Continuamos revisando la exposición La Ciudad de México en el arte. Travesía de ocho siglos, lo cual iniciamos hace quince días. Volvemos a decir que se trata de las piezas que más nos han gustado, y nuestro objetivo es invitar a recorrerla con ojo crítico y corazón abierto; vale la pena, pese a no tener más gente formada que en las salas, nueva forma de medir el éxito en los museos. Al salir de este, el de la Ciudad de México, sugerimos unos tragos en la cantina Nuevo León, en el 18 de la añosa calzada.
La obra, no. 3 (2003), de Claudia Chapou
La pintora nacida en 1959, sobrina nieta del texcocano El Corcito, logra atraer nuestra atención hacia este cuadro de sutil musculatura. Acudimos a un equilibrio que irá envejeciendo bien: ni demasiado candor ni dignididad rebosante, nada más un albañil en su diaria faena. El alma de las ciudades. Casi podemos escuchar al perro y el compañero chiflando y oler el humo del cigarro. Lo mejor, el contraste misterioso, profundo, entre la grava y los banderines. Dan ganas de conocer el resto de la serie.
Navidad en la calle (sin fecha), de Héctor García
Estupenda composición y tristísimo tema, por lo demás bien vigente, únicamente hace falta pasear por Reforma después de medianoche, aunque no sea en Navidad, para comprobarlo. Lo más poderoso de la imagen: la tienda de revelado que funciona las 24 horas y en cuya acera ocurre la acción, si es que podemos hablar de alguna. Nacido en la barriada de Candelaria de los Patos y con experiencias de juventud en Nueva York, Héctor García escoge desde el principio “la puritita verdad, la de su ojo pelón, sin filtros, sin luces artificiales”, a decir de Elena Poniatowska. Queda claro aquí.
Escena de mercado No. 3 (2007), de Arturo Rodríguez Döring
Óleo sobre aglomerado que consigue una luminosidad única y una composición bien estudiada. ¿Una foto? Más bien un espejo. Estos tonos de tianguis enamoran a través de una esmerada sencillez; se trata de nuestra pieza favorita de la muestra. Actualmente el artista visual se desempeña como docente e investigador.
La Lagunilla (sin fecha), de Alfredo Zalce
Otro tianguis, este de colores más bien fríos y pintados en un tiempo pasado, cuando los hombres aún acostumbraban usar sombrero. Aunque la Lagunilla no ha cambiado tanto desde entonces, ¿o sí? La sobriedad de la escena nos hace evocar al Zalce (1908-2003) muralista, por ejemplo el de la escuela primaria de la calle de Cuba. El cuadro pertenece a la colección de José Antonio Martínez.
Calle de Auguste Rodin (ca. 1925), de Alfonso Villarreal López
Nos gusta la cúpula asomándose detrás, discreta. Acá lo relevante son las casas y, sobre todo, los árboles esbeltos, señoriales, que dan buena sombra y hacen felices a sus vecinos y paseantes desconocidos. ¡Lo que debió ser Mixcoac en los años veinte! Esta tela dice más que mil fotografías en blanco y negro, resulta súper evocativa.
Sin título (ca. 1935), de Ernesto García Cabral
Casi un escorzo y dos planos adicionales en una tinta sepia sobre papel que ayuda a entender por qué el Chango fue considerado por Rivera y Orozco como el mejor dibujante de su generación. Esto lo leemos en el Catálogo de artistas en México (Bancomer, 1996), de Guillermo Tovar, en donde también nos enteramos de los murales que aquel realizó en Estados Unidos. El dibujo dirige la mirada hacia el azoro del niño, en contraposición con la indiferencia policial. Una fina denuncia. Pero por supuesto existen otras capas de significado.
La patria (2017), de Eric Pérez
¿Qué decir de esta novísima pintura sobre lino?, ¿quién es Eric Pérez?, ¿cuánto le habrá costado acabarla, tan laboriosa que se ve? Hasta ahora no habíamos notado en ninguna pieza un cielo como este. La multitud, hasta en las banderas: el signo de los tiempos; el Castillo de Chapultepec en el horizonte casi que ni interesa. Lo que arroba es que no aparezca con nitidez ningún rostro, el esmog ha consumido todo rastro de humanidad en la avenida más conspicua de México. Y los arbolones de flacos troncos…
Fiesta de vecindad (sin fecha), de Jorge Murillo
La cultura popular, honda raíz de lo capitalino durante el XX, siglo de migraciones desde el campo, hacinamiento, improvisada convivencia. Pero todo el mundo feliz, o eso sugiere la fiesta que nos ocupa. Serán los niños y las parejas más jóvenes, porque el resto puede que sufra en silencio: las beatas en la escalera, la mujer como enamorando al indiferente en un muro y a unos pasos de ellos una silueta alejándose. Como una caricatura muy seria en la que se va poniendo el sol, pero se enciende una luz amarilla como la del firmamento. ¡Qué hermosura!
Carrusel (1949), de Leopoldo Méndez
La gran fuerza en el gesto de la mujer, el hombre contenido o indolente y el niño sencillamente aprendiendo. ¿Cuál será su destino? Poco importa en un contexto de circularidad; sólo ella parece darse cuenta. ¿Adónde se encaminan las clases humildes de la ciudad? Este grabado en linóleo del notable miembro del Taller de Gráfica Popular da la impresión de preguntárnoslo a la salida de una memorable exposición.
Jueves 1 de marzo de 2018
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