Hace exactamente 81 años, en Los Ángeles, California, falleció George Gershwin, uno de los compositores más prominentes y singulares del siglo pasado cuya obra fue acreedora de elogios y vituperios por igual. Gershwin se mantiene como ícono de las transformaciones históricas que experimentó la música en Estados Unidos, tanto a nivel cultural y racial como a nivel industrial al participar en la consagración comercial de ciertos géneros.
Gershwin, que nació en Brooklyn el 26 de septiembre de 1898, fue el segundo hijo de una familia judía que emigró huyendo del creciente antisemitismo ruso. Cobijado por un entorno musical, el hogar de los Gerswhin propició el desarrollo artístico no sólo de George, que dejó la escuela a los 15 años para dedicarse de tiempo completo a componer y continuar su aprendizaje de piano, sino también de sus hermanos, entre ellos Ira, que más tarde colaboraría con su hermano.
Su primera incursión en la música profesional fue como promotor de música impresa, industria conocida como Tin Pan Alley que experimentó su cúspide en el siglo XIX, previo a que se perfeccionaran las técnicas de grabación que permitieron la difusión de música en otros formatos. Fue durante estos años que Gershwin produjo composiciones que experimentan con gran variedad de géneros populares, como ragtime y vaudeville, derivados del lenguaje musical del jazz.
Aquí, una recopilación de cinco obras fundamentales de George Gershwin.
“Swanee”
En 1919 Gershwin tuvo su primer éxito nacional con la canción “Swanee,” con letra de Irving Caesar. El tema fue compuesto como parte de una revista (o revue) –un tipo de espectáculo que reunía actos musicales, teatrales y de danza– llamado Demi-Tasse. La pieza fue popularizada por el actor, comediante, y cantante Al Jolson, quien la insertó en su espectáculo Simbad. La interpretación de Jolson ayuda a comprender el contexto cultural del cual surgían las composiciones de Gershwin: practicante de la convención decimonónica de blackface, Jolson interpretaba mayoritariamente canciones afroamericanas con la cara pintada de negro.
“Rapsodia en azul”
Probablemente la obra más emblemática de Gershwin, cuyos ecos se esparcieron por innumerables ámbitos de la cultura estadounidense –desde comerciales de aerolíneas, composiciones de los Beach Boys, hasta la memorable apertura de Manhattan (1979), de Woody Allen– “Rapsodia en azul” (1924) es un hito en la historia de la música del siglo XX. A mitad de camino entre el modernismo europeo y el jazz afroamericano, pero a la vez ninguno de los dos, “Rapsodia en azul” fue criticada en su momento por sus inusuales progresiones, llevando a Leonard Bernstein a defender la identidad de la composición no por sus secuencias sino por el conjunto de sus melodías.
“Un americano en París”
Atraído por las experimentaciones con acordes de Maurice Ravel, Gershwin se trasladó a París en 1926. Sin embargo, tras su primer encuentro, Ravel le recomendó estudiar con la compositora Nadia Boulanger, quien también lo rechazó como estudiante, alentándolo a desarrollar un estilo propio en lugar de imitar a alguien más. Fue en este periodo que Gershwin compuso Un americano en París, intentando representar la experiencia auditiva de un turista estadounidense caminando por la capital francesa—al grado de incluir el claxon de un taxi de manufactura francesa en la instrumentación.
“I Got Rhythm”
Gershwin es autor de varios estándares que se han vuelto indispensables del repertorio clásico del jazz. Entre los más famosos está “I Got Rhythm,” compuesto para el musical Girl Crazy en 1930, el cual fue escrito en colaboración con su hermano, Ira Gershwin. La pieza tiene relevancia en parte gracias a la progresión de los acordes, denominada rhythm changes y emulada posteriormente por muchas piezas de jazz, por ejemplo “Anthropology (Thrivin’ on a Riff)”, estándar de bebop compuesto por Charlie Parker y Dizzy Gillespie.
Porgy y Bess
Sin lugar a dudas la obra más ambiciosa de Gershwin es la ópera Porgy y Bess. Ésta fue compuesta en 1935 con letra de Ira Gershwin y un libreto de DuBose Heyward basado en su propia novela. La composición de esta ópera evidenció las tendencias estilísticas de Gershwin a separarse de los músicos de jazz del momento, quienes viraban hacia la popularidad del swing, en pos de desarrollar un lenguaje propio. La longevidad de Porgy y Bess se manifiesta tanto en las continuas producciones que han tenido lugar desde su inauguración en Broadway en 1935, tanto como en la ubicuidad de muchas de las canciones que la conforman. El estándar “Summertime” es probablemente el mejor ejemplo, siendo una de las canciones con mayor cantidad de covers en la historia, y siendo reinterpretada por muchos de los músicos más importantes de Estados Unidos.
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