Del conjunto de factores que producen el singular sonido de Autechre es perceptible cierta orientación temporal por encima del resto. Cierta proyección al futuro surge como el elemento más notable, en intrínseca relación con aquello que define a la música del dúo mancuniano. Con NTS Sessions, la más reciente producción de Autechre, tal proyección temporal encuentra quizá su concretización más tangible. A pesar de que han cultivado una de las estéticas más distinguibles de la electrónica contemporánea desde su primer disco –Incunabula, producido hace 25 años– es posible notar distintas facetas en el extenso catálogo de Autechre, y entre éstas destacar los atributos que hacen de las NTS Sessions una tan peculiar y cautivadora compilación.
Más allá de la ocasión que da pie al disco en una comisión de la estación de radio en línea londinense NTS para que Autechre participara en su programación, habría que mencionar la manera en la que el dúo respondió a la invitación. Conformada por cuatro secciones y con alrededor de ocho horas de duración total –y una pieza final de casi una hora– las NTS Sessions parecen proponer una forma de escuchar distinta, esbozan una audiencia en parte ajena a las costumbres de consumo que imperan en nuestras vidas. Es cierto que a final de cuentas el álbum circula como cualquier otra producción musical –es decir, en vinil, CD, y formato digital– sin embargo el acto mismo de escuchar el álbum aparenta ser de otra naturaleza, más exigente.
Sin descartar por completo la maratónica empresa de escuchar de principio a fin la colección entera, es quizá como piezas aisladas, o escuchando cada una de las cuatro sesiones por separado, que alguien abordaría tal cantidad de música. Aún así, cada pieza del disco tiene un carácter tan inmersivo que mantenerlas como música de fondo se antoja un tanto insuficiente. Y, aunado a tal inmersión, es imposible no sucumbir ante lo ajeno y extravagante que es por sí solo el sonido que conforma la música de Autechre, cuya manufactura tiende a esconder detrás de máquinas y computadoras el diseño humano que la guía.
Esta cualidad robótica, tan afín al contexto de la ciencia ficción de los ochenta y noventa cuando Sean Booth y Rob Brown empezaban a producir música como Autechre, siempre ha caracterizado su distintivo sello sonoro. Sin embargo, con las NTS Sessions tal carácter es exaltado, o al menos magnificado por el modus operandi mediante el cual Booth y Brown compusieron el álbum: viviendo en ciudades distintas desde hace varios años, la música de NTS Sessions es producto del continuo flujo de información a través de Internet, del intercambio de archivos de una computadora a otra. Dejando de lado otros instrumentos electrónicos como sintetizadores o máquinas de ritmos, la música de Autechre en esta última entrega es producida exclusivamente por software digital, en particular por la plataforma MAX/MSP.
Booth y Brown han comentado cómo este método de colaboración les es mucho más práctico que la interacción simultánea en el mismo espacio, en un estudio por ejemplo. Y es tal pragmatismo el que distingue no sólo al Autechre más reciente (al menos metodológicamente) del más temprano, sino también al imaginario que acompaña su música, distanciándose de los horizontes lúdicos y aterrorizantes que abría la tecnología y explotaba la ciencia ficción en las últimas décadas del siglo XX. El pragmatismo de Autechre los separa de la especulación distópica y los encamina hacia la planeación utópica. En palabras del mismo Booth, “Autechre ha crecido de un deseo por escuchar lo que no escuchamos en ningún otro lugar.”
Y en realidad no es que la dupla de Booth y Brown esté completamente exenta de las pautas retro que marcan el paso de los gustos musicales contemporáneos, tan orientados por la nostalgia. Ambos han platicado al respecto de sus influencias tempranas creciendo en Manchester, participando en la escena todavía clandestina de la música electrónica y escuchando el hip hop temprano que apenas era asequible en aquel entonces. Tales influencias son sin duda perceptibles en la obsesión por los ritmos y los sonidos percusivos de Autechre, pero también informan sus prácticas compositivas y la totalidad de su estética.
Para Autechre, en palabras de Booth nuevamente, la relación entre la música electroacústica del siglo XX, en particular la música concreta, y el hip hop se cimenta en una técnica básica compartida por ambos géneros. Scratching, o alterar el giro del vinilo en el tornamesas, implica el mismo tipo de alteraciones que fueron fundamentales para la creación de la música concreta, la diferencia radica en la percepción del sonido, en su contexto y función. Este juego de circunstancias y contextos, tan definitivo para nuestras taxonomías musicales, es esencial para las prácticas sonoras de Autechre. Desde las circunstancias bajo las cuales producen su música, hasta las circunstancias bajo las cuales esa música exige ser escuchada (paralelismo que evoca el lema y álbum de Spacemen 3, Taking Drugs to Make Music to Take Drugs To), la estética de Autechre propone una disyunción continua con sus entornos.
Probablemente la influencia de la música concreta esclarece mejor tal estética a través de la acusmática: central para las conceptualizaciones de Pierre Schaeffer, un fenómeno acusmático es aquel sonido cuya fuente de origen permanece fuera del alcance visual, es decir, algo que se escucha pero no se ve. La música de Autechre es profundamente acusmática, en parte por cómo las NTS Sessions surgen de los algoritmos procesados por una computadora, difuminando al autor preciso de la onda sonora, humano o máquina, pero en parte también por el carácter utópico –en el sentido de carecer de lugar– con el cual deambulan las piezas de Autechre, sin un contexto preciso o circunstancias adecuadas.
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