jueves, 17 de agosto de 2017

Cuestión de identidad

 

Café es un documental que sigue a Jorge, un joven abogado, durante un año. El filme, dirigido por el cineasta mexicano Hatuey Viveros, inicia con la muerte del padre del protagonista y los ritos religiosos que realiza la familia para despedirse de él. “Podemos observar al interior de una familia cómo los momentos de crisis más complejos se resuelven hablando”, considera el director, cuya ópera prima, la cinta de ficción Mi universo en minúsculas (México, 2011), también es sobre la búsqueda de la identidad. El caso de Café, cuyos protagonistas fueron cercanos al padre de Viveros, se trata de una inmersión a la intimidad familiar en un contexto específico: la sierra náhuatl de Puebla.

 

Hay pocas películas que se han propuesto retratar las dinámicas de los pueblos originarios, por ejemplo Eco de la montaña (2015) y El sueño del Mara’akame (2016). ¿A qué se debe la escasa visibilidad que tienen estos grupos en el cine?

 

Es una cuestión de identidad, de cómo nos asumimos, a partir de qué construimos lo que somos. Hay una negación fuerte de algunos componentes de nuestras raíces porque todos tenemos una herencia importante en ese sentido. El concepto de pueblos indígenas es una denominación externa. Si nosotros los llamamos indígenas, entonces ¿cómo nos nombran ellos? Jorge, el protagonista de Café, me dijo que ellos nos llaman coyometl, que significa “el que viene de fuera para llevarse algo”. Eso también establece una dinámica particular. Es real: yo fui a hacer una película, mi intención era llevarme sus imágenes. Por otro lado, es un acto de lealtad muy grande que alguien te permita filmar su intimidad.

 

Se pueden considerar dos miradas: por un lado la que intenta adentrarse en la acción; por el otro, la que es externa, cercana a la investigación y la etnografía. ¿Cuál fue tu acercamiento en Café?

 

Tiene que ver con la mirada y con una aproximación. En este caso se trata de un acercamiento desde lo familiar. Cuando se definen el encuadre, la posición de la cámara y la iluminación se transita hacia otro lugar. Al filtrar lo filmado ya eres un híbrido: primero construiste una relación y luego reconfiguras lo que sucedió frente a la cámara, se trata de crear la película, donde lo emocional se deja de lado y se lidia en el cuarto de edición con personajes. Es un proceso más bien intelectual. Hay algo importante: se tiene que confirmar que persista la emoción original que te hizo filmar.

 

En la película planteas una cuestión milenaria: el abuso del que son objeto los pueblos, que es la causa que defiende Jorge en su lugar de origen. Incluso hay tomas de los negocios de préstamos rápidos. ¿Consideras al cine como un vehículo de emancipación?

 

Creo que el cine es una herramienta poderosa para crear un diálogo entre la intimidad de quien mira la película y lo que se ve en pantalla. Hablar del cine como un vehículo de emancipación me parece muy ambicioso, principalmente porque hay un déficit en la difusión para que el cine tenga esa capacidad de tocar a más personas, aunque la película pudiera tenerlo es algo ambiguo.

 

¿Hay alguna línea que vincule ‘Mi Universo en minúsculas’ con ‘Café’?

 

No sé. Tal vez se vinculan a partir de lo opuestas que son. Aunque, ahora que lo pienso, también hay constantes: las historias las detona un padre, la descripción de tres generaciones y un personaje principal que busca su identidad.



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