Aparecido en francés en 1995, y en castellano en 2022 gracias a Periférica, Nada más comenzó a circular recientemente en librerías latinoamericanas. Leemos en la cuarta de forros: “Una mujer dicta unas pocas frases al día a lo largo de su último año de vida. Están dirigidas a su amante, que no sólo las mecanografía, sino que también es el objeto de las pasiones tumultuosas que se desprenden de ellas. Esa mujer es Marguerite Duras, una de las escritoras francesas más importantes de todos los tiempos, quien fallece sólo tres días después de la última entrada de este libro”.
El amante es Yann Andréa, compañero de los últimos días de la escritora y cineasta Marguerite Duras (1914-1996) y coprotagonista de este testamento literario, del que ofrecemos los fragmentos iniciales por cortesía de Periférica.
21 de noviembre, por la tarde, rue Saint-Benoît
Y.A. ¿Qué diría de usted?
M.D. Duras.
Y.A. ¿Qué diría de mí?
M.D. Indescifrable.
Al rato, la misma tarde
A veces me siento vacía durante mucho tiempo.
No tengo identidad.
Eso al principio asusta. Luego se transforma en un movimiento de felicidad. Finalmente, cesa.
La felicidad: muerta, como quien dice.
Algo ausente del lugar donde estoy hablando.
Un rato después
Es cuestión de tiempo. Escribiré un libro.
Me gustaría escribirlo, aunque no es seguro que lo haga.
Es aleatorio.
22 de noviembre, por la tarde, rue Saint-Benoît
Y.A. ¿Tiene miedo a la muerte?
M.D. No lo sé. No sé qué responder. Desde que he llegado al mar, ya no sé nada.
Y.A. ¿Y conmigo?
M.D. Antes y ahora, al amor que nos tenemos. La muerte y el amor. Será lo que tú quieras, lo que tú seas.
Y.A. ¿Cómo se definiría?
M.D. No sé, lo mismo que en este momento tampoco sé qué escribir.
Y.A. ¿Su libro favorito?
M.D. Un dique, la infancia.
Y.A. ¿E irá al paraíso?
M.D. No. Me entra la risa.
Y.A. ¿Por qué?
M.D. No lo sé. Soy una persona descreída.
Y.A. Y, después de la muerte, ¿qué queda?
M.D. Nada. Excepto los vivos, que sonríen, que recuerdan.
Y.A. ¿Quién se acordará de usted?
M.D. Los lectores jóvenes. Los estudiantes.
Y.A. ¿Qué la absorbe?
M.D. Escribir. Una ocupación trágica, es decir, relacionada con lo banal de la vida. No me cuesta enfrascarme en ella.
Al rato, la misma tarde
Y.A. ¿Tiene título para su próximo libro?
M.D. Sí, El libro por desaparecer.
23 de noviembre, en París, 3 de la tarde
Quiero hablar de alguien.
De un hombre de veinticinco años a lo sumo.
Es un hombre bellísimo que quiere morir antes de que la muerte repare en él.
Usted le amaba.
Mucho más que eso.
La belleza de sus manos, eso es, sí.
Sus manos, que avanzan por la colina, ahora nítida, clara, tan luminosa como la gracia de la niñez.
Le beso.
Le espero como espero a aquel que destruirá esa gracia ajada, dulce y aún cálida.
A ti ofrendada, entera, con todo mi cuerpo, esa gracia.
Al rato, la misma tarde
He querido decirle que le amaba.
Gritarlo.
Nada más.
Rue Saint-Benoît, domingo, 27 de noviembre
Estar juntos es el amor, la muerte, la palabra, dormir.
Al rato, el domingo
Y.A. ¿Qué diría de sí?
M.D. Ya no estoy muy segura de quién soy.
Estoy con mi amante.
Su nombre lo desconozco.
Da un poco igual.
Juntos ser uno, como con un amante.
Me habría gustado que así fuera.
Ser uno con un amante.
Silencio y…
Y.A. ¿Para qué sirve escribir?
M.D. Para poder callar y hablar al mismo tiempo. Escribir. Significa también cantar de vez en cuando.
Y.A. ¿Bailar?
M.D. Eso también. Bailar es consustancial al ser humano. Siempre me ha gustado bailar.
Y.A. ¿Por qué?
M.D. Aún no lo sé.
Silencio y…
Y.A. ¿Se le da bien?
M.D. Sí, eso creo.
Escribir se acerca mucho al ritmo de lo oral.
Traducción del francés de Vanesa García Cazorla
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