lunes, 4 de septiembre de 2023

Primavera

Ahora no queremos Información. Lo que queremos es desconcierto. Lo que queremos es repetición. Lo que queremos es repetición. Lo que queremos es a los poderosos diciendo la verdad no es la verdad. Lo que queremos es a parlamentarios electos diciendo se afila el cuchillo se le clava en el pecho y se retuerce cosas como tráete tu propia soga queremos que los diputados del partido gobernante griten suicídate en la cámara de los comunes a los miembros de la oposición queremos personas poderosas que digan que quieren ver a otras personas poderosas descuartizadas en bolsas de plástico en el congelador queremos que las mujeres musulmanas sean objeto de chanza en una columna del periódico queremos las risas queremos que el eco de esas risas las persiga allá donde vayan. Queremos que aquellos a quienes llamamos extranjeros se sientan extranjeros necesitamos que les quede claro que no pueden tener derechos a menos que nosotros lo digamos. Lo que queremos es indignación ofensa distracción. Lo que necesitamos es afirmar que pensar es elitista que el conocimiento es elitista lo que necesitamos son personas que se sientan abandonadas desposeídas lo que necesitamos son personas que sientan. Lo que necesitamos es pánico queremos pánico subconsciente también queremos pánico consciente. Necesitamos emoción queremos virtud queremos ira. Necesitamos todo ese rollo patriótico. Lo que queremos es el típico Escándalo de las madres alcohólicas Peligro de la aspirina diaria pero con más urgencia Nein Nein Nein necesitamos un hashtag #másfronteras queremos Dadnos lo que queremos o nos largamos queremos furia queremos indignación queremos palabras de lo más emotivas antisemita está bien nazi es estupendo pedófilo servirá pervertido extranjero ilegal queremos reacción visceral queremos Pruebas de edad para «niños migrantes» El 98 % de los encuestados exige prohibir la entrada de nuevos migrantes Helicópteros de combate para detener migrantes Cuántos más podemos acoger Cerrad vuestras puertas Esconded a vuestras esposas queremos tolerancia cero. Necesitamos que las noticias sean tamaño teléfono. Necesitamos evitar los medios de comunicación tradicionales. Necesitamos no mirar al entrevistador sino directamente a cámara. Necesitamos enviar un mensaje fuerte claro inequívoco. Necesitamos noticias que provoquen un estado de shock. Necesitamos más noticias perturbadoras vamos rápido siguiente shock espabila queremos imágenes de torturas. Necesitamos acosarlos necesitamos que crean que podemos acosarlos dirigir la palabra linchar a cualquiera que no sea blanco. Necesitamos amenazas de violación amenazas de muerte veinticuatro horas al día a las parlamentarias negras no solo a las mujeres que ocupen un cargo público sino a cualquiera que haga algo público no nos gustan necesitamos Cómo se atreve ella / Cómo se atreve él / Cómo se atreven ellos. Necesitamos insinuar el enemigo interior. Necesitamos enemigos del pueblo queremos que se llame a sus jueces enemigos del pueblo queremos que se llame a sus periodistas enemigos del pueblo queremos que a las personas que nosotros decidamos llamar enemigos del pueblo se las llame enemigos del pueblo queremos denunciar a voz en grito una y otra vez en tantos programas de radio y televisión como sea posible que nos están censurando. Necesitamos decir lo mismo de siempre como si fuera una novedad. Necesitamos que las noticias sean lo que decimos que son. Necesitamos que las palabras signifiquen lo que decimos que significan. Necesitamos negar lo que decimos mientras lo decimos. Necesitamos que el significado de las palabras no importe. Necesitamos un buen eslogan clásico como Gran Bretaña no mejor Inglaterra / América / Italia / Francia / Alemania / Hungría / Polonia / Brasil / [inserte nombre del país] Primero. Necesitamos dinero algoritmos redes sociales Internet oscura. Necesitamos decir que lo hacemos en defensa de la libertad de expresión. Necesitamos bots necesitamos clichés necesitamos ofrecer esperanza. Necesitamos decir que es una nueva época que la antigua ha muerto su momento ha acabado ahora empieza el nuestro. Necesitamos sonreír mucho mientras lo decimos necesitamos reír a las cámaras ja ja ja crac hombre partiéndose de risa oíd ese silbato de la fábrica al final de la jornada esa fábrica ha muerto nosotros somos el nuevo silbato de la fábrica nosotros somos lo que este país ha necesitado siempre nosotros somos lo que necesitáis nosotros somos lo que queréis.

Queremos que lo necesitéis.

Necesitamos que lo queráis.

 

Vuelve a ser la hora, ¿eh? (Se encoge de hombros.)

Nada de eso me afecta. No es más que agua y polvo. Vosotros no sois más que agua y polvo de huesos. Bien. Así me resultáis más útiles al final.

Soy la niña sepultada en las hojas. Las hojas se descomponen: aquí estoy.

O imaginad un azafrán en la nieve. ¿Veis el anillo del deshielo alrededor del azafrán? Es una puerta abierta a la tierra. Yo soy el verde del bulbo y el momento en que la semilla se parte, el desplegarse del pétalo, el verdor en la punta de las ramas de los árboles, como si el verde estuviese encendido.

Las plantas que se abren paso entre la basura y el plástico, antes, después, afloran, pese a todo. Pese a todo las plantas se mueven debajo de vosotros, las personas en los talleres clandestinos, las personas que van de compras, las personas iluminadas por las pantallas de sus escritorios o que consultan sus móviles en salas de espera hospitalarias, los manifestantes que gritan donde sea, en cualquier país o ciudad, la luz se desplaza, las flores se mecen junto al montón de cadáveres y junto a los sitios donde vivís y los sitios donde os embriagáis hasta el aturdimiento, la felicidad o la tristeza, y los sitios donde rezáis a vuestros dioses y los grandes supermercados, junto a las personas que aceleran en las autopistas ante arcenes y matojos como si nada pasara. Pasa de todo. Las flores se abren entre los vertidos ilegales. La luz se desplaza por vuestras fronteras, por las personas con pasaportes, por las personas con dinero, por las personas sin nada, por cabañas y canales y catedrales, por vuestros aeropuertos, por vuestros cementerios, por todo lo que enterráis, por todo lo que desenterráis para llamarlo vuestra historia o que perforáis y extinguís para enriqueceros, la luz se desplaza pese a todo.

La verdad es una suerte de pese a todo.

El invierno no es nada para mí.

¿Creéis que no entiendo de poder? ¿Creéis que estoy verde?

Lo estaba.

Estropeadme el clima y os joderé la vida. Vuestras vidas no son nada para mí. Arrancaré narcisos de la tierra en diciembre. En abril atascaré vuestra puerta con nieve y soplaré para que ese árbol caiga sobre vuestro tejado. Haré que el río inunde vuestra casa.

Pero yo seré la razón de que renazca vuestra savia. Yo inyectaré luz en vuestras venas.

¿Qué hay ahora debajo de vuestra calle?

¿Qué hay bajo los cimientos de vuestra casa?

¿Qué alabea vuestras puertas?

¿Qué es lo que colorea vuestro mundo? ¿Cuál es la clave del canto del pájaro? ¿Qué es lo que forma el pico en el huevo?

¿Qué empuja a los diminutos brotes verdes a través de la roca hasta que la roca empieza a resquebrajarse?

 

Son las 11.09 de un martes de octubre de 2018 y Richard Lease, el director de cine y televisión, un hombre que la mayoría de la gente recordará por numerosas, bueno, un par de aclamadas producciones para Play for Today en los años setenta pero también por muchas otras filmaciones a lo largo de los años, o sea, que si tenéis cierta edad probablemente habréis visto alguna de sus películas, está en el andén de una estación en algún lugar del norte de Escocia.

¿Por qué está aquí?

Es la pregunta equivocada. Implica la existencia de una historia. No hay ninguna historia. Él ya se ha hartado de historias. Se está eliminando de la historia, en concreto de una historia que atañe a: Katherine Mansfield, Rainer Maria Rilke, una mujer sin techo que vio ayer por la mañana en la acera de la Biblioteca Británica y, sobre todo, la muerte de su amiga.

Olvidad todo eso de que es un director, hayáis oído o no hablar de él.

Solo es un hombre en una estación.

Por ahora no hay ningún movimiento en la estación. Debido a los retrasos no han entrado ni salido trenes, al menos desde que él está allí, por lo que en cierto modo la estación satisface sus necesidades.

No hay nadie más en el andén. Ni tampoco en el andén de enfrente.

Habrá gente por ahí, en alguna parte, los empleados de la oficina o los de mantenimiento. Seguro que todavía pagan a alguien para que se encargue en persona de cuidar sitios así. Habrá alguien mirando una pantalla en alguna parte. Pero él no ha visto a nadie. La única persona que ha visto desde que salió de la pensión y recorrió la calle mayor ha sido una mujer que vendía café por el lateral abierto de una furgoneta delante de la estación, una cafetería montada en una furgoneta Citroën que no servía café a nadie.

No es que busque compañía. No busca a nadie ni nadie lo busca a él, nadie que le importe.

¿Dónde coño está Richard?

Su móvil está en Londres, en un vaso mediado de café con la tapa puesta, dentro de una papelera en un Pret a Manger de Euston Road.

Estaba. A saber dónde estará ahora. En un vertedero. En un basurero.

Bien.

Hola, Richard, soy yo, Martin Terp aparecerá de un momento a otro, ¿a qué hora crees que llegarás, más o menos? Hola, Richard, soy yo otra vez, solo llamo para hacerte saber que Martin acaba de llegar al despacho. ¿Podrías llamarme para decirme a qué hora te esperamos? Richard, soy yo, ¿puedes llamarme? Hola, Richard, soy yo de nuevo, estoy intentando reprogramar la reunión de esta mañana porque Martin solo estará una noche en Londres, no vuelve hasta dentro de dos semanas, así que llámame y dime cómo lo tienes para esta tarde, ¿de acuerdo? Gracias, Richard, te lo agradecería. Hola, Richard, en tu ausencia he reprogramado la reunión para las cuatro de la tarde, ¿puedes confirmar cuando oigas este mensa- je que has recibido este mensaje, por favor?

No.

Hace viento, Richard ha cruzado los brazos sobre la chaqueta para que deje de aletear (hace frío y no tiene botones, los ha perdido) y contempla las motas blancas del suelo del andén, bajo sus pies.

Respira hondo.

Al final de la inspiración le duelen los pulmones. Contempla las montañas, detrás del pueblo. Son impresionantes. Realmente desoladas y auténticas. Son todo cuanto una montaña puede simbolizar.

Piensa en su casa de Londres. Las partículas de polvo estarán flotando en la luz del sol que penetra por las rendijas de las persianas, si ahora mismo en Londres hace sol.

Miradlo, historiando su propia ausencia.

Historiando su propio polvo.

Basta. Hay un hombre apoyado en una columna de la estación. Nada más.

Es una columna victoriana. El hierro forjado está pintado de blanco y azul.

Entonces retrocede bajo el tejadillo transparente que protege el andén, se acerca un poco al edificio para protegerse del viento.

Algunas de esas montañas tienen lo que parecen nubarrones de lluvia en la cima, las cimas parecen veladas. Las nubes del otro lado, dirección sur, diría él, parecen un muro, un muro iluminado desde atrás. Las nubes sobre las montañas al norte, noreste, son pura bruma.

Esta era la razón de que se hubiese apeado aquí: el tren se fue acercando a la estación y había algo limpio en las montañas, limpio como si las hubiesen barrido a fondo. Transmitían aceptación de su propia existencia, no pedían nada. Simplemente existían.

Sentimental.

Mitómano.

Ahora la robótica voz de megafonía vuelve a disculparse porque no hay ningún tren que llegue a la estación ni que salga de la estación.

Allí apenas pasa nada, a excepción de los anuncios de megafonía, algún que otro pájaro que cruza el cielo y el ru- mor de las primeras hojas del otoño, los matojos y la hierba al viento.

En una estación un hombre contempla las distantes montañas que lo rodean.

Hoy parecen una línea trazada por una mano gigantesca que después ha sombreado la parte inferior; parecen algo dormido, a la espera. Parecen los durmientes lomos prehistóricos de unos animales marinos imaginarios.

Historia de las montañas.

Historia de mí mismo evitando las historias.

Historia de mí mismo apeándome de un puto tren. Niega con la cabeza.

Él era un hombre en el andén de una estación. No había ninguna historia.

Salvo que la hay. Siempre la hay, joder.

¿Por qué estaba en un andén? ¿Esperaba un tren?

No.

¿Iba a alguna parte? ¿Por qué motivo? ¿Iba a encontrarse con alguien que bajaría de un tren?

No.

Entonces ¿por qué estaba el hombre en el andén, si no iba a subirse a ningún tren ni esperaba la llegada de un tren?

Simplemente estaba, ¿vale?

¿Por qué? ¿Y por qué utilizas el pasado para hablar de ti, pringado?

Pringado, sí. En efecto. Pringue y pérdida. Algo se ha perdido. Algo.

¿Qué? ¿Qué, exactamente?

Bueno, no sé cómo describirlo.

Inténtalo.

(Suspira) No puedo.

Inténtalo. Vamos. Se supone que eres don Dramático. ¿Qué aspecto tiene?

Vale. Imagina que alguien o algo, una fuerza u otra, se abalanza sobre ti y, empezando por la cabeza, te atraviesa de arriba abajo con un descorazonador de manzanas, de modo que sigues de pie como si nada pero en realidad ha pasado algo, lo que ha pasado es que eres un hombre hueco: donde antes estaba tu ser, ahora hay un vacío.

Patético. Banal. Caricatura de Tom y Jerry. ¿Qué, buscas compasión por tu vacío interior? ¿Por tu… jodida fertilidad perdida?

Oye, solo intento expresar con palabras lo que siento, una sensación que no es fácil de describir, es…

No me vengas con historias, menuda pérdida de… tiempo en su vida en que era capaz de amar, de enamorarse literalmente, compartir el alma, estar felizmente fascinado con algo como la simplicidad de un limón. De un limón cualquiera en un cuenco, o en un puesto del mercado, o en una red con otros limones esperando comprador en un supermercado. Hubo una época de su vida en que algo así lo había llenado de alegría.

Pero ahora parecía que esa simplicidad, sin que él se percatara, se hubiese vuelto diminuta y lejana, y que él estuviera en la cubierta de un viejo trasatlántico rumbo a un mar embravecido, agitando frenéticamente los brazos hacia una orilla que, como esa época en que la simplicidad de un limón le había causado una alegría constante, había desaparecido, se había esfumado por completo, ya no era visible.

Ya no es visible.

Pringado.

 

Traducción del inglés de Magdalena Palmer

Tomado de Ali Smith, Primavera, Nórdica Libros, Madrid, 2021

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