Me temo que no hay respuesta correcta para esa pregunta, pero a la par estoy convencido de que tanto las estrellas innumerables como la muchedumbre de libros deben de categorizarse en forma de constelaciones.
Una constelación de libros, por ejemplo, es la colección de Lecturas Méxicanas en sus diferentes series. La primera es el más preclaro y poderoso muestrario de la literatura mexicana digna de ser recordada. Que la manden íntegra al espacio exterior con sus bellas portadas diseñadas y fotografiadas por gente que sí leyó y comprendió los textos. Uno encuentra estos ejemplares primorosamente ajados en librerías de viejo a menos de cien pesos. Procesión de textos fundamentales y cuartas de forros que, de hecho, deberían vender reunidos en forma de libro, son auténticos mini ensayos precisos e intrigantes. Es una pena que no exista una serie actual que recaude obras recientes de autores nacionales. Ahí en la anterior están Arqueles Vela, Juan Rulfo, Josefina Vicens, el soldado Urquiza… todos.
Pienso también en la Biblioteca del Universitario de la Universidad Veracruzana. Libros baratísimos en traducciones cuidadas con prólogos sobresalientes, siempre coronados por el texto de Pitol acerca de la libertad del libro. Se trata de literatura universal de la buena. Clásicos y luego no tan clásicos. Uno podría leer sólo todos estos tomos y ya tendría una preclara idea de lo que fue escrito y vale la pena leer a lo largo de la aventura humana. Esta colección es, a grandes rasgos, la consumación del sueño vasconcelista de poner una Ilíada en cada hogar mexicano. En la lucha por tener un país de lectores, la Biblioteca del Universitario es nuestro batallón más poderoso. Acá están Werfel, Rilke, Schnitzler, Rafel Delgado, Paz, etcétera y etcétera.
De Anagrama sabemos que editan libros de importancia reciente, pero con portadas horrendas con colores aun más feos. Son libros caros, preponderantemente caros. Pues en su cincuenta aniversario, Anagrama dijo: ¡basta! Ahora mismo, en las mesas de novedades, uno puede encontrar la colección Compactos Anagrama 50 Aniversario, un paseo por quizá los libros más importantes de lo que es la literatura contemporánea (me gustaría encontrarle un mejor término). Las portadas de cada título fueron encargadas a un ilustrador o ilustradora distinto: son muy lindas, si no trajeran una lonja de páginas en medio serían objetos del deseo por sí mismas. Las contraportadas están redactadas a manera de recomendación y esto vuelve al libro ligeramente más humano.
Acá está la novela con la mejor línea final posible (Mientras Agonizo, Faulkner), la divina reinterpretación de los mitos griegos de Calasso (Las bodas de Cadmo y Harmonía), la novela de ciencia ficción disfrazada de drama de Houellebecq (Las partículas elementales), Lolita con su polémica portada. Capote, Chirbes, hasta Baricco o Bukowski. Ese futuro de la novela que es El loro de Flaubert de Barnes. En fin. El catálogo es una chulada de constelación. No los he leído todos. Qué alegría.
Estoy convencido de que los mexicanos tenemos muchas ganas de leer pero apenas entramos a las librerías nos encontramos con un continente nuevo y atemoriazante. Mejor dicho: un cementerio de autores. No sabemos qué leer. Y las mesas de novedades se aprovechan de esto para saturar la oferta con libros destinados al pronto olvido. Anagrama ahora mismo coloca una mejor opción con su colección de Compactos a un precio que considero justo. Conmino a todos los lectores a que busquen en sus portadas y contraportadas lo que más los atraiga. El que te haga sentir como venado en las fauces de un tigre: ese.
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