Aunque se ha hablado mucho del diseño de la imagen de la olimpiada de 1968 en la Ciudad de México, se ha abundando poco, más allá de pies de foto y breves comentarios, sobre los judas olímpicos. Ejercicio de diseño aparentemente periférico, esta serie de mobiliario urbano efímero respondió a las necesidades oficiales del momento, y sirvió como un elemento más de legitimación del Estado a través de la apropiación de tradiciones artesanales. Se simuló así la integración de todos los elementos de una sociedad diversa, mestiza y sólo a veces indígena.
La idea de fusionar el lenguaje contemporáneo del arte y las expresiones populares mexicanas sirvió como justificación de la imagen general de los juegos olímpicos diseñada por Lance Wyman. El diseño casi cinético y muy cercano al op art de México 68 dialogaba con las tablillas de estambre y cera de abeja de los huicholes nayaritas. Esta feliz “coincidencia” siguió lo que el discurso oficial dictaba: conciliación de tradición y modernidad. A pesar del ambicioso y extenso programa de Wyman, no todo se ciñó a ese lenguaje visual, y los judas olímpicos son un ejemplo de discurso divergente.
En 1967 el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, presidente del comité organizador de los juegos olímpicos, mandó a hacer al taller Elementos Arquitectónicos –a cargo del maestro Mario Cirett, con quien colaboraría en proyectos como las maquetas de la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología– dos figuras inspiradas en los tradicionales judas en fibra de vidrio con armazón metálico. Éstas fueron enviadas a Estados Unidos como parte de la promoción de los juegos olímpicos, un año antes de su inauguración. La idea de los judas actualizados prosperó, y tal vez fue una de las participaciones más directas de Ramírez Vázquez en el diseño de las olimpiadas. Durante el evento las monumentales esculturas anunciaban las sedes deportivas: halterofilia, equitación, natación, gimnasia, atletismo, esgrima, lanzamiento de bala, tenis, hockey, ciclismo, etc.
Los judas olímpicos sirvieron a la vez como señalética urbana e intervención plástica en el espacio público; tuvieron la doble función de anunciar los eventos y de decorar la ciudad. Así como el diseño de Wyman recurrió a la artesanía para legitimarse, los judas de Ramírez Vázquez hicieron lo propio a pesar de tener un lenguaje bastante actualizado, casi abstracto. En uno de los boletines olímpicos la maqueta del judas de esgrima aparece decorada a la manera tradicional, de forma un tanto inconexa, cercana a la pintura en amate de Guerrero. Un pie de foto acompaña esta imagen: “técnicas y materiales del arte popular mexicano, así como el trabajo de los indígenas huicholes y las figuras de judas –que sirvieron de inspiración a grandes maestros mexicanos (Diego Rivera, Frida Kahlo)– se han traído a la celebración”.
El discurso oficial inundó toda la producción olímpica, buscando la legitimación a ultranza, a través de una mezcla un tanto forzada de exotización y modernización. Los judas olímpicos de Ramírez Vázquez fueron un importante ejercicio plástico que se unió a la imagen global de los juegos, contrastando formalmente con el diseño de Wyman. Ambos marcharon, sin embargo, al ritmo de las intenciones discursivas del Estado.
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