miércoles, 28 de noviembre de 2018

El guion basado en la realidad

Especializado en retratar problemáticas sociales a partir de relatos de personas que han vivido de primera mano los acontecimientos y que se han convertido en protagonistas de sus filmes, el director colombiano Víctor Gaviria es experto en la dirección de actores naturales. “Un actor natural es un narrador que tiene información de vida que no se puede encontrar en otra parte”, dice el director de Rodrigo D: No Futuro (1990), una película sobre un joven de Antioquía que anhela convertirse en músico de una banda punk, aunque no tiene dinero para comprar una batería. Del 3 al 7 de diciembre Gaviria impartirá un seminario de dirección de actores naturales en ESCINE. El 8 de diciembre, por otro lado, dará una clase maestra acompañada de la proyección de su más reciente película, La mujer del animal (2016). Aquí, una charla con Gaviria, dueño de una obra que reflexiona sobre la exclusión, entre otros problemas de la realidad colombiana.   

¿En qué consiste su proceso de trabajo para lograr lo que se llama actuación natural?

Con su primer largometraje, Rodrigo D: No futuro, problematizó la diferencia, si es que la hay, entre el cine de ficción y el documental. ¿Qué lo llevó a elegir a residentes naturales de Medellín para actuar en la película?

Cuando comencé a hacer mis primeros cortometrajes, en Medellín, no tenía oportunidad de trabajar con actores profesionales. Además todos los que tenían talento para el cine y la televisión se iban para Bogotá. Era muy difícil convencerlos para que regresaran a filmar a Medellín. Empecé a trabajar con actores naturales de forma muy elemental, muchas veces seleccionándolos por su físico. Me dediqué a pensar qué es un actor natural. Me di cuenta que se trata de un personaje que tiene información muy importante. Lo constaté al hacer un corto de ficción sobre ferrocarrileros de Antioquia. Al no encontrar textos sobre la historia del ferrocarril en Antioquia, busqué a los trabajadores jubilados del tren. Resultó que ellos eran la enciclopedia, la biblia de la historia del ferrocarril, a la tenían en su memoria, en sus experiencias. Ahí encontré la primera definición de actor natural: un narrador que tiene información de vida que no se puede encontrar en otra parte. Se trata de información vivida, no académica.

Los narradores de aquel corto eran personas comunes que no habían actuado nunca, no tenían conocimientos de interpretación, no obstante, eran muy buenos observadores, dibujaban personajes, momentos, anécdotas, te transportaban con sus historias orales a lugares de los que hablaban con un interés particular. Estos personajes despertaban un interés maravilloso.

Primero les pedía que actuaran, pero no con ayuda de textos o diálogos escritos que debían memorizar, los ponía a improvisar a partir de sus memorias. Frente a la cámara se definían como actores naturales que improvisaban.

El actor natural tiene tres momentos: en un principio es una persona que tiene una información que no está en ninguna parte, que está en su memoria; en un segundo momento es un buen narrador; el tercer factor es que puede improvisar frente a la cámara. 

A pesar de que las temáticas de su obra se relacionan estrechamente con la realidad ha decido hacer películas de ficción. ¿Qué posibilidades encuentra en ambas formas de hacer cine?

El actor natural tiene tres momentos: en un principio es una persona que tiene una información que no está en ninguna parte, que está en su memoria; en un segundo momento es un buen narrador; el tercer factor es que puede improvisar frente a la cámara. Es ahí donde el documental y la ficción se mezclan, pasando de un género a otro porque se trata de la realidad como materia prima. Casi sin notarlo se pasa a la ficción gracias a que estos actores transforman sus narraciones a través de la improvisación.

Después de los cortos realicé Rodrigo D: No Futuro. En ese momento descubrí el elemento del actor natural como improvisador. Al plantear esta película me di cuenta de que era un filme sobre un universo totalmente desconocido para mí, del que tenía algunas noticias a través de los magnicidios de los años ochenta en Colombia, financiados por el cártel de Medellín. En estos hechos siempre están involucrados menores de edad de las comunas, los barrios populares de Medellín. Los chicos funcionan como instrumentos de la mafia. Se trata de jóvenes ingenuos e inocentes que tienen la idea de que matar puede ser un trabajo, que asesinar y ser sicarios puede sacarlos de la pobreza. Es una figura social que escandaliza pero que no se entiende. Busqué en las comunas a esos muchachos para que nos dieran esa maravillosa y tétrica información. No había nada escrito sobre esta situación. Era imposible hacer una película verdadera sobre esa esa realidad social que no fuera con actores naturales.

Estas películas se hacen a partir de un diálogo con personajes que vienen de territorios de exclusión. Aunque son conciudadanos y habitan a tres kilómetros de tu casa, viven en otro mundo, en un universo completamente distinto que no está en los libros, apenas en algunas señales y huellas que dejan los periodistas en sus entrevistas. Entonces convertimos estas películas en un lugar de diálogo maravilloso, interesantísimo, que nos fascinaba a todos.

Fotograma de ‘La mujer del animal’ (2016)

Con ‘La vendedora de rosas’ volvió a contar con no actores, como se les llama a los intérpretes sin formación actoral. He leído que la película causó malestar en Colombia por su visión acerca de los niños en las calles. ¿El cine tiene un compromiso social?

La vendedora de rosas fue el segundo capítulo del diálogo social iniciado con Rodrigo D: No futuro. No hay un guion antes de los actores naturales, ellos te proveen de información que se convierte en el guion de realidad. Los detalles y conceptos de vida, drama y filosofía de estos muchachos lo alimentan. Todo eso se repite en La vendedora de rosas. Esta película es sobre los niños de la calle que forman parte de una comunidad de familias excluidas. A los espectadores colombianos les impacta encontrarse con esos niños de la calle. La gente dice ¡ya basta de estos niños de la calle!, ¡estamos dando una mala imagen con estas películas! El país está enfermo de marginalidad.

¿En qué consiste su proceso de trabajo para lograr lo que se llama actuación natural?

Los actores a los que me refiero hacen una dramaturgia de la vida cotidiana muy interesante. Al estar cargados de signos, señales, huellas de realidad e información social, su trabajo produce en el espectador el recuerdo de lo real. La gente sabe que está viendo una película, pero que esa película está corriendo hacia los bordes, hacia ese otro lugar que se llama realidad. Lo que ocurre es la película, pero lo que el espectador observa ha ocurrido, está ocurriendo y ocurrirá en realidad.

Cómo podría calificar el arco narrativo que existe entre su primera película y La mujer del animal, su más reciente obra?, ¿qué cambios detecta en el dispositivo fílmico en este largo proceso creativo?  

Se trata de un arco muy amplio: Rodrigo D: No futuro es de 1990 y La mujer del animal de 2016. He hecho pocas películas, no sé bien los motivos, pero yo sé que lo que está en medio ha sido insistir. Mi estética es profundizar en lo mismo, insistir en la realidad.

Soy consciente de que estoy en un territorio de exclusión, pues la mitad del país vive en ella. Todo el día me topo, me estrello, choco con la exclusión en la calle, en los semáforos, en los barrios, en las conversaciones. Hay gente que sabe para dónde va, cuyos hijos tienen asegurado el futuro. Otras personas viven luchando por la necesidad, venciendo el hambre, que es brutal y que te hace llorar, luchando contra las carencias culturales. Sigo insistiendo en hacer películas sobre territorios de exclusión, donde nacen las desgracias, los sufrimientos y sobre todo la violencia. Desde que estudiaba la universidad la pregunta recurrente era ¿de dónde nace la violencia en Colombia? Para mí la respuesta no ha cambiado, se trata de la exclusión.



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