Con una filmografía que no hace concesiones, Apichatpong Weerasethakul (Bangkok, 1979) se ha ganado el reconocimiento de la crítica internacional: en Cannes tuvieron gran acogida Malestar tropical (2004); Síndromes y un siglo (2006) y La leyenda del tío Boonmee (2010), por la que ganó la Palma de Oro. Su largometraje más reciente es Cementerio de esplendor (2015). La obra del tailandés (que se desplaza entre el cine y la videoinstalación) se nutre de ambientes locales, de los cuales extrae su estética. En 2011 el FICUNAM le dedicó su primera retrospectiva en México. Estos días participa en la Bienal de Lyon.
¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
Educar a mis dos perros.
¿Qué palabra utiliza con más frecuencia?
Guau.
¿Cuál fue el último libro que le resultó admirable?
Nothing to Envy: Ordinary Lives in North Corea, de Barbara Demick.
¿Y película?
La jaula de oro, de Diego Quemada Diez.
¿Qué disciplinas artísticas le interesan además de la suya?
La literatura.
¿Qué música le conmueve?
Algunas canciones de Ryuichi Sakamoto.
¿Qué le indigna?
La ley Lèse-majesté de Tailandia.
¿Qué lo alegra?
Mi Boston Terrier.
¿Por cuál ciudad siente debilidad?
Por Tokio.
Mencione un momento del día que disfrute particularmente.
Cualquier momento en el que despierte.
¿Cómo descubrió su vocación?
Por Steven Spielberg.
¿Se identifica con algún personaje de la ficción?
Sí, con Winston Smith, de 1984, la novela de Orwell.
Publicado en La Tempestad 90 (mayo-junio de 2013)
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