jueves, 29 de junio de 2017

Jorge Satorre: decorar el mito

Acudimos a un nuevo sitio arqueológico. La galería es ahora un museo de sitio: afuera, en el patio, vemos un gran agujero; en el interior, en la sala, una escultura de concreto: el molde del agujero, decorado con impresiones de hojas de árboles y huellas de patas de perros. También vemos una estructura de acero, el armazón usado para sacar el molde del agujero y guiarlo al interior.

 

En los muros del nuevo museo está montada una serie de dibujos que relatan el mito fundacional de la casa en Francisco Ramírez no. 5, de la colonia Ampliación Daniel Garza, antes Tacubaya. Predio que desde 2009 ocupa la galería Labor. Esta casa fue construida por Enrique del Moral entre 1946 y 1949, en lo que entonces se conocía como el Rancho de la Providencia, hectáreas propiedad de Luis Barragán. La casa de Enrique del Moral (General Francisco Ramírez no. 5) está justo cruzando la Casa Luis Barragán, que ahora también es un museo de sitio, o más bien un mausoleo. Entre 2003 y 2008 el arquitecto Fernando Romero compró y remodeló el inmueble para usarlo como la sede de Fernando Romero Enterprise; el caprichoso rediseño desfiguró el funcionalismo original de Del Moral. Durante esta etapa también se taló un pirul y se rentó un cacho del terreno a Nextel para que instalara una de sus antenas.

 

El título de la exposición de Jorge Satorre en Labor, Un tema moral moderno, decorar el agujero, proviene del modelo de sátira pictórica inventado por William Hogarth durante el siglo XVII, en el que los modales y la moral de la época son criticadas con humor, en particular las divisiones clasistas entre “arte popular” y “gran arte”.

 

Documento de barbarie

Sin duda aún vivimos en una época de vigencia mítica. A finales del siglo XIX el empresario español Íñigo Noriega, cercano a Porfirio Díaz, obtuvo la concesión para desecar el lago de Chalco. Este acto de depredación ambiental no sólo sepultó objetos y construcciones precolombinas bajo las nuevas haciendas criollas, también es una de las causas del grave problema de marginación urbana, violencia y pobreza presentes en el municipio desde las migraciones indígenas modernas en los terrenos baldíos generados un siglo atrás. Satorre documentó esto en su exposición El retroceso (2014), también en Labor.

 

En Los mitos y sus tiempos, Alfredo López Austin y Luis Millones nos regalan una máxima universal; aquí la paráfrasis: «Los extranjeros pretenden borrar por la fuerza los mitos anteriores para ocupar su sitio». Chovinismo aparte, lo que importa aquí es la sucesión de las «potencias divinas»: el padre-gobernante precolombino es sepultado por el padre-gobernante español, como lo presentó Satorre en El retroceso. Luego, como vemos en Un tema moral moderno, el padre-gobernante moderno-funcionalista es borrado por el padre-gobernante posthistórico. El uso del término posthistórico no es gratuito, si recurrimos al filósofo moscovita Alexandre Kojève, que veía como síntomas de ese “tiempo” la negatividad gratuita, el esnobismo a través el arte y el vaciado de contenido histórico. Siempre resulta curiosa la cadena de funciones si se sigue el hilo de una misma construcción, en el caso del inmueble de Francisco Ramírez no. 5: primero una casa, luego un despacho, ahora una galería.

 

Un nuevo mito

En el nuevo sitio arqueológico vemos una escultura, hallada mediante una excavación profunda. En ella se pueden apreciar fósiles vegetales y animales. Los dibujos en los muros relatan transformaciones profundas en la relación amo-esclavo: los trabajadores ahora gozan, beben reunidos, celebran la instalación de una antena de comunicaciones, adoran las vigas de acero, los perros mean y lo observan todo, un machete descansa sobre la base del tronco mutilado de un pirul; el animal laborans es transformado por una suerte de ocio divino en homo ludens, que duerme la mona dentro de una fábrica –¿o una galería?

 

No queda claro si estamos ante una celebración del erotismo laboral o frente a una sublevación obrera. Un tema moral moderno, decorar el agujero es quizás un llamado a acabar con los instrumentos de engaño utilizados en la creación de nuevos mitos y nuevos documentos culturales.

 

Publicado originalmente en La Tempestad 123, junio de 2017

 

 



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