Montserrat Caballero es diseñadora de moda y fundadora de TALLER Fashion Development Project, un proyecto educativo dedicado a la capacitación especializada en diversas áreas de la industria de la moda. En 2015 presentó la muestra Política y Moda: Encuentros místicos en la Ciudad de México en el Museo del Chopo, que realizó en colaboración con Andrea Ancira y Tanya Meléndez.
¿Consideras que el nivel de educación o la enseñanza de las distintas prácticas del diseño, en México, es más alto o más bajo que hace cinco años?
Podría decir que a nivel general es un poco más alto porque, poco a poco, han comenzado a articularse en la práctica del diseño temas como la sostenibilidad y los procesos de consumo y producción. Sin embargo el sistema de educación tradicional está estancado. Digo el sistema tradicional porque también se puede hablar de sistemas no tradicionales como el caso de TALLER Fashion Development Project, el proyecto de educación anarquista que lidero, aislado del ojo gubernamental, que se encuentra desarrollando perfiles que puedan competir en diversas industrias.
¿Qué tan posible es, hoy, hablar de una industria de diseño mexicana? (Una industria, por supuesto que tome en cuenta a las producciones y los creadores locales)
La problemática es que esta industria aún se enfoca en reducidos segmentos de mercado y, además, se encuentra débil en sus procesos. Afianzar una industria de diseño mexicana implicaría mejorar todos los procesos: desde la materia prima hasta la comercialización. Creo que aún hay mucho camino por recorrer en ese tema. La transformación viene desde las aulas, en dejar de ver el diseño desde una perspectiva de producto e implicarla con todos los procesos que conforman una industria. Eso es básicamente lo que hacemos en TALLER: ver el diseño desde la óptica industrial.
En México, el diseño industrial y textil profesional vive un complicado romance laboral y creativo con las tradiciones artesanales. Desde tu punto de vista, ¿cómo calificas la salud actual de esta relación? Los buenos y los malos momentos.
Una calificación entre lo bueno y lo malo del tema ofrecería una mirada reductiva. Culturalmente tendemos a vincular lo mexicano con lo artesanal, eso ha llevado a que muchas marcas construyan su identidad sobre este mito nacional derivado de la política de Vasconcelos, con un discurso muralista, indigenista, de producción de objetos que utiliza el textil tradicional, los bordados, etc. Esta perspectiva es una limitante para proponer nuevas cosas. Sin embargo a nivel de producción y desarrollo de producto es verdad que tenemos una herramienta muy poderosa en la mano de obra artesanal. Ésta puede ser un gran motor para la producción de diseño. Hay países como Francia que hace 400 años estaban en la pobreza y lo único que tenían eran a sus artesanos; de ahí surgió toda una industria en torno al lujo y a los procesos de producción con alto detalle. Desde ese punto de vista la mano artesanal tiene potencial, lo que impide este desarrollo es la atribución de valores asociados a procesos culturales de identidad.
Desde 2009, la industria editorial vive en crisis: las revistas de papel viven una vida precaria, en una economía frágil; mientras que las publicaciones digitales carecen de rigor periodístico y de reflexiones profundas. En el país, las revistas enfocadas en diseño son pocas; si bien nunca han abundado, entre 2012 y 2014 podíamos contar con un par de títulos más que hoy. ¿Podrías describir el panorama editorial ante el que estamos parados, para las revistas –impresas y digitales– mexicanas?
Hay un exceso de información. El interés de los consumidores se ha volcado a contenidos cada vez más efímeros. Lo vemos en las historias de Instagram. Eso no pasaba hace unos años, la comunicación está mutando y cada vez más rápido. ¿Quién paga por la información? Ya nadie. Las marcas prefieren usar la técnica de publicidad no convencional (que consiste en no mostrar la marca de forma expresa en un medio). Las corporaciones comprometen los contenidos a cambio de viajes. Se trata del mal periodismo, que pervierte el leer y el escribir. Además de que somos víctimas de la hiper-generación de información. Creo que tendría que haber algo nuevo pero que sea menos trepidante, como Vestoj, una revista de teoría de moda creada por Anja Aronowsky Cronenberg, cuya edición anual es un objeto de culto sin anuncios publicitarios. Este proyecto es financiado por el gobierno inglés a través del London College of Fashion; sus mentores son las grandes cabezas de la moda. Hay que regresar a la generación de contenidos más lentos, lo que requiere un genio financiero detrás para que las cuentas salgan.
¿Cuáles son las plataformas de exhibición y los escaparates de venta con las que cuentan los productores y los consumidores de diseño en México?, ¿seguimos concentrados en circuitos locales? ¿Se ha conseguido ensanchar la entrada a los circuitos internacionales o extranjeros?
El boom de los bazares sigue. Tenemos algunas tiendas multimarca en puntos de la ciudad, pero la realidad es que los productores de diseño poco han trabajado en desarrollar estrategias comerciales más sólidas y distintas al bazar o la tienda a consigna. El consumo, aunque ha crecido, sigue siendo minúsculo comparado con el tamaño del mercado nacional. Algunas marcas van creciendo, como la de Carla Fernández, que ya va por su sexta tienda. Lo relevante de ese caso es que ahí hay una estrategia comercial detrás, pero son pocas las marcas que traen un pensamiento financiero articulado con el desarrollo de sus productos y con estrategias comerciales. Si el mercado nacional nos queda aún grande, pensar en círculos extranjeros nos queda aún más grande aunque, por otro lado, hay marcas como la de Armando Takeda que ha logrado entrar a circuitos de consumo mayoristas internacionales, ello se debe a su experiencia en esos ámbitos. Desde TALLER tenemos una serie de marcas incubándose que han sido creadas tomando en cuenta varias herramientas comerciales que puedan garantizar su supervivencia.
Hace unos años el diseño joven, o emergente, se caracterizó por su inclinación hacia las prácticas sociales, el diálogo y los eventos públicos y la asimilación de un idioma diseñístico global. Hoy, ¿cómo describirías al diseño joven?
Tuvimos apenas un boom de tres o cuatro marcas con un estilo similar (Sánchez Kane, Roberto Sánchez y Víctor Barragán) que comenzaron a llamar la atención por su estilo irreverente. En esta línea también está Pays y su colaboración con Puta, cuyo estilo sexoso pero absurdo también llamó la atención este año. Este estilo de diseño, como todos los que generan interés, trae consigo el reto de aterrizar sus conceptos y asociarlos al consumo para volverse sostenible. Esa es mi descripción del diseño joven: ideas buenas o malas que necesitan pensamiento estratégico para volverse rentables.
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