ECM, el sello discográfico fundado por Manfred Eicher en 1969 en Múnich, legendario por su catálogo y férreo defensor de la producción material de su música en discos y vinilos –contrario, por tanto, a la distribución libre de la misma por internet, incluso en streaming– ha anunciado que el total de sus álbumes estarán disponibles en Apple Music, Spotify, Amazon, Deezer, Tidal y Qoduz. Se trata de un anuncio que no por ser imaginable deja de ser sorprendente. Su comunicado de prensa deja entrever varios síntomas de la producción musical contemporánea: «Aunque los medios preferidos de ECM siguen siendo el CD y el LP, la primera prioridad es que la música sea escuchada. El catálogo físico y la autoría original son las referencias cruciales para nosotros: el álbum completo de ECM con su firma artística, la mejor calidad de sonido posible, la secuencia y la dramaturgia intactas, contando su historia de principio a fin». Es decir, aunque preferimos nuestro modelo, los hábitos de escucha actuales, lo convierten en un modelo insostenible (¿absurdo?). No se menciona, pero puede sospecharse fácilmente que la cuestión económica es central en la decisión. Y dado el carácter casi mítico del cuidado artesanal de la producción de ECM, no se exagera si se considera dicha decisión como el (pen)último clavo para la venta de música en formato físico. El anterior había sido clavado cuando el catálogo de su Prince, otro legendario enemigo de la distribución en línea, había sido incluido en Spotify. Tan sólo unos discos (Musicology o The Rainbow Children) se mantienen como un resto inalcanzable para la plataforma, pero puede preverse su desenlace.
La primera reacción por parte del escucha es, por supuesto, la de alegrarse. Finalmente, en ECM han grabado músicos como Keith Jarrett, Pat Metheny, Sylvie Courvoisier, Roscoe Mitchell, Paul Motian, Louis Sclavis, Peter Brotzmann, Bill Frisell, Craig Taborn, Naná Vasconcelos, el Art Ensemble of Chicago y un largo etcétera. Pero habría que reflexionar, a la par, sobre el inmenso poder de unas pocas plataformas musicales y la capacidad de los sellos alternativos para resistir a su embate.
Y sin embargo, la oportunidad es preciosa. Hay que escuchar con calma. Propongo comenzar con el que tal vez es el mejor álbum de 2016: A Cosmic Rhythm With Each Stroke, de Wadada Leo Smith y Vijay Iyer. Cuando entrevistamos al trompetista para la edición 109 de La Tempestad, nos comentó: «Una de las cosas más hermosas de éste álbum es su manufactura. Tuvimos ensayos previos durante un fin de semana, dónde sólo tocamos para ver cómo nos sentíamos y cómo podíamos trabajar juntos. Un par de meses después desarrollamos algunos gestos musicales, pensamientos e ideas, mientras observábamos los dibujos y las pinturas de Nasreen Mohamedi, para una pieza comisionada por el MET. Ése era un contexto que nos permitía crear espontáneamente las piezas, basados en cómo entendíamos su lenguaje visual y cómo lo vinculábamos con el nuestro. También queríamos incluir al menos un tema compuesto previamente por cada uno. “Passage”, de Vijay, que es muy político. Y mi tema “Marian Anderson”, sobre la extraordinaria contraalto y activista, la primera afroamericana que cantó en el Metropolitan. Estos dos temas y los siete cortes que conforman la suite de “A Cosmic Rythm…” intentan conformar una idea sobre nuestra sociedad».
Wadada habla de manufactura, describe los lapsos de tiempo entre ensayos, pensamientos e ideas, así como las estrategias de observación de dibujos y pinturas. Puntualiza que la obra se despliega en el espacio específico del MET que, mediante el recuerdo de Marian Anderson, también politiza. Es decir: habla de diversos temporalidades, de espacios físicos con características puntuales y de agentes políticos y artísticos en disputa. A Cosmic Rhythm With Each Stroke, en este contexto, puede escucharse como una especie de réquiem por una velocidad de producción, la de ECM, en un territorio extraño, incluso hostil, como el de Spotify. Pero también puede ayudar a complejizar un panorama tal vez demasiado maniqueo. Darse el tiempo de escucharlo completo, con atención, es estar a la altura del acontecimiento.
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