A cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +, presentamos esta reunión de testimonios, realizada en colaboración con Anal Magazine. Esta serie, que inició en La Tempestad 135 (junio de 2018), ofrece un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana. El conjunto de textos, que consta de cuarenta voces, agrupa no sólo a artistas y diseñadores, sino también gestores culturales, curadores, editores y personas del mundo de las ideas. La serie continúa con Alejandro Hernández Gálvez, crítico de arquitectura y editor.
¿Cómo empezó tu proceso creativo?
A mitad de la carrera de arquitectura tuve un semestre difícil que me orilló a viajar. Estando fuera de México me di cuenta que sí me gustaba la disciplina, pero también leer y escribir sobre ella. En una ocasión envié una carta a la sección Ámbito 3, que era parte del diario Excélsior, en la que criticaba uno de sus contenidos. El texto fue publicado en el apartado de cartas del lector. Al año siguiente volví a mandar otra. Fue así que la gente del diario me buscó para escribir una vez al mes. Esta actividad se convirtió en mi otra tarea de arquitecto, es decir, abordar la disciplina a partir de la escritura. Alentados por Humberto Ricalde, entre varios amigos sacamos un cuadernito que se llamó Trazos, que solamente tuvo cuatro números. Con ese proyecto me involucré más con la edición y el mundo editorial. La arquitectura se ejerce de distintas formas y no sólo proyectando obras.
¿Tu preferencia sexual tiene relación con tu creatividad?
Creo que no. Pero sí pienso que existe una visión desde tu propia historia de vida. La arquitectura no es una profesión abiertamente gay. Es una disciplina que mantiene una relación complicada con lo establecido, que se relaciona, por ejemplo, con el poder económico y político.
¿Tu práctica se vincula con movimientos sociales?
La marginación impulsa que se busquen otras formas de expresión que se canalizan a través de la creatividad. Creo que de ahí surgen personajes como Novo o Monsiváis, que encontraron maneras de manifestarse no convencionales. Muchos critican la Marcha del Orgullo diciendo que se ha vuelto un carnaval, rechazándola por eso. No hay que dar por hecho lo que tenemos: A 40 años de la primera marcha hay que estar conscientes de que lo que ahora disfrutamos lo hemos ganado. Despreciar el movimiento es no entender la lucha que tantos otros hicieron por nosotros.
¿Cómo observas el futuro de la diversidad sexual en México?
Es un momento ambiguo. Cada vez ganamos más libertades y derechos. Eso puede generar que se pierda la potencia de una comunidad marginada en la que se tenía que ser creativo, el más vivo, el más crítico, la más perra para sobrevivir. En el momento en que eres aceptado y normalizado parece que todo eso pierde sentido. Vivimos en una época en la que la resistencia es fundamental. La resistencia a la hegemonía del capital, a ciertas formas de pensar, a la explotación. Nosotros, los de comunidades marginales, desarrollamos tácticas que no debemos perder sino recuperar para seguir resistiendo.
¿Qué recomiendas a la juventud?
Lo que les hace falta a los estudiantes de arquitectura de la Ciudad de México es salir a la calle. Abrir la mente y transitar por lugares que no conocen. La calle importa porque nos construye como ciudadanos, nos construye como comunidad. En ella nos reconocemos en el otro.
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