Se me ocurre que si yo trabajara en una librería, y se me permitiera organizar una mesa de acuerdo con un interés reciente (y no con una coyuntura o una tendencia editorial), pondría algunos libros de Roberto Bolaño, otros de Enrique Vila-Matas, algunos títulos conocidos de Sergio Pitol, Retales de Juan Rulfo, El color favorito de Valeria Tentoni; de haber, también pondría alguna antología de entrevistas de la Paris Review… En fin, ahí tengo mi lista: la idea sería armar un atlas de los títulos que fuera recordando por su aire de familia, para bien y para mal. Dos temas fuertes los atravesarían: el trabajo de los escritores y cómo se hacen escritores.
Esto no podría ocurrir en una librería normal, pues varios de estos libros ya no circulan, y creo que ya sabemos cómo funcionan las mesas de novedades (o temáticas). Por descontado, habría alguno de Emmanuel Carballo, por decir algo, otros títulos de la editorial Gris Tormenta, y las condiciones materiales me permitirían poner Dinero y escritura, que tiene título como de Gabriel Zaid pero es de Olivia Teroba. No he podido leer este último y circula bastante, pero en esta mesa imaginaria me gustaría poner unos que sí leí y circulan poco: Poesía y desempleo y Poesía morosa, de Xitlalitl Rodríguez Mendoza (el primero incluye un ensayo que escribió con Atahualpa Espinosa); los recomiendo. Se me ocurre ahora que sólo algunos libros se venderían, sería más un mapa mental que una oportunidad de venta.
Este texto no es una mesa caprichosa, así que tendré que contentarme con escribir sobre dos reediciones que aún pueden encontrarse en librerías del país: Hambre, de Knut Hamsun, y El ángel literario, de Eduardo Halfon. La primera es originalmente de 1890, pero la editorial xalapeña Aquelarre acaba de sacar una nueva traducción directa del noruego, a cargo de Zarina Martínez Børresen, también autora del prólogo. Hace veintiún años Anagrama publicó El ángel literario y, para quienes se lo perdieron y no lo habían leído, como yo, ahora podemos leerlo gracias a la madrileña Los Tres Editores. Ambos títulos sirven para discutir la cuestión del trabajo y las condiciones materiales del escritor, y cómo alguien se vuelve escritor o se obstina en una disciplina artística. Hamsun no consideraba Hambre una novela, sino una especie de crónica o recuento autobiográfico de sus años de juventud (cuando, en efecto, entre artículo y artículo publicado, enloquecía de hambre mientras deambulaba como muerto en vida por las calles de Oslo –entonces Christiania). El ángel literario es un ensayo que indaga en cómo los escritores se cuentan sus mitos fundacionales, pasando lista por gente que conoce, que admiró, y por su propia experiencia (como ahora es típico, el ensayo combina narrativa con entrevistas y reflexión).
Quisiera volver momentáneamente a mi mesa de sugerencias para hablar de la inquietud que la lectura de ambos libros me provocó. El de Hamsun sigue sosteniéndose como una buena novela moderna (y que, como explica Martínez Børresen, tuvo una influencia singular en la obra de Juan Rulfo). Pero el de Halfon me hizo pensar que una mesa de sugerencias, por más aspiraciones de atlas mnemotécnico que tenga, corre el riesgo de parecerse a uno de esos árboles de Porfirio con los que los algoritmos ofrecen contenido. Quiero decir: se trata de un libro profundamente derivativo, con marcas de su época (de allí que en la mesa se incluyan libros de Bolaño, de Vila-Matas, de Pitol). ¿Te gustó Bartleby y compañía? Te sugerimos El ángel literario de Eduardo Halfon. ¿Disfrutaste viendo Hormiguitaz de DreamWorks? Otros consumidores han visto también Bichos, una aventura en miniatura, de Pixar.
Hace algunos años un par de jóvenes me consultó porque querían lanzar una especie de Netflix de los libros. La idea, precisamente, era crear anaqueles digitales que se llenaran de títulos relacionados entre sí. No eran tontos pero sí emprendedores: cuando les dije cuánto les cobraría por algo así, en dos esquemas distintos, uno rápidamente sacó su calculadora y dijo que lo iba a pensar. ¡Sigue pensándolo! Nunca volvieron a buscarme y hasta donde sé no lanzaron su Netflix de libros. Pero no importa porque luego, felizmente, conseguí chamba como periódico viejo que revolotea sobre el respirador del metro, acá sobre Félix Cuevas.
Mi punto es el siguiente: se nota un trabajo mal hecho, barato, cuando a un éxito le sigue un producto similar. Digan lo que quieran de las novelas de Houellebecq, pero cuando Anagrama publicó Mamíferos de Pierre Mérot en 2004, presentándolo como “el Houellebecq de este otoño”, lo condenaron al olvido (si uno da clic al título en el catálogo en línea de la editorial, encontrará que aparece la sinopsis de una novela de Marie Darrieussecq). En otros términos: se nota cuando un escritor descubre algo nuevo y, en lugar de imaginar cómo podría escribir novedosamente, decide que él también quiere ser novedad. Aún así celebro que Los Tres Editores haya reeditado El ángel literario, pues me hizo apreciar Hambre aún más. Es, además, un documento que permite recordar con extrañeza la primera década del siglo, cuando tantos libros me entusiasmaban.
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