viernes, 12 de septiembre de 2025

El libro, pequeña obra de arte

Gloria Gauger (Montreal, 1958) es directora de arte de la editorial madrileña Siruela desde 1990. Entre 2001 y 2011 colaboró también con los sellos Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores y El Cobre. Si bien ella se considera más una pintora que una diseñadora, su profundo conocimiento de la disciplina la ha convertido en una de las diseñadoras editoriales más destacadas. La elegancia y el gran valor artístico de su trabajo queda reflejado en cada una de las colecciones de Siruela. Su obra pictórica ha sido expuesta en galerías de Barcelona, Madrid, Fráncfort y Wiesbaden. Hablamos con Gauger de los entresijos de su labor en el campo editorial, que tanto se acerca al arte.

Écfrasis era el término que se usaba en la Grecia antigua para indicar el procedimiento retórico que consiste en traducir en palabras las obras de arte. Para Roberto Calasso la imagen de la portada de un libro es “una écfrasis al revés”. ¿Qué te parece la definición del editor italiano?

Estoy de acuerdo con Calasso: la portada de un libro debe reflejar su contenido. Sin embargo, este propósito admite múltiples interpretaciones, todas ellas orientadas a despertar en el lector el deseo de adquirirlo. El diseñador dispone de diversos recursos –imagen, color, tipografía, maquetación e ilustración– para lograr lo que yo llamo “sugestión razonada”: revelar el libro, visualizar su contenido y contar una historia a través de una imagen que sirva de puente entre el autor y el lector. Diseñar portadas es una tarea apasionante. A lo largo de mi vida he creado miles, y en algunas he logrado fusionar todos estos elementos, siempre con la convicción de que el impacto visual es clave para el éxito de un libro.

“Mi trabajo consiste en dar forma a los libros que publica Siruela, en estrecha colaboración con su equipo editorial. Hablamos con autores, agentes, distribuidores y libreros para comprender sus necesidades y expectativas”: Gloria Gauger

En la página de créditos de los libros de la editorial Siruela apareces como responsable del diseño gráfico. ¿Puedes contarnos en qué consiste tu trabajo?

Mi trabajo consiste en dar forma a los libros que publica Siruela, en estrecha colaboración con su equipo editorial. Hablamos con autores, agentes, distribuidores y libreros para comprender sus necesidades y expectativas. Nuestra labor –la de Elena Fernández, María Belloso y la mía, como responsables del diseño gráfico– es escuchar primero a las personas involucradas en el lanzamiento de un libro y decidir cómo satisfacer las demandas que nos presentan. Investigamos el enfoque de otras editoriales extranjeras cuando han publicado el mismo título, seleccionamos las imágenes más adecuadas, estudiamos tipografías, colores y maquetaciones, y en ocasiones valoramos la colaboración con ilustradores. Con estos elementos creamos varias propuestas de portada –dos, tres, a veces más– que presentamos a Ofelia Grande, nuestra directora, y a los editores, Julio Guerrero y Ana Laura Álvarez. Juntos decidimos cuál es la mejor opción. El trabajo en equipo es esencial. Editar un libro es un proceso complejo en el que distintas piezas deben encajar en un todo armonioso.

Siruela

Al igual que otros diseñadores, como Leonard Beard o Perico Pastor, compaginas tu trabajo con la pintura. ¿Qué aporta el elemento artístico a tus diseños?

Me considero más pintora que diseñadora. Para mí pintura y diseño son dos mundos próximos; no concibo el uno sin el otro. Mi trabajo como diseñadora siempre ha estado influido por la pintura y admiro especialmente a los constructivistas rusos por su visión integral del arte. Los libros diseñados por Ródchenko, Lisitski, Tatlin, Lavinsky, me parecen extraordinarios. También me interesa el dadaísmo y el expresionismo abstracto, en particular Kandinsky. Pintores como Caravaggio, Miguel Ángel, Velázquez, Rubens, Giorgione, Piero della Francesca, Courbet, Monet, Twombly, Rothko o Barceló han sido una referencia en mi obra plástica, que me gusta definir como orgánica.

Mis cuadros nacen de una imagen que me inspira y sirve de hilo conductor. La imprimo sobre tela, la monto en madera y, a partir de ahí, comienzo a pintar. Mi técnica es mixta e incorpora materiales diversos: telas, objetos, hojas, flores y, sobre todo, agua. La pintura ha condicionado mi manera de diseñar. Se refleja en mi elección de colores y sus matices, en los juegos de luz, en mi fascinación por la naturaleza y, en última instancia, en mi empeño por hacer que cada libro sea un objeto bello.

Trabajaste en la agencia publicitaria J.W. Thompson, en Fráncfort, antes de incorporarte al mundo de la edición. ¿Qué puntos de conexión has encontrado entre el mundo de la publicidad y tu trabajo como diseñadora para una editorial?

Entre 1979 y 1984 estudié Comunicación Visual en Mainz y Bellas Artes en esa misma ciudad alemana y en México, en un entorno donde se privilegiaba el desarrollo artístico. Fue una etapa fundamental en mi formación. Con Hans Peter Willberg, un tipógrafo excepcional, aprendí que las letras tienen vida propia, influyen en la lectura y son esenciales en el diseño gráfico. Mi ídolo en aquel entonces era Willy Fleckhaus, un hombre de imaginación desbordante que me enseñó a distinguir lo esencial de lo accesorio; para él un diseño debía capturar el alma del objeto representado. También recuerdo el viaje a Italia con nuestro profesor Roland Sigrist, donde estudiamos los palacios palladianos de Venecia, la arquitectura de Florencia, las esculturas de Miguel Ángel y la pintura de Giotto, Mantegna y Piero della Francesca. Sigrist tenía una visión integral del diseño, creía que un diseñador debía saber de todo: música, literatura, arquitectura, pintura…

“La pintura ha condicionado mi manera de diseñar. Se refleja en mi elección de colores y sus matices, en los juegos de luz, en mi fascinación por la naturaleza y, en última instancia, en mi empeño por hacer que cada libro sea un objeto bello”: Gloria Gauger

En 1984 comencé a trabajar como directora de arte en la agencia de publicidad J.W. Thompson. Fue una experiencia enriquecedora que complementó mi formación más orientada al diseño aplicado a la cultura. La publicidad, con su ritmo vertiginoso y su exigencia de inmediatez, me enseñó la importancia de interpretar rápidamente los deseos del cliente. Más tarde trabajé en la Ópera de Fráncfort diseñando carteles y programas de mano, a las órdenes de su intendente Michael Gielen, un director de orquesta extraordinario. Recuerdo a John Cage en la sala de ensayos, siempre con un cesto de setas en la mano, mientras se preparaban sus Europeras I y II. Tras el incendio de la ópera, Cage insistió en que las presentáramos en un edificio cercano que había quedado intacto. Y así lo hicimos.

Siruela

Cada editorial busca que sus libros tengan características propias. En el caso de Siruela, desde el punto de vista del diseño, ¿qué rasgos crees que la definen?

En Siruela creemos que un libro debe ser una pequeña obra de arte. Cuando un lector lo adquiere debe percibir que su diseño es el resultado de un proceso cuidadosamente meditado. Desde sus inicios Siruela ha mantenido tres principios fundamentales: singularidad –cada libro cuenta con un diseño único–, calidad y belleza. Estos valores fueron esenciales durante la etapa de su fundador, Jacobo Siruela, y siguen siéndolo bajo la dirección de Ofelia Grande, su actual propietaria, quien no solo ha permanecido fiel a ellos, sino que los ha llevado aún más lejos.

“Si no fuera por los diseñadores, ¿quién podría ocuparse de conservar, alimentar, dibujar, reproducir, actualizar, reinventar y mantener en perfecto y renovado uso el ancho zoológico tipográfico con el que se escriben novelas, se dictan manifiestos o se redactan tesis?”. Manuel Estrada hace referencia a un elemento fundamental en el libro: la tipografía. ¿Puedes hablarnos sobre el tipo de letra que utiliza la editorial? ¿Es el mismo para todas las colecciones?

La tipografía es un elemento esencial en la edición. En Siruela cada colección tiene su propia identidad tipográfica; no utilizamos la misma letra para un libro de aventuras juvenil que para uno de filosofía o ensayo. Es cierto que el aumento del costo del papel a veces nos condiciona, pero nuestro enfoque sigue siendo el mismo: elegir la tipografía más adecuada para cada libro, garantizando así una lectura fluida y armoniosa.

“La tipografía es un elemento esencial en la edición. En Siruela cada colección tiene su propia identidad tipográfica; no utilizamos la misma letra para un libro de aventuras juvenil que para uno de filosofía o ensayo”: Gloria Gauger

Cuando Siruela publicó Las diabólicas, de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, escribí una reseña para la revista El Ciervo. La editorial se puso en contacto conmigo para que no utilizara la portada que reproducía el cartel original de la película. Al poco tiempo apareció una nueva portada. ¿A qué se debió ese cambio? ¿Es complejo, en ocasiones, gestionar los derechos de determinadas imágenes?

Para cualquier editorial que se precie, respetar los derechos de autor es una obligación ética. Además, en la era digital, usar una imagen sin los permisos adecuados es un riego, ya que tarde o temprano puede generar problemas legales. En el caso de Las diabólicas cometimos un error involuntario al utilizar la imagen del cartel de la película basada en el libro, sin saber que no estaba libre de derechos. Como consecuencia, tuvimos que retirar toda la edición impresa y diseñar una portada nueva. No volveremos a cometer el mismo error.

Siruela

Una de las colecciones más emblemáticas de Siruela es Las Tres Edades. Como lectora, ¿qué títulos destacarías?

La colección Las Tres Edades fue creada por Michi Strausberg, una experta en el mundo editorial con una amplia red de conexiones internacionales. Si tuviera que destacar tres de sus títulos, serían: Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite; El mundo de Sofía, de Jostein Gaarder, y El diablo de los números, de Hans Magnus Enzensberger.

Italo Calvino, Robert Walser o Carmen Martín Gaite, de la que este año se cumple el centenario de su nacimiento, cuentan con su propia Biblioteca. En cada una de las portadas de sus obras se utilizan distintas fotografías de los autores. ¿Por qué decidiste destacar su imagen?

Jacobo [Siruela] tuvo una estrecha relación con Chichita, la viuda de Italo Calvino, quien poseía un extenso archivo fotográfico de distintas épocas de su marido y le sugirió que lo utilizara. Recientemente hemos renovado la Biblioteca Calvino con nuevas portadas extraídas del Model Book of Caligraphy del siglo XVI, mientras que los retratos han pasado a usarse como guardas. Este mismo criterio lo hemos aplicado en las bibliotecas de Carmen Martín Gaite y Clarice Lispector, si bien en la de Robert Walser hemos optado por conservar las portadas originales.

La editorial fue fundada por Jacobo Siruela en 1982. ¿Queda algo de su legado en la actual Siruela?

Todo sigue intacto. Cuando Jacobo fundó la editorial su objetivo era crear un sello propio donde pudiera desarrollar sus inquietudes literarias, publicando libros en los que forma y contenido se complementaran. Cuando Ofelia asumió la dirección en 2002 no sólo mantuvo vivo el proyecto inicial, sino que lo amplió, consolidando a Siruela como una de las editoriales independientes más destacadas en lengua española. El extraordinario éxito de El infinito en un junco, de Irene Vallejo, y La península de las casas vacías, de David Uclés –títulos que llegaron a nuestra editorial gracias a Ofelia y Julio Guerrero–, son dos ejemplos de la relevancia que Siruela ha alcanzado hoy.

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