La polémica que genera el ingeniero, albañil y arquitecto autodidacta boliviano Freddy Mamani en el panorama de la arquitectura mundial va en aumento. Por un lado su trabajo ha visibilizado a sus compatriotas, que encuentran en ellos una identidad habitacional propia, por el otro la academia de Bolivia lo demerita al clasificarlo como algo meramente “decorativo”. Estas opiniones son contrastadas en el nuevo documental de Isaac Niemand titulado Cholet: The Work of Freddy Mamani, que se presentó en el Festival de Cine de Arquitectura de Róterdam, que se clausuró ayer.
La irrupción mediática de Mamani coincide con las tensiones sociales que se viven en El Alto, Bolivia, donde una nueva burguesía aymara se enorgullece de las carencias señaladas por las escuelas locales de arquitectura. Mamani, que en quince años ha proyectado más de sesenta casas en dicha región, es creador de un lenguaje contemporáneo cuya estética se funde con lo indígena.
El término cholet —un juego de palabras entre chalet y cholo— designa la arquitectura aymara de Mamani y su amplia gama cromática, que busca reflejar el espíritu de sus ancestros tiahuanacos. El documental es un foro tanto para detractores como para defensores de los métodos no ortodoxos pero espectaculares del arquitecto boliviano, contrastando su valor estético, congruencia con sus raíces autóctonas e impacto social.
Cholet: The Work of Freddy Mamani, que fue musicalizado por el músico estadounidense Moby, es un documento para entender a una de las principales figuras de la arquitectura latinoamericana, Mamani, conocido como el Gaudí de los Andes.
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