“No sé si haya una diferencia fundamental entre una biografía de Juan Gabriel y una biografía de Bob Dylan. O si, simplemente, sea algo que nosotros proyectamos simbólicamente. Esa es una de las cosas que quiero averiguar con la librería”. Quien habla es Alexander Bruck, violinista y compositor –conocido por su labor junto a Liminar y Generación Espontánea– y activo promotor de música nueva. La librería a la que se refiere, la Biblioteca Musical Herder, se inauguró este sábado como una extensión de la librería de la editorial alemana, cuya sede en México –Tehuantepec esquina con Ures, en la Roma Sur– ya contaba con un nutrido e interesante catálogo. La literatura sobre música, sin embargo y como suele suceder (no sólo en Herder), se encontraba desperdigada, poco sistematizada o era insuficiente o anecdótica. Una situación doblemente lamentable si se tiene en cuenta la ola creciente de títulos, cada vez más en español.
La biblioteca, dice Bruck, “quiere ser una mezcla: primero, una muestra lo más completa posible de lo que hay, sin discriminar demasiado, simplemente la reunión de todos aquellos títulos que tengan alguna relación, más que con la música, con el sonido en general”, completada además por la experticia que pueda aportar el violinista, a través de títulos peculiares, de músicos poco conocidos o de aproximaciones inéditas al sonido. Al reunir los libros en un solo espacio físico se crea también una nueva perspectiva, se “facilita una confrontación”. Desde ella, pueden establecerse mapas teóricos de cuestiones acaso más abstractas, pero igualmente potentes, por ejemplo: la ampliación del estatuto de sonido. Apunta Bruck: “El monopolio de la música sobre el discurso sonoro duró mucho tiempo pero ahora está siendo fuertemente cuestionando” (y una buena cantidad de títulos de la biblioteca lo confirman, como los libros del filósofo Peter Szendy o incluso las novelas musicales, ya sea en su temática o en su estructura misma, de autores como Alejo Carpentier o Eusebio Ruvalcaba).
Pero también pueden establecerse vínculos más concretos, como el mencionado al inicio de este artículo. La pregunta, más amplia, podría plantearse así: ¿puede una biblioteca, al aparejar libros de cuestiones más formales con otros de temáticas más populares, construir un suelo común donde ambos puedan leerse con igual seriedad? El déficit de estudios sobre música popular mexicana, por ejemplo, hace que se vuelva un escenario deseable. “No sé a qué se deba ese déficit. Lo que hay mucho sobre música popular mexicana son biografías, pero más tipo best-seller, sobre autores de los últimos cincuenta años. Por lo visto se venden y se leen mucho. Y sí, vamos a tener esas biografías”.
¿Qué más puede encontrarse en la Biblioteca Musical Herder? “Biografías tanto de hombres blancos muertos, como de hombres blancos un poco menos muertos”, dice Bruck con una sonrisa. “Literatura relacionada con música, cancioneros, tanto de lírica popular y de música tradicional mexicana, española o latinoamericana, como de Tom Waits, Bob Dylan o Luis Alberto Spinetta. Discos de autores leyendo su obra, como los de la colección de Visor. Libros sobre arte sonoro, sobre arte contemporáneo con relación con el sonido”. Y, “el efecto colateral de la búsqueda de bibliografía musical”: partituras.
“Las que se me parecen más interesantes, desde el punto de vista bibliófilo son, por ejemplo, las partituras de música popular de principios o mediados del siglo pasado; ediciones con portadas muy llamativas, con litografías de ilustradores importantes. Adquirimos la biblioteca de Aurelio Fuentes, un músico formado en Alemania: básicamente una biblioteca musical de un violinista alemán trasplantada a México. Lo que más me interesa son las partituras de compositores mexicanos que se acercan a lo que podría ser una música nueva, ya sea de José Pomar, de Julián Carrillo o del mismo Carlos Chávez; o las pocas ediciones en México de la música de Julio Estrada o de Mario Lavista, un universo bastante abarcable, pero igualmente difícil de conseguir”.
“En lo personal, uno de los propósitos de empezar la librería fue curarme de la enfermedad que implica el coleccionismo y convertirla en algo social”, concluye Bruck. “No tengo la disciplina para hacer investigación académica, soy demasiado disperso, mi contribución puede ser esa: poner en relación textos, nombres e ideas que intuyo que pueden dialogar. Juntar el material y esperar que eso cree un tipo de interacción futura”. La Biblioteca Musical Herder nace, así, con un horizonte colectivo, que sólo así, con la participación activa de una comunidad lectora, podrá completarse. “Más allá de la reunión de libros, de objetos, la idea es que la librería se convierta en un espacio de diálogo y de encuentro”.
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