La semana pasada dimos un vistazo panorámico a la manera en que el crimen verdadero se ha representado en la televisión en los últimos años: el documental sobre crímenes reales utiliza cada vez más el lenguaje del espectáculo. Para redondear, ahora ofrecemos cinco títulos que ayudan a comprender los alcances de este género. Aunque los testimonios se practican desde la antigüedad, las pantanosas geografías de la clasificación de géneros literarios nos obligan a mirar a décadas recientes para encontrar el significativo cruce entre crimen, periodismo y literatura.
Operación masacre (1957), de Rodolfo Walsh
Este libro de Walsh, que fue creciendo en sucesivas ediciones a la luz de sus investigaciones, recrea la operación de represión contra el levantamiento cívico argentino de 1956. En su centro: el fusilamiento de civiles la noche del 9 de junio de 1956 en el café La Plata. A través de entrevistas a siete sobrevivientes, Walsh pasa de la sorpresa y la indignación a la creación de una crónica que dilapidó la verdad oficial y desenmascaró un caso de terrorismo de Estado.
A sangre fría (1966), de Truman Capote
Uno de los exponentes más famosos del género (y, discutiblemente, su libro inaugural). Capote logró un escalofriante híbrido entre la investigación periodística (con hechos duros) y la novela (permitiendo explorar y reconstruir motivaciones psicológicas). A sangre fría mostró un costado singular de la violencia norteamericana: también en pequeños y apacibles poblado agrícolas puede atacar el crimen. El libro famosamente relata el asesinato de cuatro miembros de la familia Clutter, y la eventual captura de sus atacantes.
El adversario, (2000) de Emmanuel Carrère
Como A sangre fría, Carrère se enfrentó de manera inventiva al relato del crimen verdadero, aquí ensayando una senda que no sólo va del periodismo a la novela, sino que pasa también por el testimonio personal. Temáticamente el título explora la perversión que puede desenroscarse de una vida basada en la mentira. El libro sirve también como una muestra de la manera en que el autor francés ha probado, a lo largo de su obra, la elasticidad de la novela.
El preceptor (2011), de Michael Hagner
Aunque se aleja de las coordenadas estrictas del relato literario, vale la pena mencionar este libro pues abre la puerta hacia el tipo de investigación académica que resucita casos criminales históricos (a la sombra, claro, de Yo, Pierre Rivière de Foucault, de 1973). Subtitulado “Un caso de educación criminal en Alemania”, este ensayo (que circula en español a través de Mardulce) reconstruye a través de testimonios históricos un sonado caso de abuso de menores que daría pie a la siniestra clasificación patológica del dipoldismo.
Aquí no es Miami (2013), de Fernanda Melchor
Vale la pena mencionar cómo también en nuestras coordenadas se ha diseminado el relato de crimen verdadero. Algunas editoriales, como Almadía, le han dedicado colecciones completas, como Producciones el Salario del Miedo, donde este título de crónicas apareció originalmente (este año se reeditó en Mondadori). El libro de Melchor recupera a través de varios relatos y estampas la manera en que se vivía o sobrevivía en Veracruz a la sombra de la guerra del narcotráfico.
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