efectiva desde ahí y ver qué pasa. Incluso ser más visual a nivel más corporal, que no lo he sido hasta ahora”, desarrolla Dalt.

La artista, que arranca con la presentación en vivo de este trabajo cuatro días antes de su lanzamiento (el 10 de octubre), contempla incorporar un par de elementos de sus trabajos anteriores.

La artista, que arranca con la presentación en vivo de este trabajo cuatro días antes de su lanzamiento (el 10 de octubre), contempla incorporar un par de elementos de sus trabajos anteriores, como No era sólida (2020), e incluso algunos temas que hace mucho tiempo no trae al escenario. “Me parece una oportunidad bonita para revisar. De ése en particular no sé si vaya a tocar algún tema, pero siento que sigue estando presente de alguna manera. Me encantaría tocar ‘Esotro’ [2014], un tema que siempre me ha gustado, pero que con baterista me entusiasma un poco más”, confiesa.

“De alguna manera, toda la fisicalidad y los oídos estaban conectados con el espacio; cada vez que tocaba era para que resonara el espacio y obviamente no tenía ni monitores ni nada parecido. Era como una experiencia introspectiva pero expansiva. En cambio este directo es un poco lo contrario, demanda enfocar esa parte, un buen delivery, encontrar una energía con Alex, el percusionista, para dar a las canciones cierta estructura pero procurando la libertad para jugar con ellas. Es un vocabulario que apenas estamos construyendo y no he hecho una sola presentación. Tengo muchas ideas y ambiciones, pero vamos a ver; espero que todo me salga como lo estamos planeando”.

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