domingo, 19 de enero de 2020

Fellini esperando el naufragio

“Mi próxima película será una película completamente nueva, o completamente vieja; podría incluso ser anterior a El jeque blanco (1962)”, le dijo Federico Fellini, que nació el 20 de enero de 1920, a Costanzo Costantini, derrochando originalidad. Costantini desarrolló un proyecto soñado para el reportero que cubre la fuente de cine: siguió a Fellini por toda Roma, su ciudad favorita, y por todos lados, durante y después de casi todos los rodajes de sus películas. En 2006 la editorial Sexto Piso publicó el libro que recopila esa charla extendida.

Imagen – Federico Fellini  

Qué duda cabe que Fellini es uno de los más grandes creadores de imágenes; no sólo eso, también fue uno de los cineastas más originales: con su obra elaboró el tratamiento diurno del sueño, es decir, la forma en que la creación fantástica hace entrar el sueño en lo real. Tan sólo hay que recordar al monstruo marino gigante, muerto en la playa, en La dolce vita (1960) (que puso de cabeza a críticos y hermeneutas de la época), o la aparición de una Anita Ekberg de enormes dimensiones (nos referimos a la altura, por supuesto) que al caminar amenaza con destruir la ciudad en “La tentación del doctor Antonio”, cortometraje inserto en el filme coral Boccaccio 70 (1962).

Hablando de hacer memoria, le pedimos a cineastas mexicanos que nos compartieran su filme o escena preferida de Fellini. Aunque la huella del italiano en el cine mexicano no es explícita (debido, quizá, a que el cine que se produce en años recientes en el país está enfocado en la realidad, por ejemplo el trabajo y el conflicto de clase; mención aparte merece Güeros (2014), de Alonso Ruizpalacios, cuyo tratamiento discontinuo y onírico remite a Fellini), sus comentarios esbozan el retrato de un Fellini en 2020, es decir, a 100 años de su nacimiento.    

“La primera vez que me enamoré de un personaje femenino fue en Julieta de los Espíritus (1965), que es un relato matriarcal, lleno de símbolos que invitan a múltiples lecturas y análisis”, dice Sebastián Hofmann, director de Tiempo compartido (2018). En la primera película a color de Fellini, Giulietta Masina, su colaboradora y esposa, interpreta a una mujer que confirma la infidelidad de su esposo. El tratamiento de la historia, que como todo el cine de Fellini tiene ecos biográficos, no es para nada habitual. Se trata de una colección de visiones y ensueños que le brinda fuerza a la protagonista para devenir autónoma.

Alejandra Márquez Abella, directora de Las niñas bien (2018), reconoce la fuerza de Las noches de Cabiria (1957): “habla de las relaciones entre los hombres y las mujeres, del amor y de la precariedad de forma sutil y profunda, con drama y sentido del humor. Giulietta Masina es una genia incontenible. Su interpretación de Cabiria es una locura maravillosa. Hay un momento en que sale vistiendo una bata que dice México; siempre sentí eso como un guiño hacia nosotros”.

“Recuerdo el impacto que me causó la imagen emblemática del protagonista que vuela por los aires con una cuerda atada al tobillo en 8 ½ (1963). Verdaderamente es la imagen de un sueño”, confiesa Matías Meyer, que este año estrenará Amores modernos (2019). Considerada una de las mejores películas de Fellini, 8 ½ es el filme en el que el italiano mezcló como nunca antes sus temas: la desilusión, las mujeres, los recuerdos y la necesidad de construir un mundo propio para sobrevivir. “Otra escena que tengo grabada es la de Anthony Quinn rompiendo las cadenas alrededor de sus brazos y torso en La strada (1954). Revisé esta secuencia para mi película Yo (2015), donde el personaje principal también debe quitarse las cadenas con su propia fuerza”, añade Meyer.

A Bernhard Hetzenauer, director de La sombra de un dios (2017) y El lunar en su espalda (2019) y autor del libro Lo interior afuera. Béla Tarr. Jacques Lacan y la mirada (2016), le parece importante la influencia del psicoanálisis en Fellini. El creador austro-mexicano, que gusta de Julieta de los espíritus y 8 ½, recomienda revisar El libro de los sueños (publicado en lengua italiana en 2008 y luego en inglés), volumen en el que el director recopiló e ilustró sus sueños luego de que se lo aconsejara Ernst Bernhard, su psicoanalista. “Este hombre fue un judío alemán que escapó de los nazis y se afincó en Italia; su relación con Fellini fue determinante para el cineasta italiano”, explica Hetzenauer.

Han pasado 100 años desde el nacimiento de Fellini, casi 27 desde su muerte en 1990, 70 desde el estreno de Luces de variedad (1950), su primera película, y 30 desde que debutó La voz de la luna (1990), su último filme. Durante todo este tiempo se ha hablado mucho de la transformación del cine, que Fellini (luego de haberse quejado con amargura de la televisión y la publicidad, entes para los que trabajó) comparaba con un naufragio. “El hecho de que se desplomen todas las certezas me hace sentirme joven. Repito: la idea del naufragio siempre me ha fascinado, después de un naufragio se puede empezar desde cero”. Ma certo, Federico!         



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