Aunque bien leída y conocida entre ciertos lectores atentos, tal vez sea el momento idóneo para no sólo volver a Zama (1956), la novela de Antonio Di Benedetto, sino para que el gran público la conozca. Algunas condiciones ya están dadas, en agosto del año pasado (con una demora que vuelve a subrayar la insularidad de las letras anglosajonas) fue traducida al inglés (apareció en NYRB Classics). A partir de entonces lectores contemporáneos han visto en la novela el germen de un caldo de cultivo donde prosperan las tensiones entre la provincia profunda y la civilización, entre lo marginal y lo tradicional, una literatura atenta al modernismo pero que dirige sus dardos hacia el colorido regional, como señaló Coetzee en esta reseña de principios de año, que sirvió también para presentar a Di Benedetto a un nuevo público. Argumentos similares pueden encontrarse en este otro texto, de Benjamin Kunkel, quien también presta atención al lugar que ocupa la novela no sólo de espaldas a la producción del Boom, sino en la obra de Di Benedetto o su impronta en la ficción de otros autores latinoamericanos, como se lee en “Sensini”, de Bolaño. Más cercana es una lectura reciente que hizo David Miklos, en fructífero paralelo a la única novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo, y que puede leerse en este mismo sitio, acá. La de Miklos es una lectura interesante pues no sólo recuerda la recepción inicial de la novela de Rulfo sino que la desenmascara como una obra contemporánea -queriendo decir, afín en estrategias y temas- a la de Di Benedetto.
Miklos no sólo reconoce a Zama como un “clásico instantáneo”, atemporal, sino que vuelve a llamar la atención a la manera en que se la ha leído (casi secretamente). ¿No es interesante el destino de ciertos libros? Ahora que Zama ha sido adaptada al cine por Lucrecia Martel (podrá verse en México durante la inminente Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, como dimos noticia aquí) uno podría sospechar y desear que la novela llegará a nuevos lectores. Puede ser, aunque es raro imaginar que hoy se lea más (por ejemplo) Pedro Páramo por la película de Carlos Velo; como también sería inapropiado sugerir que Martel sea una cineasta que inunde marquesinas. En muchos sentidos se trata de la realizadora ideal para haber abordado el proyecto: su dominio del ritmo contemplativo, su inventiva formal, la distancia necesaria para subrayar algunos aspectos ridículos de la masculinidad de Don Diego de Zama (tal y como ocurre en la novela), pero también las estrategias que han llevado su obra de la marginalidad a una especie de ¿centro? Son problemas y acertijos que también se encuentran en la novela: Di Benedetto no sólo aprovechó sino que puso cabeza a un género popular (la novela histórica que acá sirve como vehículo para desentrañar una prosa singular, entre barroca y escueta); dándole vida al destino enloquecedor de permanecer en los márgenes.
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