Nacido en Popayán, Colombia, en 1978, es uno de los narradores latinoamericanos más sobresalientes de la actualidad. Ha traducido a autores como William Faulkner, Thomas Wolfe, Gordon Lish, David Ohle, Joaquim Machado de Assis y José Maria Eça de Queirós. Es autor de un libro de cuentos (Carreras delictivas, 2006) y de cuatro novelas: Zumbido (2010), Los estratos (2013), Ornamento (2015) y El diablo de las provincias (2017), editada por Periférica y que circula en México a través de Sexto Piso.
¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
Me cuesta diferenciar el tiempo libre del tiempo ocupado. El ocio del negocio. Más bien vivo en una perpetua laboriosidad, concentrado en mis distracciones.
¿Qué palabra utilizas con más frecuencia?
Chueco, choto, chimbo y chambón.
¿Cuál fue el último libro que te resultó admirable?
La voluntad de los objetos (2014), de Abraham Cruzvillegas, y Reina Amelia (1999), de Marosa di Giorgio.
¿Y película?
Sin duda Zama, de Lucrecia Martel, aunque no puedo decir que la disfrutara. Más bien la clave está en ese disfrute, en esa especie de retórica de la fiebre y el delirio.
¿Qué disciplinas artísticas te interesan además de la suya?
Todas me interesan, aunque tengo poca paciencia con la afectación apolínea de la danza. Prefiero el virtuosismo plebeyo de los bailes populares.
¿Qué música te conmueve?
Cualquier cosa puede llegar a conmoverme, desde el Winterreise de Schubert hasta Ali Farka Touré.
¿Qué te indigna?
Me indigna la cara dura de los teóricos de la economía de mercado. Unos tipos encargados de convencer a la gente de que la codicia de sus amos es una virtud social y cívica.
¿Qué te alegra?
Me alegra ver a mis amigos doblándose de risa. O sea, me alegra la felicidad de los que quiero.
¿Por cuál ciudad sientes debilidad?
Por Lisboa.
Menciona un momento del día que disfrutes particularmente.
Soy medio vampiro, entonces me gusta mucho sentir que la noche está madura y redonda.
¿Cómo descubriste tu vocación?
La vocación es una palabra de origen religioso, es como sentir el llamado de Dios. Yo nunca sentí nada parecido ni hubo un momento de iluminación.
¿Te identificas con algún personaje de la ficción?
No. Y la razón es que la noción misma de “personaje de ficción” está en crisis porque se ha difuminado en la vida real.
Publicado en La Tempestad 128 (noviembre de 2017)
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