Una vez que Black Mirror (2011), la popular antología de ciencia ficción creada por Charlie Brooker se mudó a Netflix, el británico Channel 4 intentó reemplazarla con una nueva serie abrigada por el pedigrí de uno de los santos patronos de la ficción especulativa: Philip K. Dick’s Electric Dreams (o Los sueños eléctricos de Philip K. Dick). La serie, producida por Sony Pictures Television (Bryan Cranston se encuentra entre los productores ejecutivos, además de protagonizar un episodio) se estrenó en Inglaterra el pasado 17 de septiembre y será distribuida en los EEUU (en principio) por Amazon Prime Video durante 2018 (aunque, debe decirse, los tres capítulos transmitidos por Channel 4 ya pueden verse en línea…).
La antología llega en un momento en que el imaginario del autor estadounidense vuelve a cobrar pertinencia: para no ir tan lejos, hoy se estrenó Blade Runner 2049, que promete ahondar en las exploraciones sobre lo humano, lo empático y lo artificial que Dick delineó en una de sus novelas más importantes: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Pero si su novela de 1968 aún es influyente (como otra de sus novelas de los sesenta, El hombre en el castillo, cuya adaptación a la televisión inició en 2015 y que ya va por su tercera temporada), la serie llama la atención por recurrir a los relatos que Dick escribió en la década de los cincuenta. Tal vez esa sea la razón por la que la crítica británica no ha mostrado particular entusiasmo con la nueva antología: no funciona, sencillamente, como un reemplazo para Black Mirror, que ha puesto su atención en ansiedades urgentes y presentes. En cambio Philip K. Dick’s Electric Dreams, que constará de diez capítulos, tiene un tono más pulp que evoca las historias, a veces melodramáticas y moralinas, de La dimensión desconocida.
Hasta ahora se han transmitido tres capítulos (el cuarto se estrena el 8 de octubre): The Hood Maker, dirigido por Julian Jarrold, basado en el relato breve “El fabricante de capuchas”, de 1953, publicado originalmente en la revista Imagination. El episodio logra reproducir el entorno paranoico de una sociedad que exige transparencia en todo momento, pero es tal vez demasiado deudor del seminal diseño de producción que Lawrence G. Paull ideó para Blade Runner (1982). Ese retrofuturo usado y gastado también se asoma, aunque como caricatura, en el segundo episodio, Impossible Planet, dirigido por David Farr y protagonizado por Geraldine Chaplin (basado en “El planeta imposible”, que también se publicó en Imagination en 1953). En ese sentido el tercer episodio, The Commuter (a partir de “El abonado”, publicado en 1953 por Amazing) es refrescante: se desarrolla en el tiempo presente y en entornos aparentemente cotidianos.
Es interesante hacer una lectura de los relatos breves en contraste con sus adaptaciones televisivas: llama la atención el jugo que se les ha exprimido, los giros de tuerca que se han ideado, pero también los momentos en que se ha cedido a un melodrama que no se encontraba en el material original. El sexto episodio, basado en “Humano es” (que protagoniza Cranston), no se transmitirá hasta el 29 de octubre pero podría ser particularmente interesante para los seguidores de Dick, quien –como se lee en la edición de sus cuentos completos publicada por Minotauro– escribió al respecto: “En mi opinión, este relato establece mis primeras conclusiones sobre lo que es humano. Mi punto de vista no ha cambiado desde que escribí el relato, allá por los años cincuenta. No es tu aspecto o en qué planeta has nacido. Depende de lo bondadoso que seas. La bondad, a mi juicio, nos distingue de las rocas, los palos y el metal, y así será siempre, independientemente de la forma que adoptemos, adónde vayamos y en qué nos transformemos. Para mí ‘Humano es’ constituye mi credo”.
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