¿Es Vestida de corto una gran novela contemporánea? Podría reprochársele volver a un tema trillado en la literatura: dos personajes inmaduros, inseguros, que cometen errores, hacen daño, sufren –ahí están, por ejemplo, El fin de la soledad, de Benedict Wells, o Gente normal, de Sally Rooney. Pero Marie Gauthier va más allá. Tras la lectura, confirmamos que lleva estas preocupaciones por nuevos rumbos. Alejada de las figuraciones del yo y del abuso de la primera persona, la novela inaugural de la escritora francesa cavila sobre el camino de la infancia a la primera juventud valiéndose de un inusual punto de vista.
La novela cuenta la historia de Félix, un joven de catorce años que llega a un pueblo del interior de Francia para convertirse en aprendiz de peón caminero, y Gilberte, la hija de su jefe. La estancia, que se preveía corta, se dilata en el tiempo y acaba convirtiéndose en un personaje más. Un pueblo polvoriento aplastado por el calor, detenido en el tiempo. Un romance. Una casa de piedra a la orilla de la carretera. Para Félix las chicas siguen siendo un enigma. Para Gil, que le revela su cuerpo en la sensualidad cotidiana de sus gestos, el lugar es cada vez más asfixiante. Una mañana ella no vuelve a casa. De todos los vecinos del lugar, sólo el recién llegado prevé el desastre.
El poderoso comienzo de Vestida de corto recurre al motivo del viaje: “Cuando llegó, la casa estaba vacía. Félix entró rápido, con la bolsa al hombro. A partir de entonces tendrá que comer, dormir y vivir ahí, a pesar de…”. Gauthier introduce elementos arquetípicos de la novela de formación, pero el desarrollo de la historia está marcado por una experiencia traumática. En lugar de construir a los personajes a partir de caracterizaciones físicas y diálogos, la narración en tercera persona apunta a la descripción de sensaciones: las de Félix en su descubrimiento de la feminidad, las de Gil en su brutal curiosidad sexual.
El lenguaje de la novela es sencillo, visual, con dominio del sustantivo sobre el adjetivo y uso frecuente de frases cortas. La elección de palabras precisas logra momentos inolvidables, por ejemplo en el pasaje en el que Gilberte muestra a Félix su colección de pornografía: “le mostraba aquellas fotos con una especie de pasión, sin decir nada. Las imágenes hablaban por sí solas. Con los ojos y el dedo, guiaba a Félix. Era como un álbum infantil. En todo caso, ella disfrutaba compartiéndolo con él, como un tesoro escondido”.
La preocupación de Marie Gauthier (Annecy, 1977) por reflejar el punto de vista y los sentimientos de sus creaturas, saltando libremente de una a otra, puede desorientar al lector y dar la impresión de que dibuja viñetas, pero Vestida de corto es una novela original y convincente, con personajes que se fijan en la memoria de los lectores. Una novela de aprendizaje prodigiosamente convertida en drama: conmueve cuando retrata gestos e impulsos; incomoda cuando vincula la conciencia de la mujer a historias de cuerpos silenciados, despojados de su sexualidad, cosificados.
Marie Gauthier, Vestida de corto, trad. del francés de Blanca Gago, Nórdica Libros, Madrid, 2020
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