viernes, 19 de octubre de 2018

40 años, 40 voces

A cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +, presentamos esta reunión de testimonios, realizada en colaboración con Anal Magazine. Esta serie, que inició en La Tempestad 135 (junio de 2018), ofrece un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana. El conjunto de textos, que consta de cuarenta voces, agrupa no sólo a artistas y diseñadores, sino también gestores culturales, curadores, editores y personas del mundo de las ideas. La serie continúa con Alejandro Serratos, gestor cultural.

 

¿Cómo empezó tu proceso creativo?

Mi abuelo, que era coleccionista de arte, era un hombre muy sensible a las expresiones artísticas, sobre todo de la cultura popular. Viajar con él era un proceso de reconocimiento de cada objeto a comprar para entender su significado. Al viajar por todo el mundo transmitió a la familia el interés por conocer todas las culturas, no solo la de México. Ese fue el primer acercamiento a la contemplación, al arte, al diseño, al color.

Cuando mi abuelo me dijo que yo iba a cuidar sus colecciones, tomé conciencia del valor de los objetos. Fue así que me interesé por lo que se hacía en ese nicho del arte que es la conservación. Al estudiar química en la preparatoria encaminé mi interés en la restauración. Sabía que la parte científica es más importante que la artística o histórica para poder reconocer los materiales. Quería encontrar el significado real de los objetos, su contenido. No sabía cómo nombrarlo, pero notaba la importancia que los objetos tienen para las personas. En la restauración encontré una disciplina donde mezclaba muchas otras, donde conjugaba arte y diseño, pero no para crear. No se necesita ser artista para ser conservador, el artista crea y el conservador cuida y protege la materia del artista. No me considero artista, pero sí soy capaz de hacer una revisión para entender, contextualizar y difundir un objeto.

¿Tu preferencia sexual tiene relación con tu creatividad?

Pienso que sí. Me he dedicado a la conservación y la restauración textil, vinculada a la moda y la indumentaria. Mi orientación me da una visión particular de las prendas, que son parte de la conformación de la identidad y de la transmisión de un mensaje. Aunada a mi formación profesional, mi sensibilidad me permite no solo estudiar sino usar las prendas para entender su movimiento, confección e iconografía. Existe una universalidad en las telas. Mi condición me ha permitido ver, sentir, portar y tipificar las prendas. Eso ha sido valioso tanto en mi carrera como en mi vida personal.

¿Tu práctica se vincula con movimientos sociales?

El campo en el que me desarrollo es bastante pequeño. La manera en que me visto y hablo tiene un impacto muy fuerte en la gente que me rodea. Para mí es importante porque logro que vean la indumentaria, las telas y el diseño de otra manera, evitando que  le den valores de género a los objetos. No importa si uso un arete, un collar, una baya o un abrigo. Una pieza vale por lo que es y por lo que representa de forma cultural. Elegir una prenda para usar de forma cotidiana o para presentarla en una exposición tiene una injerencia en la vida social.

Tengo una relación bastante estrecha con la comunidad LGBT+. El 90% de mis amigos son parte de la comunidad. Más allá del estudio académico, he podido consolidar mi labor y mi vida personal gracias al apoyo que me brindan mis amigos. En ellos encontré la confianza para encontrarme y realizar mis planes.

¿Cómo observas el futuro de la diversidad sexual en México?

La comunidad mexicana ha sido bastante participativa. Desde hace algunos años he seguido las mesas de diálogo con gente que está al tanto de los derechos humanos y otros temas de impacto social. Noto que la gente muestra interés por enterarse de estas cosas. Vienen cosas mejores, estamos por terminar los primeros veinte años de este siglo en el que han logrado cosas importantes. Ha sido un proceso largo, mucha gente ha muerto por la causa, otros han consagrado su vida al estudio y la divulgación. Todo eso está dando frutos. Es un gran avance que los jóvenes estemos al pendiente y exijamos el respeto de los derechos individuales y colectivos.

¿Qué recomiendas a la juventud?

Los textiles indígenas como el rebozo, una prenda mexicana histórica que está en peligro. Por ejemplo el rebozo caramelo de San Luis Potosí, que toma mucho tiempo de confección, no se cotiza bien porque ya no es una prenda indispensable. Comprarlo y usarlo es algo que debemos hacer para apoyar su difusión. Todos debemos conocer el valor y la trascendencia cultural, tecnológica e iconográfica que representa el huipil, cuya palabra es de origen náhuatl. Es una prenda de México para el mundo. A pesar de todo el huipil se sigue tejiendo. Hay una frase que dice que los textiles mexicanos son los libros que la Colonia no pudo quemar. Es verdad.

Viajar es algo esencial para valorar lo que se tiene. Haber nacido en este país, privilegiado en extensión territorial, biodiversidad, en riqueza lingüística y gastronomía, es una de las mejores cosas que le puede pasar alguien. Recomiendo mucho conocer Estambul, una ciudad imprescindible porque es el puente entre Oriente y Occidente. Es un lugar muy importante para los textiles porque era el objetivo de la ruta de la seda.

Les recomiendo, también, leer Como agua para chocolate. Laura Esquivel tocó mi corazón con ese libro porque la cocina mexicana es algo muy importante para mí. Todavía sigo pensando en el amor expresado a través de la comida.

El poema “Polvo”, de Pita Amor, me parece extraordinario. Al construir una oda con algo tan esencial como el polvo, la autora te hace pensar en el origen, en lo difuso. Amor es un personaje imprescindible de la historia de México.



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via IFTTT Fuente: Revista La Tempestad

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