martes, 22 de mayo de 2018

El fragmento sin jerarquía

Mañana se presentará Y por mirarlo todo, nada veía, el libro más reciente de Margo Glantz. Como ocurrió en Yo también me acuerdo (2014) y en Por breve herida (2016), el nuevo título sigue marcando su interés por el fragmento, el relato atomizado, y su entramado con una autobiografía literaria. Aunque algunos de estos gestos ya se encontraban en obras tempranas como Las genealogías (1981), el diálogo que Glantz ha mantenido con sus lecturas predilectas se ha acentuado (aunque la estrategia ya se puede rastrear hasta El rastro, donde el estilo evoca la espiral narrativa de Thomas Bernhard). Pero la conversación que podría mantener con autores como Georges Perec, Joe Brainard o David Markson son sólo un punto de partida: “Es una genealogía en la que me inscribo”, apunta Glantz, “para mí David Markson y Perec son maravillosos y trabajo muchos con ellos. Pero esta vez el fragmento se concentró en el fenómeno de las redes sociales. Fue a partir de ellas que armé el libro. Es parecido a lo que había trabajado en Yo también me acuerdo, donde algunos textos provenían de Twitter. Pero acá es casi de manera total”.

En este sentido el título, que hace un guiño a la filosofía de Sor Juana Inés de la Cruz –como se hace evidente en los epígrafes de Y por mirarlo todo…– es elocuente: “Hubo un punto de inflexión brutal en la obra de Sor Juana: maravillada y abrumada por los planetas, la torre de Babel, las pirámides de Egipto y lo que llamó la ‘prodigiosa máquina del mundo’, Sor Juana tuvo que sentarse a reflexionar y cambiar de método, de visión, para poder dar con la idea del cosmos. Me pareció clave como ruptura no sólo en el pensamiento de Sor Juan sino en relación a lo que estaba escribiendo”. Y sí, el nuevo libro de Glantz parece operar no sólo como un mecanismo literario sino como una crítica al momento comunicativo que vivimos: “La violencia, el bombardeo de noticias constante que se ha acrecentado con las redes sociales, y la imposibilidad de jerarquizar es cada vez más terrible. Todo tiene la misma importancia. Me pareció algo digno de trabajar”. ¿Pero cómo se expresa, literariamente, la inquietud que causa ese aluvión informativo?

Aunque fue formado a partir de fragmentos tomados de Facebook y Twitter, no se tratan del mismo tipo de retales que configuran las obras de Perec o Markson. De allí el aspecto satírico del nuevo libro de Glantz. En su mayor parte está compuesto por fragmentos inocuos, o que parecen serlo (pues en ocasiones se recogen, también, titulares informativos, que pierden su filo al presentarse de manera contigua a datos que ni fu ni fa), Glantz se permite dejar el ritmo del alud de la información para ofrecer nuevas catalogaciones, sean de tipos de narcisismo o de los comportamientos que adoptamos en las redes sociales. “La exacerbación del narcisismo, absolutamente ramplón y que se vuelve efervescente de la manera más espeluznante. Aunque esas cosas tienen un sentido a la larga… ¿a mí qué me importa que alguien se tome un café?, ¿o que se muera el perro de una famosa escritora?, ¿por qué aparece algo así en primera plana? En las redes sociales todo eso tiene la misma jerarquía: los problemas en la franja de Gaza y lo que la nueva princesa decide usar para el día de su boda. Es importante notar cómo estamos confundiendo todo”.

Otro momento en que los fragmentos ceden ante los intereses personales de Glantz es cuando aparecen otro tipo de esquirlas, provenientes, más bien, de su historia personal como lectora. “Mi autobiografía personal es fundamentalmente literaria y aparece siempre en mis textos. Eso sirve para romper con la monotonía del fragmento”. Son, en efecto, los momentos en que el libro deja de ser un mero catálogo de lugares comunes, para transformarse en un mecanismo retórico: la figura del polisíndeton es el andamiaje de ese recorrido. ¿Cómo opera la fuerza de una frase literaria cuando se rodea del estilo claro y transparente de la redacción noticiosa? “Coleccioné textos, diariamente. Y los fui agregando unos a otros. Pero el armado del libro implicaba una jerarquización, aunque parezca no existir porque refleja la falta de verticalidad de las noticias. Lo importante era mostrar hasta qué punto se estaba creando una cosa borrosa que impacta al lector. La incapacidad de sentarte a reflexionar sobre lo que está pasando, la dificultad de leer revistas. A la gente sencillamente le da flojera leer porque se enfrenta a las noticias en las redes sociales. Debates presidenciales, asesinatos, sismos en Guerrero, se casó tal, los dientes de tal persona no funcionaron, las vísceras de Nancy Raegan fueron operadas: me parece muy significativo lo que está pasando. Tal vez no sea nuevo pero la acumulación ahora es violenta. Creo que el libro busca subrayar eso que vemos todos los días sin que nos percatemos: la catarata y aluvión de noticias. Por otro lado, tengo muchas obsesiones e intereses, y me parece importante insertarlas. Entre ellas el recurso a la retórica, que define problemas de la forma literaria”.

Y por mirarlo todo, nada veía se presentará en el Traspatio, en la Ciudad de México, a las 19:30 horas. A la autora le acompañarán el poeta Luis Felipe Fabre y el editor Diego Rabasa.



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