Formada como bailaora de flamenco, en 2015 la mexicana Casilda Madrazo realizó una residencia en The Watermill Center, un espacio fundado en 1992 por Robert Wilson que funge como laboratorio de artes escénicas. ¿Qué hacía una artista del flamenco en un centro que apoya proyectos que rompen con las formas de representación tradicionales? “Cuando estudiaba en España se me pedía que hiciera movimientos ondulados y yo, que siempre he sido muy espigada, tiendo a lo geométrico; los movimientos me gustan, pero de forma instintiva soy más bien arquitectónica”, dice Madrazo a La Tempestad. Decidida a no convertirse en una performer experimental de flamenco, estilo que considera particularmente codificado, la bailarina y coreógrafa emprendió una búsqueda que la llevó a Nueva York, donde se realiza la estancia, que permite que los creadores conozcan el Archivo Robert Wilson (conformado por libros, fotografías, filmes y otros documentos).
Nacido en Texas en 1941, Robert Wilson (que estudió administración de negocios y después arquitectura) es una de las figuras principales de la vanguardia escénica. El estadounidense, que comenzó a experimentar con el lenguaje escénico en 1968, ha trabajado con sendas leyendas del arte: Heiner Müller, William S. Burroughs, Allen Ginsberg, David Byrne, Laurie Anderson e Isabelle Huppert, entre muchos otros. La descripción de su más reciente creación, Mary Said What She Said (su versión de María Estuardo), sirve para esbozar su estilo: “una especulación poética de tendencia abstracta y de enormes dimensiones sensoriales, donde la voz (las luces) y la imagen escénica alcanzan cotas sublimes de plasticidad y musicalidad”, escribe Afonso Becerra en Artez.
Luego de pedirle que realizara un performance para una conferencia que se hace en colaboración con The Watermill Center, Wilson le preguntó a la mexicana si quería participar en Edipo, una producción italiana a su cargo. “¿Cómo me preparo para ser Yocasta?, le dije, y él respondió: solo hay una manera. Para hacer su versión de la tragedia de Sófocles, el director, que no acostumbra dar instrucciones a los actores, reclutó, entre otros, a la actriz alemana Angela Winker y a Meg Harper (que fue bailarina de Merce Cunningham), que hizo de Tiresias. La pieza estrenó en 2018 el Teatro Grande Scavi de Pompeya (un teatro de la época romana, sepultado por la erupción del Vesubio y descubierto en excavaciones arqueológicas); la última presentación fue en julio de este año en San Petersburgo.
“El mundo que ha construido Robert Wilson es uno poblado por esculturas, los movimientos de los intérpretes son lineales, geométricos; para él son muy importantes la quietud, la presencia y la manifestación del ser como cuerpo y no como emoción. Para mí esta experiencia ha sido una revelación, el polo de mi actividad como bailaora de flamenco, que es la expresividad en estado puro, donde se tiene que reflejar la emoción del canto y de todo un pueblo, a veces la gente bromea diciendo que los bailaores fruncen el ceño al instante de pisar el escenario”, confiesa Madrazo, cuya participación en Edipo es contenida; en la primera escena es una escultura de la antigüedad, de forma sucesiva aparece corriendo y, después, viene el suicidio de su personaje, “que ni siquiera se muestra, es más como un grito que se expresa a través de la iluminación”.
Representar a Yocasta fue un reto para la perfomer, que utilizó una peluca y un vestuario de enormes dimensiones que le impedía desplazarse y que, además, solamente permitía ver su cabeza. «Tuve que buscar la vitalidad en lo inmóvil; expresar con gestos es una vía, pero la no expresividad suscita muchas posibilidades, no es un reflejo dirigido. Más que un narrador, Bob es un artista con un enfoque propio de los personajes; le interesan mucho el maquillaje y el vestuario, incluso en los ensayos, que para él son una máscara, y sobre todo las luces; el maquillaje es blanco con la intención de que refleje mejor la luz; en Pompeya estuvimos una hora parados en el escenario porque estaba iluminando un árbol. Él personalmente monta las luces en cada uno de sus espectáculos, solo en piezas ya muy trabajadas (como Einstein on the Beach o A Letter For Queen Victoria) un colaborador suyo se encarga de ello”, declara.
La colaboración con Wilson le abrió un panorama muy distinto a Madrazo, que ahora considera su abordaje dancístico como una búsqueda indefinida: “hago danza, a veces bailo con zapatos (que uso para hacer sonidos), a veces sin ellos, trabajo con músicos en vivo y hago mucha improvisación”.
Estos días la mexicana participa en la semana de los talleres que propone Wilson en The Watermill Center.
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