A cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +, presentamos esta reunión de testimonios, realizada en colaboración con Anal Magazine. Esta serie, que inició en La Tempestad 135 (junio de 2018), ofrece un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana. El conjunto de textos, que consta de cuarenta voces, agrupa no sólo a artistas y diseñadores, sino también gestores culturales, curadores, editores y personas del mundo de las ideas. La serie continúa con Bárbara Sánchez-Kane, diseñadora de moda.
¿Cómo fue tu incursión en el mundo de la moda?
Soy ingeniera industrial. Seis meses antes de terminar la carrera tuve cáncer de ovario; tenía veintidós años. No fue grave. Creo que fue lo mejor que me pudo haber pasado porque me abrió los ojos, canalizó mi vida de otra manera. Hablé con mis papás, les dije: quiero estudiar moda y soy gay. Me fui a Italia y entonces me di cuenta que la moda, además de vestir a la gente, es un vehículo expresivo. Es como un diario personal, como un melting pot entre lo que me pasa y lo que está ocurriendo políticamente en México. Así es como nace el macho sentimental de Sánchez-Kane. Mi marca a veces es una burla social. Me divierto haciéndola.
¿Consideras que tu sexualidad tiene alguna influencia en tu trabajo?
Una amiga siempre me dice que me expreso como si hubiera estado en una cárcel. A pesar de que mis padres nunca me controlaron de esa forma, sí me sentía creativamente en una prisión, no física sino mental. Tenía miedo de expresarme. Es por ello que la sexualidad está a tope en lo que hago, ya que mi creatividad estuvo reprimida veintidós años. Ese periodo de mi vida influyó notablemente en mi trabajo.
¿Crees que el arte y el diseño tienen una relación especial con los movimientos sociales?
Actualmente las campañas políticas se anuncian a través de la moda y el uso de gorras, camisas, etc. El bikini y la minifalda, por ejemplo, pautaron un cambio social a partir de la vestimenta. En mi trabajo siempre hablo del macho sentimental: una persona sin sexo que se quiere expresar, es algo muy poético. Digo macho porque en México se sigue luchando contra el machismo.
¿Tienes alguna relación con la comunidad LGBT+ en México?
Cuando llegué a la Ciudad de México me comencé a involucrar con ella, gracias a mi novia. Es interesante porque aquí uno se siente seguro. En Mérida, a pesar de ser un lugar con apertura, tienes reservas, te tapas; aquí puedes salir a la calle de la mano de tu novia y nadie dice nada. Eso me agrada.
¿Qué futuros ves en el mundo de la moda?
Tengo la impresión de que en México estamos experimentando más. Hay una generación que se está formando con una nueva creatividad y que, además, cree en su trabajo. Hay marcas que ya no se hacen sólo por hacerse, sino que generan su propio mundo. Creo que en el diseño hay que hacer las cosas con un sentido y que no sólo sean para usarse seis meses o una temporada.
¿Qué futuro auguras para la comunidad LGBT+?
Siempre he creído que en el futuro ya nadie va a salir del clóset porque ya será un tema. Siento que para allá vamos, pero no sé cuánto nos falta para llegar a ese momento. Si alguien homofóbico, la gente se levanta, alza la mano y no se queda callada. Hace cuarenta años, incluso veinte, no se veía eso.
Algunas recomendaciones para los jóvenes.
Glenn Martens, de Y/Project, es un diseñador que hace un muy buen match entre lo creativo y lo comercial. Hablando de lugares, le tengo mucho cariño a la Plaza Washington porque cuando llegué a la ciudad fue el lugar donde más caminaba; la recomiendo. En el centro de la Ciudad de México todos los días pasa algo distinto, no hay monotonía, es mi parte de la ciudad favorita.
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