martes, 13 de febrero de 2018

Dos décadas de ‘Mezzanine’

Hablando de álbumes que representan puntos de inflexión, se cumplen veinte años de la publicación de Mezzanine, de Massive Attack. El tercer álbum de la agrupación británica sintetizaba un ethos de la época que no encontraba eco en la producción mainstream, empeñada en mostrar una parte (superficial o no, es otra discusión, pero una sola parte a fin de cuentas) del mundo. Suele puntualizarse, por ejemplo, la oscuridad del álbum pero se pasa por alto que en Mezzanine también caben la ternura, la calma, la tensión, la nostalgia o la placidez. Por ese carácter poliédrico de sus afectos (materializados en las voces de Elizabeth Fraser, Horace Andy y Sara Jay, además de las de sus miembros originales, Robert del Naja y Grant Marshall), creemos, Mezzanine pudo resumir de mejor manera las transformaciones sociales de fin de siglo. Por lo mismo, por estar mejor asentado al flujo de su tiempo, es decir, a la música que emergía de las corrientes alternativas de la música británica (dub, reggae, hip hop), Mezzanine no ha perdido un ápice de su contemporaneidad. Muchas de sus apuestas estéticas son, incluso, moneda común del pop contemporáneo.

Si escuchamos un disco como OK Computer, de Radiohead, publicado apenas unos meses antes, podemos leer en él una marca de época con mayor claridad: preocupaciones políticas más puntuales, sonidos más asociados a lo que se entendía por vanguardista en el rock, etc. Por ello, también, su estela está menos presente en la actualidad. La anterior, por supuesto, es tan sólo una hipótesis, pero parece confirmarse por muchas de las obras musicales más relevantes de la actualidad.

Mezzanine llegó asimismo en un momento clave de la carrera de Massive Attack. Si con Protection (1994) ya parecía solidificar en un estilo la visión tal vez demasiado ingenua de Blue Lines (1991), con perspectivas estilísticas demasiado inconexas, poco logradas, aunque potentes, Mezzanine se sentía por primera vez como una obra entera: sus herramientas –incluidos sus sampleos: The Velvet Underground, Isaac Hayes o Led Zeppelin– trabajaban en pos de un objetivo estético mayor. Ni 100th Window (2003) ni Heligoland (2010) lograron alcanzar esas cimas (aunque hay que decir, al paso, que la carrera de la agrupación británica es tremendamente regular, tal vez por la poca cantidad de álbumes que han publicado).

Se ha escrito mucho y se escribirá más en el transcurso del año sobre Mezzanine, y no es para menos. Pero más allá de la pertinencia de los análisis estéticos, creo que sería interesante volver a escucharlo a la luz de las transformaciones sociales que han acontecido en el mundo en las últimas dos décadas. Ya no sólo preguntarse por los afectos que sintetizó, sino por los que generó en sus escuchas. ¿Es demasiado aventurado preguntarse por la forma en que Mezzanine transformó el mundo?



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