La carrera de Tomás Urquieta, dj chileno que se presentó en la edición más reciente de Mutek, despuntó en 2012. Con su música experimental techno ha recorrido Chile, México, Estados Unidos y varios países de Europa. El pasado de Urquieta, sin embargo, está marcado por la música hardcore. En esta charla Urquieta habla del punk, la adolescencia, el ambiente electrónico, su peculiar sonido y el presente de su país.
De adolescente vivías en Valparaíso, Chile. ¿Cómo te inclinaste por la movida punk?
Nací en Viña del Mar, pero crecí en Valparaíso. Me interesé en el punk gracias a internet. Era un adolescente que gustaba de la música. Soy de la generación Napster y Audiogalaxy. Descargaba compilados de punk y hardcore. Oía a Sin Dios, pero me gustaba más La Polla Records, también disfrutaba de Marcel Duchamp, una banda local. Otra cosa que influyó fue cuando mi mamá me regaló unos Vans y comencé a patinar. Con los tenis estaba incluido un CD del festival Warped Tour.
Para quienes ya tenemos más de 30 años, el Warped Tour está ligado a nuestra generación. Igual 120 minutos, programa de MTV que transmitían por la madrugada.
En 120 minutos comencé a sentir la música gracias a bandas que no eran populares. Con mi hermano grababa los videos que transmitían; creo que el grupo que formé con él terminó siendo un híbrido: veníamos de oír a las bandas de punk y hardcore. Sin embargo fue Norma Jean la banda que me voló la cabeza.
Tu banda Vlado Petrik formó parte de la oleada de proyectos screamo en Latinoamérica entre 2006 y 2009. ¿Cómo llegaste a ese estilo musical?
Norma Jean estaba súper alejado del verdadero screamo, pero a mí siempre me ha gustado más el hardcore y metalcore: Botch, Morning Again, por ejemplo. Sin embargo, el screamo llegó porque compraba fanzines. En uno leí una reseña de un Split donde venía Yage. Escuché a esa banda un montón. Después busqué grupos similares: Danse Macabre, ARSEN A.K.A. König der Moster, Louise Cyphre. Pronto quise hacer algo similar.
¿Cómo fue la época con Vlado Petrik, donde fuiste el vocalista?
Nos trataban mal, pensaban que éramos fresones. Eso sucedió en Valparaíso, donde todo era más punk. La verdad es que nunca me importó pertenecer a una escena. El screamo me gustaba porque era cualquier mierda superficial de adolescentes.
“Me identifico con lo que alguna vez dijo Emma Goldman: ‘si no puedo bailar, no quiero estar en su revolución’”.
Posterior a eso iniciaste tu propio camino en la música electrónica.
Sí, siempre he querido vivir de la música. Me está costando mucho, pero en algún momento pasará. Empecé a hacer música yo solo, porque con Vlado Petrik nadie llegaba a los ensayos.
¿Cómo comenzaste, descargaste algún programa para hacer música?
Descargué el Fruty Loops. Nunca supe cómo usarlo. Sin embargo, el espíritu del DIY siempre ha estado presente en mí. Antes en el punk, ahora en el techno.
¿Sucedió algo especial en Chile para que tomaras el camino de la música electrónica?
No, pero había muchas bandas de new rave sonando en todos lados: Klaxons, MGMT, Cut Copy, que eran proyectos que no me gustaban, se me hacían pretenciosos. Yo quería hacer todo lo contrario. Empecé a experimentar y salió un sonido que, pienso, nadie estaba haciendo. Por eso agarré cierta fama. Muchos me han dicho que fui el primero en hacer algo así en Latinoamérica.
Eso se ha reflejado desde tus primeros trabajos.
Sí, en Ignea, Manuscript y La muerte de todo lo nuevo se notan las mezclas del viejo estilo industrial, con algo más de los clubs. Lo que intenté fue hacer techno desde cero, con lo que tuviera a la mano.
¿Qué diferencias hay entre la actual música electrónica que se hace en América Latina con la que se hace en otros lados, por ejemplo en Europa?
Europa se está apropiando del estilo latino. Sin embargo nadie puede limitar a la gente, está bien que lo hagan. Sólo que ahorita los ojos están en el sonido latinoamericano. Es fantástico, se aburrieron de lo europeo. Ojalá el DJ latino ganara lo mismo que el europeo cuando sale a tocar. Ese tipo de cosas hay que arreglarlas y son por las cuales estoy peleando.
En tu último trabajo, el LP Dueños de nada, aparte de mantener tu estilo, sampleaste cosas que te remontan a tu adolescencia.
Incluí a dos bandas que me marcaron: Fun People y Los Crudos. Un montón de gente pasó de tocar punk y hardcore a hacer otras cosas artísticas. Para mí, como latino, es algo súper obvio haber crecido escuchando a estas dos bandas. Fue tan necesario que se convirtió en algo vomitivo. Me refiero a que estoy dejando salir un montón de cosas. La idea de samplear bandas punk, la tuve que guardar por mucho tiempo. Quería que saliera en vinilo. También hice eso porque en la música electrónica debe de existir un espacio de reflexión, no solamente dejarse llevar por las drogas o los clichés del ambiente.
Pienso que al ser chileno y tomando en cuenta el pasado de tu país, así como los temas políticos y sociales, fue necesario mantener la rebeldía haciendo música electrónica.
Por supuesto. Lo que ha estado pasando en semanas recientes en mi país, debido a que subieron el costo del transporte público, viene de meses atrás, cuando los profesores organizaron marchas para mejorar sus salarios. Fue algo súper pacífico, pero explotó en cuanto anunciaron que subiría de precio el transporte. La sociedad se organizó e hizo esa revuelta en contra de las políticas neoliberales que están establecidas en Chile desde los años 70, posterior al Golpe de Estado. Todo eso sigue latente. La izquierda y la derecha son la misma mierda.
Por eso llevas reflexión a la pista de baile.
Sí, me parece interesante llevar la voz de Martín Crudo y Nekro a personas que jamás los han escuchado.
Es algo muy sincero. Hay mucha gente que niega su pasado.
Eso es verdad. Es algo muy idiota. Y no únicamente llevo las cosas que escuchaba antes a mi música actual, también trató de involucrar las cosas que leía cuando era más joven, como la filosofía posmoderna.
Lecturas cercanas al screamo, como la banda Orchid, por decirlo de una forma adolescente.
Sí, muy Orchid: “I Am Nietzsche”. Hasta la fecha sigo creyendo lo que Gilles Deleuze proponía del arte y la resistencia política. También me hice fan de Baruch Spinoza, Michel Foucault, Noam Chomsky. Algunos títulos de mis canciones tienen que ver con la posmodernidad.
La música termina siendo un reflejo de nosotros.
Sí, mi música conserva lo que me ha tocado vivir. Sin embargo, en el ambiente de la electrónica europeo no he podido encajar del todo. Tendría que tener mi Instagram lleno de selfies, andar vestido a la moda; así es gran parte del mundo electrónico del viejo continente.
¿Qué otros personajes vienen del mismo mundo musical que el tuyo que ahora están metidos en la electrónica?
Hay muchos. Rocco Rampino, quien tocaba en La Quiete y The Death of Anna Karina; él tuvo un proyecto llamado Congorock y trabajó con Steve Aoki, que también viene del punk. Otro es Billy Werner, ex vocalista de Saetia y Hot Cross. Jayson Green, de Orchid, fue DJ durante un tiempo.
En 2017 te invitaron al Festival NRMAL y terminaste viviendo en la Ciudad de México. Charly, de la discográfica Infinite Machine, te ayudó.
Charly tocó en Arse Moreira y desde esa época nos conocemos. Él hizo que ahora pueda abrirme camino en la música electrónica. Con Infinite Machine ya hice el trabajo que tenía que hacer. En 2020 lanzaré tres EP’s con otro sello.
¿Harás algo con Asamblea Internacional del Fuego, una banda muy representativa del hardcore chileno? Lo pregunto porque vi que participaste en uno de sus últimos shows.
Sí, haré algo con Emilio Fabar, ex vocalista. Él fue una influencia fundamental en mi adolescencia. Siempre he sido muy fan de Asamblea Internacional del Fuego. Lo que más admiro son sus letras. Emilio es un gran poeta. Vamos a desarrollar algo en conjunto.
Creo que queda perfecto con tu trabajo el título “Dance tonight! Revolution tomorrow!”, que corresponde a un LP de Orchid, una banda que hizo que nos conociéramos. ¿Tiene una relación especial contigo esa frase?
Es más que obvio. También me identifico con lo que alguna vez dijo Emma Goldman: “si no puedo bailar, no quiero estar en su revolución”. Ambas frases representan mi trabajo y mi pasado. Hay que hacer una revolución en la pista de baile. Aunque en estos tiempos, con lo que está pasando en mi país, en lugar de participar en compilados para recaudar dinero, me hubiera gustado pegarle con un palo a algún policía. Con ellos hay que ser violentos. No hay otra forma.
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