lunes, 29 de julio de 2024

Nuevas coordenadas en Walter Benjamin

Tiene algo lo mismo vulgar que pretencioso intentar resumir la tesis de Obra de los pasajes de Walter Benjamin. Vulgar porque es bastante conocida ya, como para andar dando cátedra; pretencioso por su carácter atómico y su estatuto de proyecto inacabado. Pero lo exige el libro del que me ocupo, así que digamos que Obra de los pasajes pretende rastrear la historia de la modernidad a partir de los materiales de una ciudad, París. Lo interesante del libro, además, está precisamente en su forma, en mancuerna con su estado inconcluso (persiste la sospecha de que no podría acabarse): es una colección de fragmentos, citas, el anecdotario de una urbe, que bien podrían reordenarse al infinito, de acuerdo al tema abordado. Se trata, para bien y mal, del punto de partida de un método de investigación, el modelo que nos hace, hoy, ponerle atención y reflexionar sobre fenómenos distintos, como el hecho de que en la Ciudad de México, por ejemplo, los cajeros automáticos se utilicen como dormitorios por los desposeídos, o que en donde se solían leer periódicos (en los cafés, en el transporte público) ahora se observen pantallas; ese tipo de cosas.

Al pensar en Obra de los pasajes, sea vulgar o pretenciosamente, me vienen a la mente dos personajes invocados por Benjamin: el detective y el cazador. Sea un mohicano atento a las alteraciones en el ambiente de un bosque espeso o un hombre tras una pista, el habitante de las grandes urbes parece encontrarse en una especie de estado de shock continuo, un cable pelado, el neurótico que detecta cómo se aproxima el futuro histórico a partir de las ruinas del presente. Así, este libro de Benjamin tiene algo de apocalíptico y abrumador, en cualquier ladrillo o viga se encuentran las claves de nuestra catástrofe.

Pero en Zona urbana (2004) Martín Kohan nos recuerda, como si se tratara de un alivio, que no es la única manera en que Walter Benjamin abordó la reflexión ni la escritura sobre una ciudad. Además de París, Benjamin creó una zona reflexiva sobre la urbe que al norte contaba con Berlín, al sur con Nápoles y al este con Moscú (París queda, así, al oeste; y aún más al oeste, pero como un punto en el horizonte inaccesible, fantasmagórico, permanecerá Nueva York). El libro de Kohan llega apenas al gran público (fue reeditado recientemente por Eterna Cadencia y ya se distribuye en México), y surgió a partir de un proyecto de investigación, “Ciudades escritas: folletines europeos, ficciones nacionales (1880-1930)”, que dirigió Sylvia Saítta en la UBACYT. Así que hay que advertir que cuenta con una escritura propia del mundo académico, interesada en la precisión exhaustiva. 

El tono recuerda al que Kohan utilizó, irónicamente, en su novela escolar y de ambientes disciplinarios, la celebrada Ciencias morales (Anagrama, 2007), que se desarrolla en la Buenos Aires de los ochenta. Sin embargo, en el último capítulo de este Ensayo de lectura sobre Walter Benjamin (como se subtitula) Kohan se permite jugar a una especie de cubo de Rubik a partir de las categorías y las coordenadas que ha delineado a lo largo del libro. En resumen, si París sirvió para que Benjamin hiciera su lectura histórica-ideológica (a partir de las lecturas realizadas en la Biblioteca Nacional de esa ciudad), Berlín fue el espacio que dio pie a una escritura autobiográfica y afectiva (donde uno debe aprender a perderse) y Moscú, en cambio, una atómica e impresionista (donde uno debe aprender a orientarse); Nápoles es lo contrario de París, donde no hay coordenadas ni presencia aún de la modernidad.

Donde en un texto académico iría una conclusión y una recapitulación, Martín Kohan ofrece ese juego de reordenamiento (que igual concluye y recapitula). Es un episodio refrescante, suena como el discurso del general que conoce bien un mapa y nos explica qué pasaría si un contingente entrara por el norte, otro atacara por el sur o si se cerraran filas en el oeste. Sobre la tecnología, esto se desprende si se habla desde Moscú; sobre el azar, esto otro si lo vemos desde Nápoles; sobre la memoria, si atendemos desde Berlín; sobre los desplazamientos, si se hace desde París. Diarios de Benjamin, memorias, artículos, ensayos y discursos radiofónicos (pero también una abundante bibliografía secundaria) se unen aquí, bajo una mirada heterogénea, gracias a la estrategia conceptual de una “zona”. Y aunque la cruz dibujada sigue teniendo una punta desproporcionada, París, la propuesta de lectura de Kohan ayuda a expandir nuestra visión del inagotable Walter Benjamin.

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