Las fórmulas del relato de crimen, así como del detective cerebral y desapegado a la Sherlock Holmes, aún gozan de popularidad en el imaginario contemporáneo, como puede verse en las incontables series sobre criminalística (sólo CSI se transmitió de 2000 a 2015, sin mencionar sus franquicias e imitadores). Pero parece que nuestra época está más interesada en el legado del noir y sus distintas actualizaciones. El género ha probado su obsesión con cierta masculinidad: la figura del investigador privado muchas veces no es otra cosa que el trasunto del hombre “fuerte” o difícil. De ahí que, en la televisión, algunas series cimentaran su éxito en figuras como Tony Soprano o Walter White. En el noir, ya se sabe, da un poco igual de qué lado de la ley se encuentren sus protagonistas pues, al final, todos están implicados.
Aunque muchos de estos relatos siguen privilegiando la figura del investigador privado o del capo, lo cierto es que la flexibilidad del género (que puede tratar tanto de víctimas como de victimarios) ha permitido que se explore el amplio abanico de las facetas del crimen, incluso en colindancia con la sociología, como han probado series de referencia como The Wire (2002-2008). Tal vez eso explique que muchos megafilmes sobre crimen contemporáneos no hagan más que plantear una pregunta y responderla. Por ejemplo: ¿cómo es el mundo criminal en Louisiana? La primera temporada de True Detective (2014) responde. ¿Y en Minnesota? Desde la sátira, Fargo (2014-) levanta la mano. ¿Qué hay de las triquiñuelas legales de Albuquerque, Nuevo México? Better Call Saul (2015-). ¿Y de las del mundo financiero internacional? Billions (2016-) ¿Hay crimen en los Cayos de la Florida? ¿Cómo sería? Averigüémoslo viendo Bloodline (2015-).
De Ozark, la serie estrenada a finales de julio (que, como Bloodline, es original de Netflix), debe decirse lo mismo. Ciertamente no gira en torno a un hombre fuerte o difícil. ¿Astuto? Tal vez, pero “Marty” Byrd, el contador de narco que hace avanzar la historia, parece más bien encajar en el prototipo de hombre común (y poco interesante) que ha mordido más de lo que puede masticar (interpretado por Jason Bateman, es imposible no recordarlo como Michael Bluth, de la comedia Arrested Development). En cambio, pareciera que los creadores de la serie, Bill Dubuque y Mark Williams, sencillamente se preguntaron qué ocurriría si se planteara una historia de crimen (que centrifuga en torno al lavado de dinero) en las zonas montañosas del Medio Oeste de los EEUU, también conocidas como la Redneck Riviera. Debe celebrarse que Ozark se tome su tiempo para mostrar al auténtico criminal peligroso de la serie: a la sombra del cártel mexicano, el orgulloso hombre blanco del Medio Oeste lentamente se desenmascara (¿no hemos visto algo de esto ya en los encabezados de los periódicos?). La tensión que evoca –siempre en una pátina azul y gélida– parece deberle bastante al filme de horror Amarga pesadilla, de 1972, donde el ambiente idílico de la campiña norteamericana revela, lentamente, sus dientes.
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