martes, 26 de agosto de 2025

Silvana Estrada: conjurar los adioses

Al conjurar se dice adiós y se exorciza el desconsuelo. También se invoca, se suplica. Es un ruego. Que este dolor que tengo se vaya, o que la vida me regrese lo que me quitó. El conjuro también es una catarsis, un juramento y el ritual que celebra una cantora. Silvana Estrada (Xalapa, 1997) lanza su nuevo disco, Vendrán suaves lluvias, como una promesa. Todo mejora, sí, pero también mucho ha pasado y no puede esconderse. En un poema de Sara Teasdale encontró el nombre y el motivo. La poeta estadounidense escribió que un día, después de la guerra, sólo quedaría la naturaleza: “There will come soft rains and the smell of the ground / and swallows circling with their shimmering sound.

Silvana Estrada conjuró sus propias pérdidas para renacer. En este disco se desprende de un amor, dice adiós a un amigo, lamenta la muerte de otros. Si en Marchita (2022) todo estaba bajo tierra, con las lluvias germina la ilusión. Como dice en sus letras, cantar es la única manera de entender. “Todo este viaje, todos estos adioses que se van construyendo a lo largo del disco –que son adioses que fueron sucediendo a lo largo de mi vida–, de repente llegan a este momento, a este conjuro, de asumir un poco la pérdida y de seguir adelante”, dice la cantante a La Tempestad“Es mi exploración de lo contrario [de Marchita], de cómo puedo tratar todos estos temas con humor, con ligereza; cómo puedo hablar de la muerte desde la hermosura y desde la belleza; cómo puedo hablar del duelo, del enojo, desde el movimiento y desde el juego”.

La composición de algunas canciones inició en la pandemia, entre noches de ansiedad, insomnio e introspección: “Fue un momento súper duro y a la vez súper hermoso. Me permitió pasar tiempo conmigo, viajar, digamos, hacia adentro, hacia mí. En la infancia uno convive muy bonito consigo misma, pero ya de adulta es difícil encontrar esos momentos donde realmente puedes mirar hacia adentro con la claridad con la que miré en esas épocas de pandemia”.

A partir de ahí, la veracruzana trabajó durante tres años en el nuevo disco, que lanzará el 17 de octubre y que, en el contexto de su salida, le ha asegurado presentaciones en Bogotá, Madrid, Zúrich, Viena, Oslo, Estocolmo y Nueva York. Llevará su brisa también a Tijuana, Querétaro, Oaxaca, Guadalajara, Monterrey, Ciudad de México y su natal Xalapa. Lo produjo ella misma, como se le dice escuetamente al proceso de grabar las canciones, agruparlas en un mismo universo estético, identificar qué elementos existen, cuáles son los paisajes sonoros y conceptuales, despejar las dudas y, además, pagarlo todo con su propio dinero.

“Todo este viaje, todos estos adioses que se van construyendo a lo largo del disco –que son adioses que fueron sucediendo a lo largo de mi vida–, de repente llegan a este momento, a este conjuro, de asumir un poco la pérdida y de seguir adelante”: Silvana Estrada

Y entre tanto trabajo, o quizá desde mucho antes, encontró que, si en la vida los duelos nunca son lineales, tampoco lo son en este disco. Los vientos y las cuerdas de pronto se hicieron frenéticos, y luego la calma vuelve con los arpegios en su cuatro y su guitarra. No había que contener las emociones ni amarrar los temas. En Vendrán suaves lluvias Estrada habla sobre volver a ella misma, de las renuncias generosas y a favor de otros, del enojo y lo difícil que resulta tragar las decepciones. Habla de la muerte, de la vida y del acto de extrañar a los que ya no están. “Cómo será de hermosa la muerte que nadie ha vuelto de allá”, canta en “Un rayo de luz”.

Silvana Estrada dividió el álbum en dos. La primera parte del disco es emocionalmente vertiginosa, volcada totalmente al dolor: “Es como la locura de no saber qué va a pasar y al mismo tiempo hay momentos de hiperalegría, de hiperenergía”. Aparecen canciones como “Dime”, “Lila Alelí” y “Flores”. En el lado B, donde aparecen “Como un pájaro”, “No te vayas sin saber” y “El alma mía”, se exploran las pequeñas reconciliaciones y aparecen las suaves lluvias, esas que alimentan las semillas, que dan calma, quizás entendimiento, pero siempre esperanza.

Silvana Estrada

Silvana Estrada retratada por Jesús Soto Fuentes

“Mi mejor amigo acababa de morir, yo estaba súper bloqueada, no podía componer, tenía la presión de hacer un disco y no podía, no sabía cómo, y me acuerdo haber pensado: ‘Bueno, no voy a perder la esperanza porque al final siempre me va a quedar la primavera’. Siempre va a quedar algo, y pienso en Cortázar: ‘La esperanza le pertenece a la vida’. Sólo a ella obedece. Quería hacer un disco así, que me devolviera la esperanza, por más pequeña que sea, por más graciosa, por más risible que sea”.

“A veces siento que hay que ver el dolor y aceptarlo, no para no dejar de sentirlo sino para que se vuelva parte de uno, que pueda caminar contigo. Lo malo de bloquearlo, de no sentirlo, es que luego es una piedra muy pesada que hay que cargar”: Silvana Estrada

Silvana Estrada para ahí, en esa incómoda frontera que, aunque invisible, es clara: no estás en un lugar ni en otro, o quizás estás en ambos. Y la cantante no intenta saltarla, rodearla ni atravesarla. Está ahí para descubrir el optimismo en medio de la despedida, lo irrisorio en el enojo, la ternura en lo adverso. Ya lo había hecho antes. Cuando lanzó “Si me matan”, hace cuatro años, señalaba la violencia de género y los feminicidios en el país, pero también era un canto a la esperanza. Algo que dolía tanto también era un bálsamo, como quedó escrito cuando tomó dos sillas y cantó este himno ante distintas mujeres. Fue consciente de esa frontera y la adoptó, explica, por crecer en Veracruz cuando la violencia que aún hoy azota a México empezó a desbordarse. Su estado fue uno de los más golpeados. Pero ante la violencia, la fe.

“Creo que muchas mujeres y muchas personas en general de este país comparten este sentir, y yo tengo un afán de no perder la esperanza, de ver qué cosas pueden cambiar, de poder hablar desde la herida y consolar y consolarme. Y poder ver también la belleza que hay ahí, en el dolor, para no tener que cargarlo. A veces siento que hay que ver el dolor y aceptarlo, no para no dejar de sentirlo sino para que se vuelva parte de uno, que pueda caminar contigo. Lo malo de bloquearlo, de no sentirlo, es que luego es una piedra muy pesada que hay que cargar y lo peor es que hay que fingir que no la estás cargando y se vuelve cinco veces más duro”. Conjurar es soltar las amarras, desprenderse de la piedra. Es un ritual que una cantora celebra. Y es, por último, una promesa: vendrán suaves lluvias.

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