Perfil del viento es el primer libro de cuentos de Alejandro Arras. La maestría con la que uno a uno se nos presentan los relatos que lo conforman, sin embargo, deja clara la plenitud y el refinamiento del autor en este arranque de semblanza. El volumen es arriesgado en su concepción, ya que literalmente viaja en el tiempo a pasos agigantados: en el primer relato leemos sobre un eclipse que acontece en 1691; en el último, acerca de unos amantes que se ponen audífonos con música muy dulce cuando uno de los dos va al baño para que, de esta manera, no se escuchen los estruendosos pedos propios de una deposición.
Este salto de siglos no es gratuito. Hay un brinco temporal y de ambientes en cada cuento. Tanto que uno no sabe qué esperar al correr de las páginas. “Piedras” es una recreación de la antiquísima novela El hombre de la situación de Payno. “Error gramatical” es la historia de un programador electrónico empeñado en modificar un tropiezo del idioma en cuanto documento de Wikipedia incurre en él. En “Levitar apenas” unos mormones de puerta en puerta sufren la violencia del narco en las calles cuernavaquenses. “Son otros rumbos” deviene durísimo cuento donde las cursilerías propias del amor hollywoodense se ven opacadas por un acto salvaje y condenable que bien podría haber ocurrido ayer en la tardenoche. En “La mañana de Alejo” un niño observa por primera vez en su vida un amanecer –y por ende todos los amaneceres del mundo– y descubre dolorosamente que aquello no es la gran cosa. Hay incluso un relato tipo western desarrollado en Chihuahua, en 1886. Son sólo ejemplos de un libro que brinca primorosamente de una situación a otra. No es un ejercicio común en las colecciones de cuentos contemporáneas.
En el epígrafe, Arras nos presta la llave con la que es posible abrir su libro. Es una línea extraída de las Meditaciones de Marco Aurelio: “El hombre es un ángel que se acuerda del cielo”. Esta frase permea todos los relatos del tomo. ¡Es verdad!, cada uno de los personajes tiene una epifanía repentina que lo ancla a un pasado majestuoso. Ya sea a una tradición literaria, a un logro doméstico y minúsculo pero histórico o a la súbita aparición del mal. Se cumple en sus relatos esta norma cuentística de oro: los personajes no salen del cuento de la misma manera en que entraron a él. ¿Es eso el perfil del viento?
Alejandro Arras nació en la ciudad de México en 1992, pero creció en Cuernavaca. El ritmo de su prosa es como el de esos paisajes que parecen quietos, pero de repente algo aquí o allá se mueve milimétricamente. Para prueba un par de líneas muy ponderables, poéticas: “El aire jugaba a las distancias”, “El cielo comienza a endurecerse de morado”. Acerca del eclipse: “La noche regresaba como si se le hubiera olvidado algo”. Perfil del viento está lleno de estos detalles en movimiento. La grandilocuencia aterrizada. Una profusión de colores vivos. Frases que nos empapan y secan las manos. Narran. ¿Qué es el perfil del viento? Aprovecho que el siglo permite a los lectores escribir a los autores exigiendo explicaciones y retroalimentación; le envío un mensaje en redes sociales. Aquí su respuesta:
Es una historia medio larga: había un cuento que así se titulaba, pero lo saqué. Trataba sobre un metalero que se dedicaba a buscar objetos antiguos con un detector de metales. Me gustaba que ese cuento llevara el título del libro pues en cada relato noté que había una atención al aire, como si el aire fuera otro personaje. Cuando quité el cuento no quise llevarme también el título. Me gustó así. Curioso que luego me encontrara que el primer libro de Cernuda se llama Perfil del aire. Lo puedo explicar así, en breve. Pero luego te cuento toda la historia.
Que nos cuente toda la historia, Alejandro Arras, en sus libros por venir.
Alejandro Arras, Perfil del viento, Ediciones Sin Nombre, México, 2022
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