“En los últimos años el artista mexicano Luis Felipe Ortega ha estudiado con obsesión a los artistas neoconcretos brasileños”, escribe el curador Daniel Montero en uno de los textos de sala de Ruídos/silêncios (…ou a impermanência de uma ideia improvável), el mural que puede visitarse en la galería del Instituto Guimarães Rosa (IGR) de la Ciudad de México hasta el 28 de agosto. “Un tipo de arte en el que la geometría y la experiencia son siempre complementarias y en el que prevalece una dimensión artística (perceptiva) y no necesariamente científica (demostrativa)”, abunda Montero.
En el contexto del Año Dual Brasil-México, la pieza de Ortega se presenta como un inmejorable diálogo entre dos tradiciones artísticas americanas. Claudia Dias Sampaio, coordinadora general del IGR –que depende de la Embajada de Brasil–, especifica con qué artistas se relaciona la pieza, aquellos alrededor del Grupo Frente como Hélio Oiticica, Lygia Clark, Lygia Pape, Ivan Serpa y Aluísio Carvão. En las décadas de los cincuenta y sesenta la obra de estos creadores significó una auténtica renovación del arte moderno no sólo latinoamericano.
Ruídos/silêncios (…ou a impermanência de uma ideia improvável) es una obra dominada por el rigor y la exactitud característicos del trabajo de Luis Felipe Ortega. Sus formas, colores y organización provienen de la lectura de obras de Oiticica, Clark y Pape, pero se articulan en un conjunto de poderosa y autónoma plasticidad. Los rectángulos y cuadrados de color fijan un fondo sobre el que danzan dibujos tridimensionales de varilla. Se reconocen aquí, así como en los volúmenes tramados con grafito, gestos del trabajo reciente de Ortega, que en 2022 se desplegaron en la retrospectiva …y luego se tornará resquicio (Museo Amparo, Puebla).
La obra que se presenta en el Instituto Guimarães Rosa de México, explica Montero, “es en su base neoconcreta, pero la proyección es un arreglo y un ajuste que realiza Luis Felipe Ortega al neoconcretismo histórico bajo sus propios términos”. Ambos, curador y artista, conversaron recientemente en el IGR a propósito de la pieza, y el segundo mostró parte del trabajo que realizó durante una estancia en São Paulo, lo mismo en las calles que en sus cuadernos. La relación de Ortega con ciertas zonas del arte brasileño moderno y contemporáneo viene de lejos, y eso se plasma de manera elocuente en Ruídos/silêncios.
“El crítico Mário Pedrosa hablaba de la naturaleza afectiva de las formas y definía el arte como ‘un ejercicio experimental de libertad’. Lo que vemos aquí, en los muros de la galería del IGR-México, es una muestra de ese ejercicio de libertad, realizado con el rigor y la sensibilidad que marcan la trayectoria de Luis Felipe Ortega. La dimensión política que caracterizó las intervenciones de las vanguardias de los años 1950-60 se mantiene en la medida en que entendemos que hay muchas formas de hacer política; una de ellas es la de renovar y compartir sensibilidades”, escribe Dias Sampaio en otro de los textos de sala.
En días recientes apareció Entre perro y lobo, volumen editado por Michel Blanscubé a partir del proyecto que coordinó a finales de 2021 e inicios de 2022. Se trata de una nueva muestra del papel central que tienen la conversación y el intercambio en los procesos artísticos de Ortega, que aquí –en el proyecto, ahora libro– dialoga, vía el grafito, con los artistas Iván Trueta y Adrián White.
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