La plataforma MUBI estrenó recientemente el documental Vice is Broke (2024), de Eddie Huang. El filme aborda el origen, el ascenso y la caída de un medio que definió, en los albores del siglo XXI, la contracultura en Estados Unidos. Cuando las revistas impresas aún eran rentables Vice aprovechó la irreverencia de su imagen y sus contenidos para vender publicidad y convertirse, con el paso de los años, en un medio valuado en millones de dólares. Pero con la aparente prosperidad llegó el colapso, y Vice no sólo perdió al público que le había dado fama sino que quedó congelada en el tiempo, en una época en la que Internet era un espacio de expresión para propuestas underground. La fundación de la revista en 1994 coincidió con el optimismo de esa década y pareció despegar con la llegada de los blogs, los videos en línea y los contenidos globales.
Al final del siglo XX y el inicio del XXI el espíritu de la época era de libertad y de una aparente desideologización. En octubre de 2000 la cadena MTV estrenó la serie Jackass, en la que un grupo de jóvenes se filmaban haciendo trucos peligrosos en bicicletas y patinetas; aparecían sobre todo lesionándose a propósito y haciendo bromas pesadas a sus amigos. La irreverencia iba acorde a los nuevos medios que aparecían gracias a la tecnología, la televisión por cable y la masificación de videos de todo tipo. La idea era la espontaneidad y, justo como dice una de las antiguas colaboradoras de Vice entrevistada por Eddie Huang, hacer lo que querían sin comprometerse con nada, divertirse, ser provocadores, escandalizar con artículos sobre sexualidad y jugar con ideas peligrosas como el racismo.
El “fin de la historia” de Fukuyama, la utopía en la que una sociedad volcada al capitalismo neoliberal iba directo al progreso lejos del fantasma del comunismo, parecía contagiar a la juventud de entonces, que expandía sus límites lejos de los prejuicios de antaño. Pero esos jóvenes, muchos de ellos absolutamente despolitizados, intoxicados por una cultura hedonista sin otra meta que la inmediatez, pronto sucumbieron a la falta de adrenalina y se entregaron, en el mejor de los casos, a la indiferencia o el nihilismo. La sociedad global, al menos en el llamado Occidente, se retrajo entendiendo que no había nada por qué luchar más allá del dogma del individualismo en el que el pez grande se come al pequeño. En el caso de Vice, después de algunos años de buenos documentales que registraron conflictos en varias partes del mundo, vendió su marca al corporativo Disney y se deshizo de buena parte de los creativos que habían innovado en la manera de crear contenido y noticias. En algunos casos, como el de Huang, quedaron a deber dinero. Sometido al fundamentalismo de ganancias cada vez más estratosféricas, Vice quebró y lo que quedó es apenas una sombra de la rebeldía de sus inicios.
Hay un aspecto interesante en Vice is Broke, que ejemplifica muy bien la ideología ultraderechista que se vende y entiende como “rebelde”. Uno de los fundadores del proyecto, Gavin McInnes, se convirtió –después de su salida de Vice en 2008– en creador de los Proud Boys, grupo neofascista ligado a Donald Trump. McInnes, además, se transformó en estrella de canales de derecha como Fox News, en los que difunde ideas reaccionarias sobre las mujeres o las minorías étnicas. La aparente irreverencia de los años de Vice explotaba del lado del discurso de odio para radicalizar particularmente a los hombres blancos estadounidenses. Una explicación de esta metamorfosis es que McInnes y algunos de sus compañeros en realidad nunca tomaron la contracultura como una crítica al statu quo, sólo era una válvula de escape para llamar la atención. Un hostigador simplemente se adapta a una ideología más propicia y, sobre todo, normalizada, como ocurre con el neofascismo actual.
Como afirma Eddie Huang, personajes como McInnes se vuelven figuras incendiarias que usan la controversia para sentirse poderosos, una actitud “punk” que encaja perfectamente en esta época, necesitada de la rebeldía que ya no encuentra en la política tradicional ni en las reivindicaciones solidarias de la izquierda institucional, pues ésta se ha entregado al poder económico, particularmente en Estados Unidos. Ahora la rebeldía consiste en encontrar chivos expiatorios para culparlos de sus males y pertenecer a grupos terroristas como los Proud Boys. Ya no se necesita la apariencia punk de antaño –chamarras de piel, corte mohicano, botas negras–, pues ahora los profetas de lo “políticamente incorrecto” como McInnes difunden su evangelio de odio vestidos de traje y corbata. Es, por supuesto, un guiño a la autoridad, pues un reaccionario es un nostálgico del antiguo orden que oprime a los débiles.
La rebeldía de derecha se agota porque está vacía, así que pronto tiene que buscar estrategias más radicales en el discurso y en la acción sobre el terreno para mantener activa a su base. Quizás esto no se tomaba en serio hasta que un grupo de trumpistas, comandando por los Proud Boys, asaltó el Capitolio el 6 de enero de 2021 dejando entre otras cosas un saldo de 5 muertos.
The post Rebeldes de derecha first appeared on La Tempestad.
from La Tempestad https://ift.tt/5qQAYSe
via IFTTT Fuente: Revista La Tempestad
No hay comentarios:
Publicar un comentario