jueves, 22 de febrero de 2018

Proyecciones de la ciencia ficción

Desde sus inicios el cine se ha beneficiado de la imaginativa cantera de relatos especulativos. Para tomar un caso icónico, El viaje a la luna (1901) de Méliès no sólo se inspiró en De la tierra a la luna (1865) y su secuela Alrededor de la luna (1870) de Julio Verne, también tomó prestado elementos de Los primeros hombres en la luna (1901) de H.G. Wells, que se publicó unos meses antes de que el cineasta francés realizara su filme. Algunas cintas han conjurado imágenes que, en muchos casos, se han vuelto aún más populares que las novelas o relatos que les dieron origen: ¿no es, por ejemplo, lo que ocurre con Frankenstein? Cuando se le invoca, casi por descontado imaginamos al monstruo cinematográfico de 1931 –interpretado legendariamente por Boris Karloff–, antes que recordemos las estrategias narrativas de Mary Shelley. Algo similar ocurre con ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) de Philip K. Dick: es más probable que al mencionar ese relato nos venga a la mente el mundo sobrepoblado y sombrío de Blade Runner (1982), antes que los edificios vacíos o el “mercerismo” de la novela. Pero también es cierto que la obra de algunos escritores parece apenas haber sido arañada por el cine. Solaris (1972) y Stalker: la zona (1979) son clásicos del género que, sin embargo, apenas son una ventana a la vasta obra de Stanislaw Lem, por un lado, y los hermanos Strugatski, por otro.

El fenómeno tiene algo de obvio: las adaptaciones cinematográficas, por distintas razones (principalmente materiales) rara vez se pueden permitir serle fieles a sus materiales de origen. Pero debe llamarse la atención a un hecho: algunos imaginarios literarios de la ciencia ficción parecen vivir en mejor armonía con el cine que otros. ¿A qué se debe que la obra de Philip K. Dick, paranoica e imaginativa, tenga tantas adaptaciones al cine y la televisión? Además de numerosos cortometrajes basados en sus relatos, el cine espectacular de Hollywood ha recurrido en varias ocasiones a su obra (con algunos hitos, como el filme de Scott, pero también en cintas problemáticas como Vengador del futuro, de 1990; Minority Report: sentencia previa, de 2002; o ejercicios más fieles al espíritu dickiano, como Una mirada a la oscuridad, de 2006).

Fotograma de “Soldado”, episodio de ‘Rumbo a lo desconocido’, basado en un relato de Harlan Ellison

Ya hemos hablado aquí sobre la pertinencia del imaginario moralizante de Dick para el presente; pero ¿no es interesante preguntarnos por qué él, Asimov o Michael Crichton sí han sido “traducidos” al cine, pero otros tantos no? Margaret Atwood, por ejemplo, parece que ahora sí, pero durante mucho tiempo no (su novela El cuento de la criada, de 1985, ha sido adaptada al cine y a la televisión; otros relatos suyos –de géneros ajenos a la ciencia ficción– como Alias Grace, también han llegado a la televisión y a medios inusitados como el cómic). Dune (1965) y sus secuelas, de Frank Herbert, han tenido una relación complicada con el cine; la adaptación que hizo Lynch en 1984 sólo se dio una vez que el proyecto hubiera pasado por varias manos, iniciando con Alejandro Jodorowski (el documental de 2013, Jodorowski’s Dune de Frank Pavich, detalla la historia de lo que pudo haber sido un filme aún más delirante que el de Lynch). El material de Herbert ha sido adaptado también a la televisión, en miniseries sin pena ni gloria, y aún se habla del proyecto que Denis Villeneuve prepara en torno a él.

Por supuesto, el impacto que algunas ideas de la ciencia ficción han tenido en el cine (y en la cultura en general) no se limita a las adaptaciones directas. Aunque existen varias adaptaciones fílmicas tanto de Un mundo feliz (1932) como de 1984 (1949), es claro que mucho del imaginario distópico o totalitario que se ve frecuentemente en el cine puede rastrearse a las ideas de Huxley u Orwell. No es raro que la “fábrica de sueños” tome elementos de la ciencia ficción. Famosamente, James Cameron fue acusado por Harlan Ellison de usar elementos de su relato breve “Soldado del mañana” (1957) para su serie de filmes en torno a un “exterminador” del futuro que inició en 1984 (el mismo relato de Ellison fue la base para el episodio “Soldado” del serial Más allá de lo desconocido, emitido en 1964; tras un acuerdo con los productores de la cinta, ahora los créditos de Terminator: el exterminador agradecen a Ellison). También de Cameron, Avatar (2009) ha sido señalada por tener similitudes temáticas tanto con Forastero en tierra extraña (1961, de Robert A. Heinlin) como con El nombre del mundo es Bosque (1976), de Ursula K. Leguin (para un perfil publicado por The Guardian en 2014, Leguin declaró que, en su opinión, Cameron “tenía varias personas a las que debió agradecer”).

Versión de la PBS de ‘La rueda celeste’

El caso de Leguin (1929-2018) es interesante pues, por un lado, habla sobre un imaginario que se resistió durante mucho tiempo a las extrañas ideologías de Hollywood, y por otro, sobre el cuidado que tuvo con la manera en que otros trabajaban con su obra. La relación directa que tuvo la autora norteamericana con el cine fue agridulce. Se involucró en la producción de una cinta hecha para la televisión que adaptó su novela La rueda celeste (1971). La película, producida en 1980 por la PBS y dirigida por Fred Barzy y David R. Loxton, fue una de las pocas instancias en las que Leguin celebró la adaptación (hubo otra versión televisiva de la misma novela, de 2002, que se tomó demasiadas libertades con el material original).

La rueda celeste se desarrolla en una Portland distópica donde habita un hombre capaz de alterar el pasado y el presente del mundo a través de sus sueños. Un ambicioso psiquiatra decide manipular su habilidad para cambiar el mundo a su antojo, aunque con resultados fáusticos: su intento por solucionar el problema de sobrepoblación resulta en una pandemia; el deseo de paz mundial resulta en una invasión extraterrestre; y el deseo de ponerle fin al racismo se materializa en la triste realidad de una sociedad que comparte un único y grisáceo tono de piel. Por alguna extraña ironía anticipativa, ha sido precisamente allí (en las coordenadas del racismo y la tendencia hollywoodense a blanquear sus producciones) donde los relatos de Leguin ofrecen más resistencia. Cuando el canal Sci-Fi intentó adaptar su ciclo de Terramar (iniciado en 1964), iniciando con La leyenda de terramar (2005), Leguin públicamente denunció el blanqueo de su obra. La versión animada producida por el estudio Ghibli en 2006 gozó de mejor suerte, aunque tampoco logró esquivar la crítica de Leguin (quien señaló algunos elementos que simplificaban, en su opinión, su trabajo).

En mayo del año pasado, Variety reportó que la escritora estaba fungiendo como consultora para una adaptación televisiva de su novela La mano izquierda de la oscuridad (1969). Tras su muerte, está por verse qué resultados tendrá la versión producida por Critical Content. Tal vez el núcleo del trabajo de Leguin sea especialmente resistente para la cultura del espectáculo, tan adepta a la concesión (sobre la singularidad de la obra de la escritor norteamericana, escribió Nicolás Cabral, acá).



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