El 29 de agosto pasado Kanye West presentó Donda, su décimo álbum de estudio. El lanzamiento se produjo luego de varios retrasos y una promoción intensa, que incluyó tres eventos de escucha en estadios, donde el rapero instaló provisionalmente su estudio de grabación y desarrolló en tiempo real el proceso de creación, en una especie de performance que mezcló religiosidad y grandilocuencia. El disco explora la perspectiva de West sobre la religión, la salud mental, las adicciones, la familia y, principalmente, la relación con su madre, que da nombre al disco de cubierta negra.
La crítica ha tenido comentarios ambivalentes sobre Donda. Las más suaves consideran que se trata de “una incursión en el hip hop y el gospel”; las más agresivas, como el artículo de Slate “Congrats, Kanye West: You’ve Achieved Peak Jackass-dom”, se adscriben a la mayoría de los comentarios de los medios tradicionales: repetitivo, de producción a medio cocer, cuestionable en sus featurings, cansado.
Pese a la recepción negativa, Donda tuvo un éxito comercial equiparable al último gran disco de Ye, The Life of Pablo (2016), y lo colocó nuevamente en el centro de la discusión. Sin importar la inclusión de dos personajes acusados de homofobia y misoginia (Da Baby y Marilyn Manson), el disco debutó en el número uno en múltiples listas y se convirtió en uno de los lanzamientos más oídos en Apple Music y Spotify. Asimismo, las sesiones de escucha en el estadio Mercedes-Benz de Atlanta generaron múltiples memes (uno de los parámetros actuales para definir si alguien está vigente en el mundo del espectáculo) y la moda (máscaras negras y atuendos cortesía de Margiela y Balenciaga) se extendió hasta la Met Gala de este año. Sin embargo, vuelve la pregunta que suele rodear a West: ¿merece ser perdonado su comportamiento cuestionable?
Detrás del icono
El rapero, diseñador y productor de Atlanta es sin duda uno de los personajes más influyentes del siglo XXI. En múltiples ocasiones ha demostrado su talento para impactar en la cultura popular y los negocios. Como productor y compositor ha ganado un nivel de notoriedad y respeto que muchos artistas desearían. Lo mismo genera atención por su marca de diseño Yeezy que por sus polémicas, como el apoyo a Donald Trump, sus declaraciones racistas o su enemistad con colegas como Drake o Taylor Swift. Su importancia, sobre todo, descansa en lo musical, gracias a producciones que han redefinido el hip hop. Graduation (2007), 808 & Heartbreak (2008), Yeezus (2013) y especialmente My Beautiful Dark Twisted Fantasy (2010) lo colocan como un adelantado que ha sabido mezclar diferentes estilos y empujar a las nuevas generaciones a mezcolanzas antes impensables.
David Ope, de Highsnobiety, explica la enorme influencia de Ye en la cultura popular a través de su primer álbum, The College Dropout (2004): “Armas, cuchillos, crimen… Kanye dejó estos temas de lado a favor de temas de clase media como la educación, la familia y la religión, cambiando las reglas del hip hop al alentar a los oyentes a identificarse con él en lugar de simplemente observar su vida desde lejos”. Hoy sería impensable que raperos como 50 Cent dominen las listas de éxitos, pero a mediados de la década del dos mil su reinado parecía imparable. Hasta que llegó The College Dropout.
Detrás del ascenso de West estuvo Donda, su madre, a quien siempre reconoció como la razón de su éxito, toda vez que lo apoyó e impulsó sus estudios universitarios (en la Academia Internacional de Arte, Diseño y Tecnología y la Universidad de Chicago) y después artísticos. En su libro Raising Kanye: Life Lessons from the Mother of a Hip-Hop Superstar (2007) la doctora West reitera que desde muy pequeño su hijo estaba convencido de ser un artista. El apoyo de Donda a su vástago la llevó a renunciar a su trabajo como profesora en la Universidad Clark Atlanta para convertirse en su representante. La relación filial-laboral se transformó el 10 de noviembre de 2007, cuando una cirugía mal practicada desembocó en la muerte de Donda a los 57 años.
De alguna forma, Donda regresa a ese punto traumático en la vida del músico. El origen, la herida. En uno de los conciertos del estadio Mercedes-Benz West mandó a reconstruir la modesta casa en donde vivió sus primeros años. Como en Synecdoche, New York (Charlie Kauffman, 2008), el rapero representa su pasado de una forma hiperbólica, como una manera de buscar la redención y cambiar su futuro. Al final del evento la construcción se incendió, con él adentro.
¿Pueden las llamas renovar a alguien que se ha degradado mil veces?
Naturaleza hiperbólica
La carrera de Kanye West ha estado marcada por conflictos y controversias. Su franqueza es a menudo objeto de críticas, y sus declaraciones reciben una amplia cobertura en los medios de comunicación y las redes sociales. En una entrevista de 2008 el rapero afirmó que pasaría a la historia como “la voz de esta generación”. Se ha comparado con Leonardo da Vinci, Walt Disney, Picasso y Shakespeare. La mesura y la humildad no caben en su universo.
La conducta narcisista ha desembocado en memes, discusiones en redes sociales y burlas en la web. Desde sus reflexiones sobre la cultura popular hasta el semblante feliz que se torna enojado: todo es parte de un fenómeno viral donde importa quién es retuiteado, compartido, replicado. En el lado opuesto se encuentran los olvidados, los irrelevantes. Jay-Z, que en los inicios del siglo era el representante más visible del hip hop, ha sido opacado por un ídolo más propicio para la generación de Internet, el rey del yoísmo que tenía de esposa a la reina de las selfies.
Pero lo que en algún momento fue foco de conversaciones y diversión derivó en un espectáculo lamentable.
En 2016 West entró en una nueva polémica, que empezó con su adhesión a la campaña presidencial de Trump y una perorata pública sobre Beyoncé y su esposo y terminó con su internamiento en el Centro Médico de la UCLA a finales de ese año. El rapero atribuyó su comportamiento errático a batallas con la depresión, la ansiedad y el trastorno bipolar que le diagnosticaron. West ha hablado abiertamente acerca de su neurodivergencia y ha mencionado sus experiencias con episodios maníacos y paranoia.
400 años…
El episodio más lamentable vino un par de años más tarde. El 1 de mayo de 2018, durante una entrevista con el portal de espectáculos TMZ, mientras expresaba su apoyo a Trump, West declaró: “Cuando escuchas que la esclavitud duró 400 años… ¿400 años? Suena como una elección”. ¿Hay que atribuir estas palabras a su condición mental, a su anexión a un proyecto político de derecha o es simplemente una declaración desafortunada? El reportero que charló con el rapero recogió el sentir de la comunidad afroamericana de a pie: “Mientras tú haces música, eres un artista y vives la vida que te ganaste siendo un genio, en la sociedad el resto de nosotros tiene que lidiar con amenazas a sus vidas […] Tenemos que lidiar con la marginación que viene de los 400 años de esclavitud que dijiste que para nuestra gente era una elección”.
Tardíamente, después de infinidad de reacciones y críticas, West escribió en Twitter: “Desde luego sé que los esclavos no fueron encadenados y subidos a un bote por libre albedrío. Mi punto es que nos mantuviéramos en esa posición a pesar de que los números estaban de nuestro lado, significa que estábamos esclavizados mentalmente”. En otro mensaje dijo: “La razón por la que mencioné el tema de los 400 años es que no podemos ser encarcelados mentalmente por otros 400 años. Necesitamos un pensamiento libre ahora. Una vez más me atacan por presentar nuevas ideas”. Pese a cualquier declaración y disculpas –tres meses más tarde, lágrimas mediante, el rapero se desdijo en una emotiva entrevista–, el daño estaba hecho: Kanye West entró en la lista de cancelados de la comunidad afroamericana.
Arte y responsabilidad social
Después de la cancelación y dos discos medianos –Kids See Ghosts (2018) y Jesus Is King (2019)–, en julio de 2020 Kanye West anunció el lanzamiento de Donda. El álbum se retrasó más de un año. Tras el controvertido anuncio de su divorcio de Kim Kardashian y su arrepentimiento por apoyar a Trump, surgieron de nuevo las preguntas: ¿qué implicaciones tiene mezclar arte y responsabilidad social?, ¿qué peligros esconde la llamada cultura de la cancelación?
Para abrir más la discusión traigo el comentario de David Cronenberg al periodista David Breskin sobre el tema: “Como artista ahí es donde está la paradoja: tu responsabilidad es ser irresponsable. Tan pronto como hables de responsabilidad social o política estás amputando los mejores elementos que tienes como artista. Estás conectado a un sistema bastante restrictivo que va a empujarte, jalarte, moldearte y hará tu arte totalmente inútil e ineficaz”.
Donda ha logrado su cometido: polariza y anima el disenso. Rolling Stone, Slate, LA Times, Pop Matters y Pitchfork aún no se deciden por el peor o el mejor tema. Sus duras calificaciones obligan a plantear si actualmente estamos preparados para valorar el trabajo de un artista al margen de su comportamiento personal.
La entrada ¿(Des)cancelar a Kanye West? se publicó primero en La Tempestad.
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