“Se habla mucho y al mismo tiempo se habla poco de arte”, dice João Fernandes, director del SITAC XIV, titulado “De qué hablamos cuando hablamos de arte. Discursos del arte, discursos del mundo”. El portugués, actual subdirector artístico del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, dibuja en esta entrevista un panorama del arte contemporáneo actual, dominado por la crisis de los discursos críticos. El simposio, organizado por el Patronato de Arte Contemporáneo, se realizará del 17 al 19 de enero en el auditorio del Museo Nacional de Antropología.
Vivimos en un tiempo en el que se opina mucho sobre cuestiones estéticas, aunque pocas veces se profundiza en los temas que, por otro lado, pronto se olvidan. ¿Cómo responde SITAC a este contexto?
Me da ilusión aprovechar la invitación de SITAC para crear un momento de discusión, porque los momentos de discusión son cada vez más raros en el contexto del arte contemporáneo, se habla mucho y al mismo tiempo se habla poco de arte. Los circuitos globales, las ferias y las bienales, son numerosos pero poco productivos. Muchas veces se pierde la oportunidad de pensar en comunidad. El arte nos ofrece la ocasión de pensar en conjunto, oportunidad que se reduce en nuestro tiempo porque se pretende que pensemos lo mismo. Se trata de una confrontación con uno mismo que es parte de la vida social. En ese sentido el simposio es un oasis.
¿Cuáles son los temas o cuestiones que detectas en el ámbito del arte contemporáneo que se abordarán en el simposio?
Es importante interrogar el espacio-tiempo del arte en el lugar donde nos encontramos, el rol que ocupa en la vida social, conocer las cuestiones que estructuran un contexto, investigar qué tienen de específico los discursos artísticos, de qué forma existen y al mismo tiempo conocer sus conexiones con otro tipo de expresiones. Es fascinante que el universo del arte contemporáneo es un territorio donde se refugian muchas cosas que han sido expulsadas del lenguaje de la cultura dominante de nuestra época. Hay una conciencia crítica, acciones, actitudes y juicios que se expresan a través de la creación y que conviene aprovechar. No hay que reducir los temas a los encuentros que establecen los calendarios del mercado del arte.
“Hay formas de presión visibles que condicionan las maneras de pensar y sentir, que obligan y direccionan a actuar de la misma forma. El crítico Mario Pedrosa hablaba del arte como un ejercicio experimental de la libertad; habría que radicalizar esa idea”
¿De qué manera la proliferación de ferias y otros eventos afecta la reflexión?
El aumento de ferias y bienales evidencia un mundo que ha generado nuevas profesiones que antes no existían. Hoy mucha gente habla de arte. Esta ampliación también manifiesta un cambio de protagonistas: tanto coleccionistas como galeristas tienen un papel cada vez más dominante, antes el artista era la figura central. En ese contexto el arte está condicionado por las ferias. Un artista que forma parte de cinco o seis galerías, por ejemplo, se enfrenta a que estos entes condicionan la forma y la presentación de su trabajo.
Aunque las ferias multipliquen los espacios de discusión, no son contextos propicios para profundizar. Sólo contribuyen a crear el síntoma de hablar sin radicalizar opiniones, sin desarrollar una posición crítica. Las ferias tienen una eficacia comercial, esa es su naturaleza. El simposio, por otro lado, ofrece un momento para pensar fuera de esos contextos, pero sin dejarlos de tomar en cuenta.
¿Cuál es la contraparte del fenómeno de las ferias y las bienales?
Es muy simple: lo que los artistas hacen, eso es el arte, es lo que nos reúne. Lo fundamental es abordar los ejemplos que sean interesantes, que generen discusiones. Interrogar lo que los artistas hacen para pensar a partir de ello. Lejos de hablar de lo que nos gusta o no, de la sensibilidad y de lo que ya conocemos, hay que ir más allá y retomar los momentos circunstanciales del arte, las obras, las exposiciones y los discursos. Las circunstancias nos obligan a reconocer algo: ahora hay tanta información disponible que nos impide el conocimiento. Es una cuestión básica de comunicación. Debemos resistir al maremoto, no abandonar la posibilidad de construir la información con lo que tenemos.
Es importante salir de la zona de confort…
Eso es lo fascinante de la creación. Hay obras que van más allá de lo que pensamos que puede ser el arte. Eso ocurre a través de la curiosidad, se trata de estimular eso y no quedarnos con lo que hoy condiciona la forma en que se experimenta el arte. Hay convenciones que marcan la mirada, la forma de pensar.
En los últimos meses ha habido muchas noticias acerca de la censura que impone Facebook a las imágenes artísticas. Por ejemplo a las de pinturas flamencas. ¿Qué opinas de este fenómeno propio de lo digital?
Es una paradoja que las herramientas que conectan a la gente, que pueden ampliar la circulación de ideas, creen restricciones. Universos como Facebook deberían ser como la vida debería ser, sin limitaciones, sin perjudicar la libertad y el respeto. Es una forma de estar en sociedad, en comunidad. Las reducciones a la libertad son preocupantes, pero Facebook sólo es un espejo de un problema mayor que está ocurriendo. Ahora hay muchas otras formas de limitar la expresión y fomentar el conformismo. Facebook es una evidencia de ello. Lo interesante sería centrar la atención no en Facebook sino en lo que está limitando la vida en comunidad tanto a nivel local como internacional. Hay formas de presión visibles que condicionan las maneras de pensar y sentir, que obligan y direccionan a actuar de la misma forma. También mecanismos de construyen falsos consensos que se producen a partir de la manipulación de datos, de conocimiento que se obtiene a partir de nuestros registros. Es una cuestión ciudadana que hay que interrogar, justo ahí es donde debemos retomar el criterio artístico. El crítico Mario Pedrosa hablaba del arte como un ejercicio experimental de la libertad. Habría que radicalizar esa idea.
SITAC se va a realizar en condiciones políticas específicas en México, en medio de la conformación de un nuevo gobierno. ¿Eso es importante para alimentar o dotar de un sentido a lo que se va a discutir?
Lo que se va a discutir no está definido por ese contexto. Es excitante cuando se redefinen las estructuras en un país. Despierta mi curiosidad que el simposio se desarrolle mientras eso ocurre. Los países nunca dejan de definirse. Es un incentivo para la discusión, aunque no depende de eso. La teoría del caos nos explica que el movimiento de una mariposa puede cambiar algo en otra latitud. Es bueno pensar que eso genere un cambio. Hay una expectativa, palabra que tiene la misma etimología que esperanza, al respecto. Sabemos cuántas cosas van mal en el mundo y también lo que es necesario que vaya mejor. Ojalá que la experiencia de México nos ayude a todos.
Tu trabajo también está vinculado al cine: estuviste cerca de Manoel de Oliveira. ¿Cuál es tu visión del vínculo de las artes visuales con el cine?
Hice una exposición sobre el cine de Manoel de Oliveira y, también, tuve el privilegio de producir un corto con él. Fue un padre para el cine portugués. Siempre me impresionó su compromiso ético de reinventar el cine como si cada nueva obra fuera la primera película de la historia. Eso se transmitió a creadores como Pedro Costa.
Encuentro en el cine una consciencia mucho más despierta que en las artes visuales. El cine siempre ha sido una industria y un arte desde sus inicios. Esta confrontación no ha impedido que existan ambas facetas, aunque sabemos que el cine de autor tiene restricciones. Nuestro tiempo, sin embargo, nos impide ver una película de Godard o Straub en el barrio. Es una pena. Por otro lado, el arte es un contexto donde es posible encontrar ese cine comprometido. Las discusiones sobre las relaciones entre la industria fílmica y la división autoral siguen siendo nítidas. El arte, al revés, hoy se está industrializando, se globaliza de una manera en la que las cosas parecen menos definidas. Por eso es interesante interrogar las relaciones entre el arte y el cine, que muchos artistas manifiestan. El cine ha sabido plantear tantas cuestiones que redefinen la vida, me pregunto si el arte ha logrado lo mismo.
Hoy el museo es muy importante porque es uno de los últimos lugares donde se puede encontrar el cine. En las salas se ven otras cosas, filmes de entretenimiento, que no condeno. Hay obras de cine comercial fascinantes como las de John Ford o Alfred Hitchcock. Sin embargo el cine de autor está cada vez más reducido a las filmotecas y los museos, es una responsabilidad que estas instituciones tienen que asumir.
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