Crónica radical de periodismo sensual que fluye como el cielo que contempla: irregular, cíclica, molecular. Reporteo de lo invisible: seguir las cosas tristes que nadie persigue. No ficción degenerada y performática. Excesiva, intensa, peligrosa. La traición de convertirte en lo que criticas. Misterio, nubes y jazz.
El color es de pronto el acontecimiento noticioso más importante de todos.
12 de enero en Ciudad de México.
Y no hay realidad más intensa que la del cielo.
Quiero narrar el hecho de que ahora la existencia de las nubes es más intensa que cualquier desgracia.
El comienzo es la suave discreción del viento.
Bastaría cualquier mínima destemplanza en su fuerza, temperatura o resistencia para disminuir la importancia del panorama.
Incluso lo enturbiaría su ausencia.
Pero el viento fluye bonancible a merced del poético enigma de la fragilidad celeste.
“¿Ya viste el cielo?”.
Desde las primeras claridades del alba, las personas no atinamos a decir otra cosa.
“¿Ya viste el cielo?”.
Quizá nunca cuatro palabras han sido más pronunciadas en la historia del universo.
“¿Ya viste el cielo?”.
*
A ver,
abombadas nubes níveas
que parecen caramelizadas
levanta la cabeza
largas nubes plúmbeas
que parecen espadas
y dime:
¿En el futuro de este cielo hay tormenta o calma?
El misterio en la distribución de estas nubes es perfecto porque nada revela.
Tranquilidades o tragedias nada son ni nada pueden contra el equilibrio de su existencia definida por el
polvo
como concepto genérico para designar también otras partículas microscópicas que lo habitan
polen
sal marina
Realidades cromáticas y realidades atómicas.
*
El periodismo narrativo algo debe estar haciendo muy mal.
Su existencia tóxica es odiosa.
A pesar de que hemos abandonado diarios y revistas, el influjo de las crónicas que ahí se publican termina por filtrarse en nuestros teléfonos en forma de posts y cadenas
que nos transmiten
angustia
MIEDO
desesperación
FOMO
ansia
que desde temprano cada mañana cubren parte de nuestros pensamientos en áreas muy precisas de nuestro cerebro relacionadas con parálisis y tedio, pero ahí permanecen increadas, pedazos de sombras, sin ser nunca nada más que principios de asfixia.
*
En el cielo las nubes han comenzado a disolverse.
Ugh.
Va de nuevo:
En el cielo las nubes se transforman.
transformaciones cromáticas
extenso níveo
denso
hacia
suelto
plúmbeo
d
i
s
p
e
r
s
o
transformaciones gráficas
solía ser unidad,
parecía…
¿rectángulo mal hecho con cuerno de carnero?
pero sus dos elementos estaban juntos
…ahora…
todo es discontinuo:
me faltan referencias,
aunque me gustan mucho los cuerpos de agua,
así que en esta nueva existencia de la nube
veo el
t
r
a
z
o
d
e
u
n
m
e
a
n
d
r
o
de un río que da la vuelta alrededor
de una montaña.
O también otra opción posible es
compararla con las imágenes
que muestran desde muy lejos a las
galaxias.
*
Crónica:
Herramienta para narrar la realidad.
¿Y a qué se dedica la industria de la no-ficción mexicana?
A escribir historias de superhéroes.
¿Periodista? Ah, entonces conoces la gran crónica latam. Esos cabrones sí son valientes y no mamadas. Uno se metió entre los zetas y fue con un chavo sicario. Imagínate. Comenzó a hacerle preguntas duras: ¿cómo descuartizas?, ¿qué herramientas usas?, ¿te pones hasta el pito antes? Imagínate, este cronista, que se llama
(inserte aquí el nombre del gran cronista latam de su preferencia),
se metió a una de esas ciudades donde sólo manda el narco, donde no entra la policía. Entonces está completamente vulnerable, a merced del crimen organizado, que lo puede asesinar en cualquier momento. Y si este cronista se está arriesgando es por nosotros.
*
El influjo que el cielo tiene sobre nuestros sentimientos es inexorable.
cielo protector
no para Kit Moresby
cuando está encapotado
cielo trágico
cuando el alba está cerca
y sigue
g
o
t
e
a
n
d
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
o o o o o o o o o o o o o o
*
Si este cronista se está arriesgando es por nosotros. Para explicarnos esta realidad de brutalidad que todos deberíamos entender. Así que para protegerse debe hablar las netas como ellos las hablan, nada de entrevistas a modo o correctas. Le pregunta, así, al chile: ¿te pones hasta el pito antes de descuartizar a una persona? Y el chavito sicario siente confianza y se lo suelta. Le cuenta qué herramienta usa para ir haciendo cortaditas en la córnea y cómo, con unas pinzas de esas para manipular cables eléctricos, pone a prueba su fuerza con el reto de hundir un estómago con una punta chata mientras escucha en Spotify una playlist que se llama “música banda para acompañar tu carnita asada”.
*
El cielo también nos instala en los nervios raras fantasías de una sensualidad extravagante y cochina.
De pronto, la visión de dos nubes ovaladas me hace sentir que las tomo en la mano, estrello suavemente contra la pared de la regadera, únicamente para abrirles una grieta, y mientras el agua caliente escurre sobre mi nuca ladeada comienzo a quitarles la cáscara.
*
Hay otro cronista famoso que se hizo pasar por pederasta creo que en África y pagó por estar con un niño y cuando se sentó con él en la cama le comentó que sólo quería entrevistarlo, y pues describe cómo en un país hermoso, de paisajes que quitan el aliento, puede existir lo peor de la putrefacción humana. Lo cuenta crudo, pero bien poético, o sea te describe el agua turquesa, sacada de una maqueta, y arriba cuervos; los campos de arroz preciosos, blancos, mientras abajo de ellos se oxidan los cadáveres de jovencitos que murieron desangrados por el ano después de que sus madres los vendieron a sus violadores y asesinos. Todo bien periodismo literario, ¿ves?
*
Claro, el influjo que sobre nuestros sentimientos ejerce el cielo es una cuestión de percepción.
Bajo el influjo de un cielo protector Kit Moresby fue destruida.
Bajo el influjo de un cielo trágico yo fui concebido.
Meras apariencias.
La inexorabilidad de la presencia del cielo sobre nosotros es lo importante.
Una especie de destino.
El cielo como representación de lo divino.
Nos oxidamos, es inevitable.
Mientras tanto lo mejor que podemos hacer es seguir la voz de las nubes,
silenciosas diosas suaves.
*
Por cómo me miras veo que no estás convencido. Pero mira: a ti que te gusta la música, voy a buscarte un ejemplo que entiendas. Piensa en esas construcciones narrativas de la ópera verista, como cuando Puccini contrapone dos escenas:
1) Scarpia chantajea a Tosca (tu amado Cavaradosi salva la vida si dejas que te coja).
Mientras en el cuarto de junto:
2) Torturan a Cavaradosi y sus gritos de dolor retumban en la estancia donde Scarpia le acaricia las tetas a Tosca.
Ya sabes bien efectistas, bien evidentes, bien eficaces con la explotación del morbo para llamar la atención. ¿Qué piensas?
Esta narrativa sólo interesa a gente muerta.
Las grandes narrativas fálicas de lo grande le interesaron a nuestros abuelos y padres. Nunca a nuestras abuelas y madres.
Tampoco a nosotros, que despreciamos las estruendosas voces de los dioses terribles para seguir voces de silenciosas diosas suaves.
*
12 de enero, 14:05 hrs en Ciudad de México.
Carmen publica en Instagram, junto a una foto del cielo:
¿Qué pedo?
Me desperté endeudada, odio a mi jefa, sintiéndome gorda, y de pronto, pum, todo está bien de nuevo con este cielo de enero.
Ahora coloquemos a
(nombre de cualquiera de esos
grandilocuentes hombres
que en México
publican crónica)
ante el misterio de las nubes.
¿Cómo responden ante una realidad sensual?
Mandan a otro reportero superhéroe a cubrir la ruta del narco para que nos intenten explicar, de sus fálicas y grandilocuentes maneras, por qué la brutalidad de estos terribles días mexicanos es lo que más nos tendría que importar.
Editores y editoriales han sido incapaces de detener estas miradas posesivas, ambiciosas y violentas.
¿Poderosos hombres? cuya única manera de ¿mantener su poder editorial? es replicar lo que aprendieron que es un deber ser.
Periodistas que no miran al cielo.
O si miran al cielo, el cielo les da miedo.
*
La no ficción tiene un compromiso con la imaginación y la magia.
Se trata de activar lo real, no de explicarlo.
Activar el color.
Activar el sonido.
Activar el calor.
Activar el frío.
*
Es más fácil narrar el terror que la ternura.
Es más fácil narrar la denuncia que el amor.
*
Las nubes sin agua tienen dos nombres según su forma.
Cirros:
altas, transparentes y esbeltas.
Parecen
m
e
c
h
o
n
e
s
Estratos:
planas, uniformes y sin definición en los bordes.
F
i
g
u
ras
abs
¡trac!
¡tas!
Y de la abstracción, las nubes estratos pueden convertirse en nubes altoestratos (traslúcidas, grisáceas y extensas) y entonces ya se vuelven agoreras de futuras precipitaciones.
Imaginemos ahora que la humedad atmosférica se calienta y que las corrientes de aire ascienden y que es mayo en vez de enero.
Imaginemos que estas nubes sin agua se convierten en nubes con agua, específicamente en nubes de tormenta, que se llaman:
Cumulonimbo:
Crecimiento vertical.
Parte superior con forma de yunque. Su tonalidad oscura puede alcanzar los territorios del negro.
Existencia promedio: entre los 30-65 minutos.
Intensidad desbocada:
rayos, truenos, tornados y descargas eléctricas.
Su furia máxima podría tirar aviones.
Imaginemos entonces que comienza a llover.
Gotas: moléculas móviles que explotan cuando chocan.
La naturaleza ruidosa del agua es algo que me encanta.
*
Recuerdo que era sábado.
Habíamos ido al teatro. Tuve una breve participación al final de la pastorela. Al descubrirse el engaño del diablo yo tenía que despegarme del regazo de una pastora y correr hasta él para jalarle la cola.
Pero también lo pateé en la espinilla.
El demonio gritó de dolor y en el coche de regreso mamá y papá se reían de que hubiera sido real mi furia.
Tenía cinco años.
Quería acabar con el mal.
Las gotas comenzaron a caer cuando me metí a la cama.
Es mi primer recuerdo sonoro.
La casa de mi infancia tenía un techo de policarbonato que cubría el pasillo entre mi cuarto y el patio.
Un estruendo cariñoso.
Transmitía protección, nunca peligro.
La lluvia nocturna se convirtió en mi secreto hermoso.
Lo recibía en el cansancio y me sumía en un estado cercano al misticismo.
Recuerdo también haberme sentido atravesado por la belleza a causa del agua.
Habría tenido 12 o 13.
Entonces la gran novedad en mi vida eran las primeras masturbaciones.
La lluvia de esa noche: lenta y continua, aguda, insistente.
Eyacular siempre terminaba por ponerme triste.
Algo relacionado con estar vivo.
Y no entenderlo.
De pronto, la posibilidad de estar dentro de otro cuerpo.
Un orgasmo y semen en mi mano.
El misterio del erotismo hacía que el corazón se me hundiera de acedia.
Ser vida que no entiende el porqué del cielo.
Ni la razón de la lluvia.
A pesar de no entenderla, con el pensamiento me acerqué a la existencia de las gotas.
A su existencia más tranquilizadora:
Su existencia sonora.
Creo que llovió toda la noche.
Por primera vez pude fantasear con el coito y eyacular libre de tristeza.
Me dormí contento.
Algo relacionado con la protección del cielo.
Con la idea de que iba a volver a llover.
Quizá mañana, seguro alguna vez.
Algo relacionado con la tranquilidad de pensar en el retorno del agua.
Con el cobijo de lo cíclico.
Cuando desperté seguía lloviendo.
Durante mi luto por haber dejado de ser niño el consuelo me lo dio la lluvia nocturna.
Y ahora, tanto tiempo después, cada vez que veo el cielo siento un poco de ese agradecimiento.
*
Pero ahora no está lloviendo.
Aunque tampoco diría que el cielo está seco.
Entre humedad y aridez, habita el interregno.
Ni fecundo ni marchito.
Es un cielo tan hermoso que resulta ofensivo querer imaginarlo distinto.
Quisiera poder entregarme a su influjo sin imaginar nada más.
Ser bajo este cielo piel atravesada por nervios.
Ya no simiesca inteligencia.
Mera sensación.
Sin insistir en imponerle algo que no es.
Algo que no tiene.
*
Meditar a través del cielo.
Eso quiero.
Emprender la fantasía sensual de diluirme.
*
Y, sin embargo, ahora mismo vuelvo a caer.
Me contradigo así como respiro.
Imaginemos que la temperatura de la tierra comienza a descender. Que baja mucho. Tanto que la configuración molecular de las nubes se transforma y comienzan a tirar hielo.
Acabo de leer en Imposible decir adiós tres cosas que me hipnotizan.
1. Es suficiente una ceniza para crear un copo de nieve.
2. Y cuando la nieve cae aumenta su volumen, y para llegar al suelo puede demorar una hora en su descenso.
3. La nieve es tan liviana a causa de que los espacios vacíos absorben y encierran el sonido, y que esa es la causa del silencio que se produce cuando nieva; que las distintas superficies de los cristales reflejan la luz en incontables direcciones, y que por esa razón no retienen ningún color y se ven blancos.
El cielo como posibilidad absoluta de silencio.
*
Y supongo que es eso:
La gran tradición de la crónica latam nos impone estruendosos dioses terribles.
Sin saberlo (esperemos) trabajan para que nuestros días se llenen de asfixia.
El periodismo sensual busca lo contrario.
Sirve a voces de silenciosas diosas suaves.
Como este cielo, que no tiene nieve ni tiene agua.
Que no es demasiado frío ni demasiado caliente.
Con nubes que no están demasiado altas ni demasiado bajas.
Se está haciendo tarde.
Las 17:47 hrs.
El ocaso se acerca.
*
De pronto es obvio:
Ante la contemplación del cielo el periodismo narrativo sólo puede tener una obligación:
Ser jazz.
Librarse de cualquier estructura.
Fluir degenerado.
Servir a las emociones.
Convertir crónica en colapsos sensuales.
Y siempre buscar el lugar donde las cosas se ocultan.
¿Quién decide el derrumbe?
Y luego buscar el lugar donde las cosas pueden ser nuevas otra vez.
*
Los primeros rojos aparecen.
Pero no lo son.
Supongo que lo mejor es sincerarme:
Son colores que no conozco.
Hago un esfuerzo:
Supongo que algo tiene de frambuesa.
Pero no el color de la fruta como tal.
Más bien cuando la estrujo y los dedos se me manchan.
Pero ahora ya está siendo otro.
Nadie nos enseña a entender la realidad de los colores.
La existencia del cielo es un interminable ciclo de distintas combinaciones cromáticas efímeras.
No tiene miedo de que el desequilibrio lo rompa.
*
Una persona periodista se cree tan poderosa que jura derribar a un presidente.
Eso es lo que de la realidad le importa.
Y no mira el cielo.
O mira el cielo, y el cielo le da miedo.
Y otra persona periodista, mentiras esnifa cocaína, escribe un libro sobre cómo el tráfico de droga es lo que define la identidad de América Latina.
Y no mira el cielo.
O mira el cielo, y el cielo le da miedo.
*
El periodismo sensual acarrea el peligro de lo ridículo y extraño.
También de lo excesivo.
Es raro y adorable.
Porque si ante la realidad no te interesa construir explicaciones, ¿de qué vas a escribir?
De sensaciones.
Y los periodistas que no miran el cielo, o que lo miran y el cielo les da miedo, llenan nuestros teléfonos con pedazos de sus crónicas bravuconas.
Pero nosotros, con nuestros teléfonos, ¿qué compartimos?
¿Enlaces a sus grandilocuentes crónicas bravuconas?
No.
Lo que compartimos son fotos del cielo.
Al que miramos.
Y sentimos asombro, no miedo.
*
El cielo es real.
A pesar de ser tan grande resulta abarcable.
No vemos su final pero sí sus bordes.
Quizás es la realidad más evidente que tendremos a lo largo de cada una de las noches y días de nuestras vidas.
Nunca rebasaremos sus límites.
Eso ¿nos tranquiliza?
*
Mandamos nuestras fotos del cielo a gente querida.
Y nos llegan las respuestas:
Más fotos del cielo.
*
Las miramos y las fotos del cielo nos provocan asombro, no miedo.
*
Estas polícromas nubes que ahora, tan cerca del ocaso, parecen flores.
Nubes color hibisco.
Nubes color cereza.
*
Ya se oscureció el rojo.
Polen, ceniza, sal marina y polvo.
Bajo este cielo casi negro es mucho más fácil ser tiernos.
Un periodismo sobre absorción del sonido.
Un periodismo sobre retención de luz.
¿Qué podemos ante la realidad del color?
Y si pudiéramos ¿para qué querríamos poder algo contra eso?
Un cielo puede ser refugio contra el desamparo.
Un periodismo sobre eso.
El periodismo sensual busca proteger todo lo que amamos.
Proteger el sonido.
Proteger el color.
Proteger el cielo.
*
Escribir historias como ésta, que nos ayuden a mirar al cielo y sentir asombro, no miedo.
*
nubes color
lavándula
que despegan
y abren alas
mariposas
nubes color
malva
que se estiran
y humean
cigarros
nubes que se
queman
y huelen a
canela
*
Lo único que sabemos es lo que sentimos.
Sentir es lo único que podemos explicar de la realidad.
*
Supongo que si existió y existe una crónica que nos acostumbró a la brutalidad y leerla nos asfixia también puede existir un periodismo que nos acostumbre a la ternura.
Al final de cuentas el pensamiento es vulnerable.
Se puede moldear a través de la insistencia.
Insistamos en la belleza.
En narrar las cosas tristes que nadie persigue.
*
Las nubes se han desgastado.
Aunque quizá el problema está en mis ojos.
Las veo grises, meros contornos.
El sol ha desaparecido.
Sus reflejos ya son un poco más brillantes que el gris.
No encuentro la luna.
La imagino ancha y plateada.
De alguna forma primitiva, sería exacto decir que el cielo se ha ido.
Pero va a regresar.
Para ser el mismo sonido, los mismos átomos y el mismo color.
Mañana.
*
Ahora sólo es la noche.
Que es algo muy distinto al cielo en mi imaginación.
*
Ya todo es desequilibrio.
Sombras.
Viento frío.
Enigma.
*
La ternura es nuestro don.
*
Como cronista me enseñaron a siempre preguntarme:
¿Cuál es el acontecimiento noticioso más importante de todos?
Al escribir no-ficción la realidad es lo único que hay.
La forma en que la gran tradición de la crónica latam lo aborda es usando la palabra “límite”:
“Debes limitarte a la realidad”.
Pero ¿cómo pedirles que sean menos estúpidos?
Son periodistas que no miran el cielo.
O si miran el cielo, el cielo les da miedo.
Hoy nada hay más importante que el cielo.
El color ha sido el acontecimiento noticioso más importante de todos.
*
Ahí, al fondo del cielo, por fin, aparece la luna.
Le veo forma de ojo.
Ahora sí el cielo y la noche pueden ser en mi intimidad por fin unidad.
*
Bajo este cielo nocturno, la activación de la realidad más elocuente que podemos hacer es darnos y recibir placer.
La necesidad de lamerle el clítoris a la mujer que amo se me instala en la lengua con insaciabilidad
y
quiero que sus muslos me ahoguen un poquito.
The post Paisaje de periodistas que no miran al cielo first appeared on La Tempestad.
from La Tempestad https://ift.tt/hro508c
via IFTTT Fuente: Revista La Tempestad
No hay comentarios:
Publicar un comentario