lunes, 27 de agosto de 2018

Se escribe en privado

Como en su entrega anterior, Gris Tormenta convocó para su colección “Disertaciones” a un grupo de escritores (entonces fueron veintitrés, ahora treinta) a exponer las razones o motivaciones por las que escribe. La diferencia entre ambas antologías es mínima y radica en que si entonces se ofreció un panorama sobre la producción literaria queretense, ahora la selección se hizo a partir de la lista de invitados al Hay Festival Querétaro en su edición de 2017 (forzando la cuestión uno podría argumentar que el libro sirve como una memoria del festival de ese año, pero me parece que la antología logra esquivar la sospechosa cercanía con los productos comerciales que pueden acompañar a los encuentros literarios internacionales).

Ambas antologías se caracterizan por sus concienzudos aparatos críticos. Esta entrega incluye un glosario de conceptos, bibliografía, un índice de primeras líneas, noticias biográficas de los autores y un discreto apunte de lectura a distancia que puede leerse al final del libro: “El verbo más usado es ser, y los sustantivos, escritura y mundo”. El apunte es interesante pues por pura estadística revela que la relación de los escritores incluidos con su práctica podría parecer, primordialmente, metafísica. Si uno fuera a desprender un dictum a partir de la antología podría arriesgar alguna verdad de Perogrullo: “la escritura es una manera de enfrentarse al mundo”; “la escritura es leer al mundo”; “la escritura es un mundo”. Por supuesto, las respuestas ofrecidas por los autores incluidos (y deben contarse los que no son escritores sino científicos o cineastas) varían más allá de la obviedad ontológica y, como en su entrega anterior, hay quienes la vinculan con alguna experiencia de infancia, quienes la reducen a la estricta práctica artística o a un singular método de conocimiento o lectura. De allí la pertinencia de los editores al organizar los textos temáticamente: el primer apartado reúne los que conciben a la práctica como un espacio de posibilidad, el segundo como un ejercicio de transformación, el tercero incluye los pocos que encuentran un vínculo entre la escritura y el testimonio o la denuncia y, por último, el apartado “Contento”, donde se encuentran quienes subrayan el aspecto alegre de la escritura.

Debe decirse algo más sobre el vínculo entre este libro y el Hay Festival. En su introducción Jacobo Zanella recuerda una de las razones por las que los encuentros culturales públicos siguen negociando espacios con el Estado, la iniciativa privada y el público (con las consabidas fricciones resultantes o las posibilidades materiales). Se trata, claro, de una razón humanista con la que es difícil no estar de acuerdo (compartir ideas) que en el caso de la literatura puede ser especialmente problemática: ¿qué sentido tiene escuchar hablar a un escritor? Las razones para no hacerlo son más que conocidas: se trata de una esfera que corre el peligro de caer en los bajos fondos del espectáculo. Personalmente, desconfío profundamente del orador que se hace pasar por escritor o viceversa, pues en esa relación se esconde una confusión: que quien habla en público y quien escribe en privado comparten a la palabra comunicativa como herramienta de trabajo. Por supuesto, puede ocurrir que quien escribe también haya desarrollado la capacidad de la oratoria, ¿pero no es verdad que, como apuntó Karl Kraus, el lector también escucha mejor que un escucha? Además de abordar esta tensión en su introducción creo que Por qué escribo, como libro, señala que lo atractivo de un encuentro literario, más allá del gozo momentáneo para sus asistentes, es su eco duradero en proyectos editoriales.



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