La historia de la Galería de Arte Mexicano (GAM) está aparejada con la historia de México; fundada en 1935 por Inés Amor, fue la primera galería establecida en la Ciudad de México y su labor resultó fundamental para la vida cultural y artística del país, ya que exhibió la obra de, entre otros, Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Miguel Covarrubias, Rufino Tamayo, Frida Kahlo, Nahui Olin y Agustín Lazo. “En los últimos años la galería había llegado a un punto difícil; Juan Pérez, nieto de Inés Amor, se vio en una encrucijada: o la galería se volcaba sobre sus ochenta años de historia o buscaba hacer cantera”, dice Bartolomé Delmar, que junto a Pérez dirige el proyecto Sala:GAM, cuyo objetivo es rejuvenecer el espacio y sus opciones artísticas.
Sala:GAM es una iniciativa con apenas unos meses de existencia que consiste en la exhibición de la obra de artistas contemporáneos; ello no implica que la galería los represente. La línea que sigue el proyecto es la de la empatía. “No buscamos al mejor artista, tampoco al que está mejor posicionado ni al que pueda cotizar mejor”, dice Juan, “a mí me enseñaron que no se puede vivir de la manzana sin hacer algo por la manzana, es decir que el trabajo que hacemos se caracteriza por la cercanía con los creadores y los curadores; siempre ha sido así; mi abuela, por ejemplo, empezó a hacer pagos en abonos para que todos los artistas de la galería recibieran un poco de dinero todos los meses; así forjó relaciones de amistad, sí, pero sobre todo de respeto al trabajo”.
La primera consigna para exponer en Sala:GAM es, simplemente, la empatía y la identificación. “Si partimos desde un interés emocional, desde el gusto, no podemos negar la cruz de nuestra parroquia al considerar la gran historia de la GAM, así que seguimos buscando proyectos que regresen al espectador a esa relación con el objeto artístico, que se construye de forma intimista, con una intermediación muy básica, evitando distorsiones que vayan más allá de la obra en términos de la retórica curatorial; es un regreso al trabajo museográfico, a la intervención técnica para exhibir las obras”.
Un aspecto interesante de la iniciativa es que sus directores no están interesados en que el espacio de la GAM funja como un intermediario para generar discursos como, por ejemplo, el de la crítica institucional. El regreso a la visualidad es de alguna forma el catalizador para que se ocupen los espacios de la galería. “Ya hay lugares emergentes con esa bandera de crítica muy en alto; creo que este espacio le da aire a los creadores para que no tengan que verse presionados para hacer algo súper complejo, sino simplemente el trabajo que les interesa”, considera Juan.
Los organizadores coinciden en que la postura política de Sala:GAM es la aparente despolitización del arte y “en ese sentido, en un medio reinado por la palabra racional y filosófica de los curadores, aquí ponemos de frente al artista; trabajamos curatorialmente a partir de lo que éste quiere y no de los que otros –nosotros, los gestores, o los curadores– desean”. Al partir de este tipo de relaciones, Juan considera que el trabajo se vuelve muy rico ya que la conversación se puede dilatar en aspectos minuciosos como discutir la elección de un color, en cómo colgar piezas, en el título de las exposiciones, etc.
Pedro Noigandres, Jonathan Miralda Fuksman y próximamente Iván Krassoievitch (en un proyecto en el que Daniel Garza Usabiaga participa como curador) son los primeros artistas en ocupar los espacios de la GAM dedicados a renovar su mirada.
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