viernes, 7 de julio de 2017

Una reflexión y una recomendación

En la serie de postales proféticas 2012, René Godínez y Carlos Lara predijeron el fin del Palacio de Bellas Artes a causa de un incendio. En la pieza se atestigua la destrucción del recinto por una lluvia de meteoritos. Un apocalipsis cretácico ponía fin al dinosaurio de mármol, donde se han exhibido obras del pintor austriaco Kokoschka, aunque también realizado conciertos como el del cantante Mijares.

 

El pasado 1 de julio a las 5:00 AM la visión de Godínez y Lara nos alcanzó, sólo que no de la mano de la naturaleza, sino por la inmortal negligencia de la burocracia mexicana. Esa madrugada El Excélsior informó:

 

Incendio en Palacio de Bellas Artes por bodega improvisada: Trabajadores del INBA cuentan a Excélsior —sin revelar su identidad por temor a represalias laborales— que el recinto carece de condiciones para garantizar una protección óptima.

 

En esa misma serie, Godínez y Lara (que juntos dan vida al dueto de arte Sangree) “vieron” la Basílica de Guadalupe sepultada bajo nieve, el Castillo de Chapultepec consumido por un incendio forestal, el Monumento a la Revolución arrasado por olas, el distrito financiero de Santa Fe destruido por rayos láser disparados por pirámides prehispánicas voladoras y la Ciudad de México hundirse en grietas de lava, asediada por una mega tormenta, y en el firmamento un mono precolombino atestiguando el fin de la “ciudad de los museos”.

 

Traer hoy a colación la fantasía apocalíptica de Sangree no es gratuito: no somos pocos los que soñamos con la destrucción de los hitos culturales nacionalistas –recordemos la Destrucción total del Museo de Antropología (2012) de Eduardo Abaroa–, pero no por la mano de la torpeza y la corrupción burocrática, sino por detonadores, digamos, civiles. ¿Valdría la pena hablar de demoler la arquitectura?, ¿o de derrumbar los símbolos? Porque la corrupción, debemos saberlo, es inmortal.

 

El reciente “siniestro” en el Palacio de Bellas Artes es una metáfora de nuestro Estado: una apabullante fachada marmórea, con una estructura interna gastada por la corrupción, a punto del colapso.

 

Y porque aún no llega el Día del Juicio, también recomiendo visitar la instalación sonora La memoria de los muros, un proyecto de Diego Orendain y Pedro Martínez-Negrete, en la sede de Santa María la Rivera de Casa Wabi: un experimento acústico sobre la arquitectura de Casa Wabi, diseñada por Tadao Ando. Los artistas sonoros reprodujeron grabaciones de música tradicional de pueblos indígenas dentro de los muros de la casa de Oaxaca. Este ejercicio acústico pretende el rescate de las sonoridades étnicas mexicanas. La memoria de los muros permanecerá abierta hasta el 13 de agosto.

 



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