Desde que comenzaron a discutirse las ideas de las que surgió el Museo Kaluz se identificó el potencial de la terraza del Antiguo Hospicio de Santo Tomás de Villanueva (1780), actual sede de la institución artística en la Ciudad de México. Se trata de un sitio que, tanto por el edificio –conocido tradicionalmente como Hotel de Cortés– como por sus vistas al Paseo de la Reforma y la Alameda Central, es un concentrador de memoria histórica. Así, la discusión colectiva sobre lo que ese espacio debía contener derivó en el proyecto del Observatorio Urbano, inaugurado en octubre de 2021.
“El consenso era, por supuesto, que el objeto principal de esta terraza es su vista privilegiada y que un museo como institución podría aprovecharla para algo más que una postal. A pesar de estar en la tercera planta de un edificio de apenas dos niveles, ofrece un panorama de un rumbo icónico de la ciudad y con las siluetas de elementos tan representativos como la cúpula de Bellas Artes o la Torre Latinoamericana”, explica el antropólogo urbano José Ignacio Lanzagorta, quien encabezó la propuesta. Desde la terraza del Museo Kaluz puede hacerse el repaso de acontecimientos históricos de todo tipo, desde la Noche Triste en la Calzada México-Tacuba hasta la devastación producida por el sismo de 1985, con el vacío dejado por el Hotel Regis en la Alameda.
El programa de contenidos del Observatorio Urbano desembocó en el diseño de módulos distribuidos en la terraza del museo, que a través de un código QR ofrecen audios con información sobre los hitos que se observan desde lo alto. “Era muy importante que el diseño de estos módulos siguiera los lineamientos estéticos de la terraza, proyecto paisajista desarrollado por el Taller Entorno, que logró hacer de este un espacio verde y vivo”, comenta Saúl Briseño, responsable de museografía y diseño del Museo Kaluz. “Los módulos del Observatorio Urbano siguieron con el uso de madera de reúso (durmientes de vías de tren) en la conformación del cuerpo de las bases. En la parte superior, con una ligera inclinación para una mejor visibilidad y evitar el estancamiento de basura y agua, se colocaron las placas de mármol Santo Tomás (mismo que recubre el piso de la terraza) con la incrustación en cobre de los iconos abstractos de cada hito urbano diseñados por Taller Tequio. Esta exploración material fue todo un reto estupendamente logrado por Taller Tornel, con quienes desarrollamos la producción material de las placas”.
El usuario del Observatorio Urbano encuentra información gráfica e histórica no sólo de edificios, también de vialidades, sistemas de transporte y plazas. Además del Palacio de Bellas Artes o la Latino, la Plaza de la Información, el cruce de Reforma e Hidalgo, la Plaza José Martí y el Comic’s Rock Show, el templo de San Hipólito y el de San Fernando o las torres del Conjunto Juárez. Lanzagorta abunda: “El objetivo es explicar la dinámica de la ciudad a partir de esta ventana privilegiada de observación. No se trata sólo de brindar datos básicos de origen, autorías y transformaciones de los elementos, sino de ofrecer relatos o marcos que permitan situarlos tanto en la circunstancia urbana actual como en su devenir”. El Taller Tequio produjo la iconografía utilizando los textos del antropólogo antes que las vistas: “a mí esto me pareció sumamente valioso, pues el proyecto ganó integridad”.
Como explica Saúl Briseño, el diseño de los primeros diez módulos tomó en cuenta aspectos antropométricos de los mexicanos y la posibilidad de que personas con movilidad reducida puedan disfrutar de la experiencia. Pero el proyecto no ha concluido, como puede consultarse en el libro Observatorio Urbano. Visión de la ciudad (2022): se tiene planeado añadir otros ocho puntos, con un diseño más discreto que los anteriores y, sin embargo, capaz de ampliar y enriquecer la oferta de este mirador de la historia capitalina.
El Observatorio Urbano no se limita a los elementos de su diseño, sin embargo. “Hemos estado trabajando en un programa de observación sobre México-Tenochtitlan. La idea es escoger una serie de elementos que estarían a la vista desde un punto y ofrecer un ejercicio de imaginación que pueda representarse iconográficamente. Desde la terraza del Museo Kaluz, en el año 1500, por ejemplo, veríamos las inmediaciones del barrio o tlaxilacalli de Iztacallecan, donde producían sal y otros productos lacustres. Posiblemente podríamos ver algo del palacio del Cihuacóatl, donde hoy está la Torre Latinoamericana o, hacia el poniente, toparíamos con el centro religioso del Atenchicalcan. La idea es poder ejecutar este programa de observación eventualmente como una invitación para reflexionar sobre los cambios y continuidades en el uso del espacio urbano de la Ciudad de México”, complementa José Ignacio Lanzagorta, quien tiene en mente otros ejercicios sobre la memoria del terremoto de 1985 o la vida cotidiana de la capital en el siglo XVIII.
Ubicado en Av. Hidalgo 85, el Museo Kaluz abre de miércoles a lunes de 10:00 a 18:00 horas. El acceso a la terraza, donde se sitúa el Observatorio Urbano además del Café de Museo, tiene un costo de 20 pesos. Es la oportunidad de avistar fragmentos de la historia, de hacerse preguntas sobre lo que conforma a la Ciudad de México.
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