miércoles, 4 de octubre de 2017

Mitos, secretos y mentiras

Z, la ciudad perdida (2017) es un filme que medita sobre los temas predilectos de James Gray, uno de los cineastas estadounidenses más singulares y, sin duda, uno de los menos reconocidos: los secretos, las mentiras y los mitos que sustentan los relatos y las uniones.

 

A inicios del siglo XX el militar británico Percy Fawcett  –cuya figura inspiró los aventureros que protagonizan las cintas de King Kong e Indiana Jones– se empeñó en encontrar una supuesta civilización perdida en el Amazonas. Nunca se supo qué sucedió con la expedición final que lideró. Con ayuda de un arqueólogo, en 2005 el periodista David Grann organizó una nueva expedición para echar luces sobre la hazaña de Fawcett. El viaje quedaría plasmado, cuatro años después, en su novela La ciudad perdida de Z (2009), sobre la que James Gray trabajó para armar el guión de esta cinta.

 

El filme llama la atención por sus logradas elipsis, que denotan el interés de Gray por representar las dudas de los personajes al enfrentarse a lo desconocido más que por reafirmarlos. El protagonista, Fawcett (al que interpreta Charlie Hunnam), se ve afectado por el entorno que descubre –debido a su interés inicial de ser reconocido en la milicia y en la clasista sociedad inglesa– y no al revés, como ocurre en el cine de ciencia ficción y de aventuras, donde el héroe modifica el entorno para afirmarse como conquistador.  

 

La cosmovisión de Gray es moralmente compleja. Por un lado sus personajes toman posturas con las que intentan cambiar su vida, sin embargo las circunstancias, ajenas a su voluntad, influyen para que logren o no sus propósitos. Eso es lo que viene remarcando el director desde Amantes (2008), un homenaje (más temático que formal) de Gray a Claude Chabrol, de quien es gran admirador, en cuya historia las mentiras y los secretos son los cimientos de las relaciones de pareja y de la familia burguesa (materia del discurso chabroliano). Otro ejemplo es La inmigrante (2013), filme situado en 1921, sobre una relación abusiva entre una mujer polaca y su proxeneta que desmiente el mito fundacional de Estados Unidos, en el que Gray ensaya ideas que retoman la dialéctica de “dentro y fuera” de Gaston Bachelard y que alcanzan mayor potencia en Z, la ciudad perdida. Ambos filmes se vinculan en su interés de reforzar las sombras y dudas en la constitución de la realidad.    

 
Z, la ciudad perdida medita brevemente sobre el colonialismo, también sobre el conflicto entre padre e hijo y la condición femenina, dominada por el patriarcado. Su verdadero objetivo no es revelar si Fawcett alcanzó la gloria descubriendo la ciudad amazónica. El director no quiere aclarar o destruir el mito, no desea esclarecer los hechos. Quiere asimilarlos. Para lograrlo recurre a una imagen enunciada por Bachelard: la puerta, que se puede abrir, lo mismo que un destino imaginar. Este “dentro y fuera” es plasmado a través de un espejo y de una puerta, que cruza la esposa de Fawcett, decidida a creer en su esposo, quien se perdió en busca de un sueño.



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