Cofundador de la compañía El periférico de Objetos, Emilio García Wehbi, una de las voces más singulares de la escena contemporánea, nació en Buenos Aires en 1964. Sus trabajos –teatro, ópera, performance, instalación, fotografía, pintura– han sido presentados en los principales foros internacionales, y es habitual su participación en el Festival de Aviñón.
¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
Leer, dedicarme a la jardinería y viajar.
¿Qué palabra utiliza con más frecuencia?
No lo sé.
¿Cuál fue el último libro que le resultó admirable?
El arcoiris de la gravedad (1973), de Thomas Pynchon; Corrección (1975), de Thomas Bernhard; Hospital británico (1986), de Héctor Viel Temperley; La vida instrucciones de uso (1978), de Georges Perec. La lista es arbitraria e incompleta.
¿Y película?
Sátántangó (1994), de Béla Tarr; El regreso (2003), de Andréi Zviáguintsev; Shoah (1985), de Claude Lanzmann.
¿Qué disciplinas artísticas le interesan además de la suya?
Las artes visuales en sus formas más dinámicas (acciones, body art, performances, intervenciones) y la literatura.
¿Qué música lo conmueve?
El jazz, especialmente Coltrane, Motian, Crispell, Stanko y Haden. En música popular, Tindersticks, Tom Waits, Neubauten, Nick Cave. En industrial, Nurse With Wound. En clásica, Bach.
¿Qué lo indigna?
La imbecilidad humana, de la forman parte la indiferencia, la intolerancia y el pensamiento pequeñoburgués.
¿Qué lo alegra?
El saber que todavía tengo la mitad de mi vida por delante (eso espero).
¿Por cuál ciudad siente debilidad?
Por Berlín.
Mencione un momento del día que disfrute particularmente.
La mañana bien temprano, cuando está amaneciendo, por el juego de luces y sombras, por un lado, y porque está todo por hacerse, por el otro.
¿Cómo descubrió su vocación?
En realidad mi vocación se desprende de un estado de inconformidad perpetua, que me acosó desde niño. Aprendí a canalizarlo a través de diferentes expresiones artísticas a partir de los 20 años.
¿Se identifica con algún personaje de la ficción?
Hay algo en la infancia borrosa de Austerlitz (el protagonista de la novela homónima de W. G. Sebald) que me produce empatía.
Publicado en La Tempestad 47 (marzo-abril de 2006)
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